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miércoles, 7 de agosto de 2013

Curling

 photo curling_opt_zps7b6af19e.jpg Jean Francois (Emmanuel Bilodeau) tiene los ojos tristes. A su hija, Julyvone (Philomene Bilodeau), de doce años, el oftalmólogo, en la primera secuencia, le dice que padece astigmatismo, lo que implica que tendrá que utilizar gafas. Cierto astigmatismo, aunque interior, padece su padre. No tiene reparos en caminar en medio de una ventisca de nieve en una carretera rodeada de campos nevados, como refleja el plano siguiente: una fabulosa transición que anuncia que en el intersticio entre ambos planos palpita el conflicto irresuelto de Jean Francois, una intemperie vital que intenta resolver con la sobreprotección a su hija (tanta que no permite que vaya al colegio), y que se refleja en su desconcierto e inseguridad. Entre la oscuridad interior y la abrumadora amplitud de la vida. Esa sutil fisura define el singular aliento expresivo de la muy sugerente producción canadiense 'Curling' (2010), de Denis Cote, una de esas obras que son como aliento fresco, revitalizador. Entre el formol, aún vibra la singularidad. Con su siguiente, el documental 'Bestiare' (2011), en el que establecía asociaciones entre los animales y los seres humanos comenzó a conseguir cierta resonancia en el circuito de festivales, refrendada en Berlín, este año, con su séptimo largometraje de cautivador título 'Vic et Flo ont vu un ours' (Vic y Flo han visto un oso).  photo CU2_opt_zpsdfb45284.jpg  photo cu3_opt_zps371c161a.jpg Jean Francois trabaja en una bolera, en la que limpia, realiza diversos arreglos, y hasta se viste de 'bolo' en alguna celebración. Su jefe, Kennedy (Roc La fortune), le llama 'el bigotes'. El bigote es como la cuadricula en la que intenta acotar el mundo, pero este abre hendiduras por todos los lados, y no siempre tienen explicación. Al ir a limpiar la habitación del motel donde también trabaja, antes de que lo cierren, Jean Francois encuentra un cuantioso reguero de sangre desde la cama al retrete. Su hija en uno de sus paseos, tras cruzarse con un tigre tras una verja, se encuentra con varios cadáveres en la nieve. El primer día echa a correr hasta llegar a su casa y taparse bajo las sábanas, pero convertirá en ritual el acercarse cada día a observarlos, hasta que incluso se tumbe entre los cadáveres, como si pudiera sentir su perspectiva. Jean Pierre encuentra en la noche en la carretera un cuerpo tendido, que teme en principio pueda ser de su hija, pero es de un niño, que muere mientras lo traslada. No informa a la policía, lo oculta, quizá porque teme que también pueda abrir una fisura en su vida. Su esposa está en prisión, pero él intenta hacerse, infructuosamente, otra en el mundo, aunque sea a campo abierto. Teme a la vulnerabilidad, mientras que su hija no teme sentirse cadáver.  photo curling1_opt_zps91cf08b6.jpg  photo 90304_opt_zps18dd1b43.jpg En la bolera comienza a trabajar una chica, Camille (Sophie Desmarais) que destaca por su singular aspecto, por una estética de cariz gótico, que alterna pelucas de los más diversos colores, del cano al rojo intenso. Es quien le dice a Jean Francois que tiene los ojos tristes. Jean Francois ve en ella una figura especial que quizá haga más evidente que su vida está atascada, que ha cerrado los ojos para no sentir la oscuridad, que ha desenfocado la visión. Parece sufrir una compulsión de controlar con precisión su vida, por eso siente esa atracción por el deporte del 'curling'. Todo tiene que acercarse a la diana, sino su vida comienza a tambalearse. Necesita airear su mirada, transformar su vida, sobre todo su forma de habitarla, de no sentir que en cualquier momento puede aparecer un reguero de sangre o un cadáver en el arcén de la carretera. El mundo no es tan inhóspito. Es imprevisible, a veces no encuentras una explicación a lo que sucede. Pero puedes afeitarte el bigote, y no pasar nada. Ha habido un cambio, una modificación, eres el mismo y eres otro, ahora respiras ampliamente y puedes deslizarte por una ladera sin preocuparte de que seas como un bolo que la vida puede tumbar en cualquier momento.

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