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domingo, 25 de agosto de 2013
Brian Aherne, irónica templanza
El actor británico Brian Aherne no se convirtió en una estrella, y pocos quizá recuerden su nombre, pero su presencia, fuera como galán o protagonista en la década de los 30, o como secundario, en sus esporádicas intervenciones en los 50, siempre refulgía como transmitía una irónica templanza, o una luminosa integridad, como en su papel más renomabrado, como el emperador Maximiliano en 'Juarez' (1939), de Willuam Dieterle. Se desenvolvía con vivaz dominio tanto en el drama como en la comedia, como refrendan 'El cantar de los cantares' (1933), de Rouben Mamoulian, 'La gran aventura de Silvia' (1935), de George Cukor, 'Adorable enemiga' (1936), de HC Potter, 'Mendigo original' (1938), de Robert Z Leonard, 'Noche de angustia' (1940), de George Stevens, 'Smiling through' (1940), de Frank Borzage, ¡Qué noche aquella! (1942), de Richard Wallace o 'La huella de un recuerdo' (1946), de John Brahm, o ya como secundario, el fiscal de 'Yo confieso' (1952), de Alfred Hitchcock, el capitán del Titanic en 'El hundimiento del Titanic' (1953), de Jean Negulesco, el rey Arturo de 'El príncipe valiente' (1954) o el sacerdote de 'El cisne' (1956), de Charles Vidor
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