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sábado, 9 de junio de 2012

La luna es azul

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La excelente y deliciosa 'La luna es azul' (The moon is blue, 1953), de Otto Preminger fue decisiva para debilitar la influencia del código de censura (PCA, Motion picture production code), bajo la dirección de Joseph Breen (desde 1934, año en que empezó a aplicarse el código Hays, a 1954). La película fue cuestionada por su 'inaceptablemente lígera y alegre actitud hacia la seducción, el sexo ilicito, la castidad y la virginidad'. Tras optar por realizar modificaciones en el guión, al ser de nuevo planteados necesarios cambio para que fuera aceptada, Preminger buscó el apoyo del Estudio, United artists, que se le concedió, para estrenarla pese a carecer de la aprobación del Código de censura. Aunque se toparía con la acusada cerrazón de ciertos Estados, como Ohio, Maryland, Kansas, que prohibieron su exhibición. Preminger no se achantó y apeló para que se permitiera el estreno, incluso, para superar la reticencia en Kansas, llevando el caso a la Corte Suprema de Estados Unidos, saliendo victorioso de todas las lides judiciales. Ya en 1961 el PCA le concedió la aprobación, como a la también controvertida 'EL hombre del brazo de oro' (1955). Preminger fue el principal dinamitador de censuras y vetos (posibilitó que por primera vez apareciera en los títulos de créditos, con su nombre, alguien vetado en la lista negra, caso de Dalton Trumbo, como guionista de 'Exodo', 1960). Otra pequeña lid de la que también salió victorios fue la de convencer al Estudio de que contrataran a David Niven, ya que consideraban que su carrera estaba decayendo (acabaría ganando el globo de oro al mejor actor de comedia). Niven, con su formidable interpretación, refrenda sus singulares dotes para la comedia (manifiestas ya en su antológica creación, como secundario, en 'La octava mujer de Barba azul', 1938, de Ernst Lubitsch), creando un personaje, seductor, superficial, cínico y simpático, como quien vive la vida entre burbujas encogiendo los hombros con desapego, del que realizaría una variación, para Preminger, en ese emponzoñado caramelo que es 'Buenos días, tristeza' (1958).
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'La luna es azul' es una peculiar comedia romántica, de revulsiva heterodoxia, que no suele integrar las antologías de tal género, pero que no dudaría por calificar como una de sus cumbres. Su celeridad, su vibrante timing , acompasado a la inagatobale locuacidad de su protagonista femenino, Patty (Maggie McNamara), no decae en un instante, comparable al velocimetro de las comedias de Hawks, como 'La fiera de mi niña'(1938) o 'Luna nueva' (1940), con el aspecto diferencial de que Hawks dinamizaba en buena medida la acción también con un sutilmente vivaz montaje. Preminger, en cambio, elabora su narración sobre planos de más larga duración, lo que, dada la preponderancia de unos constantes diálogos (a velocidad crucero en ocasiones), pudiera haber derivado en una narración encorsetada por priorizar lo escénico (de hecho,se adapta una obra teatral, por el propio autor, F Hugh Herbert), pero lo sortea con admirable habilidad, llevando el relato hacia una refrescante naturalidad, a la par que jueguetona abstracción, de insólita modernidad, acorde a esa transgresora actitud que fue puesta en cuestión por los cerriles censores. Photobucket Tras un inicio de peculiar coreografia de acciones, miradas y gestualidades, entre Patty, aspirante a actriz, y Donald (William Holden), arquitecto, que se cruzan, e siguen, observan y se dejan seguir (como quien juega con migas invisibles), ya hay una ironía implicita en que ese primer encuentro entre dos extraños en la urbe sea en lo alto del Empire state building (espacio de encuentros románticos, entronizado por McCarey en 'Tú y yo', 1939), que dehilacha toda convención y ortodoxia, por los apuntes pragmáticos (las protestas por lo caro que es el precio) y el desparpajo de Patty que pone en evidencia la representación de todo cortejo, poniendo al descubierto lo implicito porque lo hace todo menos complicado, desde evidenciar sus recursos de puesta en escena para atraer a Donald, e incluso no camuflando cómo se siente atraida hacia él, hasta reconocer abiertamente que es virgen, y si eso supone algún problema, o preguntar si él tiene amante ( ¿por que no ser directa?), y hasta establecer, desde la confianza también que le transmite Donald, que se pueden dejar llegar por el afecto (los besos) pero no por la pasión (cruzar cierto umbral de la expresión física del deseo que ya necesitaría de otro escenario de relación, de otros manifiestos y otras declaraciones, de otros compromisos y consensos).
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La arquitectura de las relaciones, puestos en evidencias sus cimientos, su 'representación' (los personajes actúan y a la vez comentan su actuación), cómo se construyen y edifican a partir de la génesis de una atracción, en una ingeniosa y sutil deconstrucción desde dentro que pone en evidencia cuánto de tejido de ficciones tienen las relaciones. En el cine de Preminger, dinamitador de instituciones en la pantalla,y fuera de la pantalla, la verdad a veces se angosta en un ángulo ciego cuando la realidad se convierte en un escenario que es maraña de representaciones, simulaciones, mascaradas que ahogan o anulan a las emociones y sentimientos. Los personajes de 'La luna es azul' juegan en el escenario, narrado con una proverbial capacidad de condensación, que es destilación de esencias (una acción circunscrita tanto escasos personajes como decorados), a la par que intentan desentrañarlo ( y quien más lo intenta es porque más aspiraciones o implicación sentimental siente) para arañar tras sus superficies, representaciones o equívocos, una verdad que pueda generar los sólidos cimientos de una relación que se construirá tras confirmar su elevada magnitud (alianza cómplice que, elocuentemente, se sella en lo alto del Empire state building)

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