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miércoles, 4 de febrero de 2015

Foxcatcher

Foxcatcher (2014), de Bennett Miller: Una atmósfera retenida, planos estancos, aire viciado. La narración, amortiguada, pareciera emanar de la expresión retenida, obtusa, de los rasgos fruncidos y la mirada espesa, de furia agazapada en los rincones de la mente de un niño que nunca creció y se habituó a disponer de lo que siempre deseaba, del millonario John E Dupont (extraordinario Steve Carell). El vacío de su interior es equivalente a la extensión de sus propiedades y al ingente número de estancias de su mansión en Pensilvania y por tanto a su necesidad de afirmarse. Es una figura que puede quedarse inmóvil contemplando la nada, pero se percibe como hierve esa inmovilidad como si la costra retuviera un fragor que nunca logra expandirse. Como si la nada quisiera explosionar. Por eso, si alguien no se pone precio, y no le complace, lo mata. Es importante que le complazcan. Es un cazador de zorros. En Inglaterra los aristócratas se dedicaban a la vil dedicación de la caza del zorro. Soltaban el zorro, y después la jauría de perros, y la jauría humana. Dupont, él solo, es ya una jauría. Dispone de una mansión que emula a las mansiones británicas. Se llama Foxcatcher (Capturador de zorros). Es millonario, pero aspira a ser aristócrata, a ser admirado, a influir en el mundo. Es un rey o un presidente en potencia. Es el corazón de su país, de la América profunda. Y necesita soldados, luchadores que coloquen la bandera triunfante en otros territorios, demostrando que son los mejores, porque el país necesita sentir que es el mejor. Él desde luego lo necesita. Y recluta al perfecto soldado, Mark Schultz (Channing Tatum), alguien de vida también más bien vacía, inexistente, centrada en sus entrenamientos. Alguien también con el mismo gesto simiesco, retenido, fruncido. Su vida gira alrededor del deporte, en el que ya ha alcanzado lo más alto, con su medalla de oro en las Olimpiadas de 1984.
Dupont le contrata para dirigir su equipo Foxcatcher, y le provee de las mejores instalaciones y asegura una holgada financiación. Quiere ser su entrenador, su inspiración, quiere ser el hombre que propulsó a unos soldados al triunfo. Quiere estar en el banquillo en las competiciones, aunque no disponga de conocimientos suficientes. Pero le hace sentirse importante. Aunque no lo logre ser ante los ojos de su madre, Jean (Vannessa Redgrave), una mujer que ama ante todo a los caballos. Pero su hijo no posee la gracilidad de un caballo. Por eso, cuando era pequeño, le compró un amigo. Su hijo es una criatura burda, y Dupont no acepta verse a sí en la mirada de su madre. Necesita sentirse admirado, reconocido, no despreciado porque se rebaja en dedicaciones como la lucha libre. No soporta sentirse nada, sentirse algo sórdido, zafio, derrotado, en la mirada de su madre, en la mirada de nadie. Por eso, golpeará, como respuesta, a Mark. Si a él le desprecian, él humilla. No soporta que le contraríen, que le nieguen lo que pide. Se supone que todos tienen un precio. No entiende la inicial reticencia, de trabajar para él, del hermano de Mark, Dave Schultz (Mark Ruffalo), también medallista de oro, cuyos gestos, su forma de mover el cuerpo, es simiesca, pero su mirada parece más despierta. Su mente parece más despejada, no es una ranura angosta que parece que vaya a a desaparecer entre tanta amargura retenida como es el caso de su hermano o Dupont.
Mark encuentra en Dupont el modelo que buscaba. Desorientado, encuentra en su discurso de afirmación y conquista de espíritu patríótico (representan a algo elevado) la dirección que necesitaba. Por eso, es tan errático en su comportamiento en los combates. Puede ganar medallas de oro, de nuevo en el campeonato de 1987, como descentrarse y encadenar derrota tras derrota si no encuentra el adecuado incentivo. También, como Dupont, sí se ve despreciado, pierde el norte, se agría, se obnubila. Es fácilmente moldeable, por eso, tras sus primeros triunfos, bajo la influencia de Dupont, se deja llevar por la embriaguez, y se deja tentar por la adicción a la cocaina en la que le desorienta el mismo Dupont. Ambos se aturden, porque ya están aturdidos en la rigidez de su mente. Dave, en cambio, es alguien que proporciona problemas, porque no complace, porque tiene también, o sobre todo, en cuenta a su familia, ha creado algo, por eso su mirada está despejada, y no se pliega o postra enseguida ante los demás, antes los que quieren gobernar con su voluntad, como Dupont. Dave no es alguien que regale cumplidos cuando se lo piden, como en la entrevista para un documental dedicado a Dupont (que produce él mismo). Él no lame los pies al emperador. No se deja moldear, no se deja comprar, tiene otras prioridades, no es el perfecto soldado para su país, para sus dirigentes, para Dupont. Por eso, antes de matarle Dupont le preguntó si tenía algún problema con él. Dupont sí los tenía, no aceptaba que se los dieran, y toda falta de complacencia lo era. El cazador de zorros tenía que matar al zorro que quería fugarse sin su consentimiento. Esta magnífica obra se estrena este viernes 6.

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