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sábado, 23 de junio de 2012

La cueva de los sueños olvidados. Ernst Reijseger, enigmas y mirada en abismo


La bellísima (hasta la congoja) música compuesta para 'La cueva de los sueños olvidados' (Cave of forgotten dreams, 2010), de Werner Herzog, que resplandece, en especial, en los frecuentes montajes secuenciales de imágenes, entre juegos de luces y sombras, de las pinturas rupestres que 'habitan', como sueños, temblores de huellas e interrogantes, la cueva Chauvet, es de las cualidades más exquisitas de este estimulante documental que incita a las interrogantes, a la exploración de otras cuevas en nuestra mirada. La música es afirmación, basamento, la certeza de lo que podemos llegar a ser y realizar, nuestra capacidad de transcendernos y crear lo sublime. De ahí la soberana belleza de la conjugación de estas composiciones y las pinturas rupestres, otras composiciones, que se revelan constitución seminal de una pantalla de cine, de nuestra inclinación o tendencia a proyectar y representar, y a la vez, a través de esos juegos de luces y sombras, en el presente, las que realiza Herzog, se evidencia como nuestra mirada, la de los que indagan y exploran, interrogan a la realidad (a los tiempos y sus cruces y radios), a sus agujeros y orificios, a sus recovecos y pasadizos, a sus sombras, con la inquisitiva luz (o proyectamos sombras, temblores de nuestra imaginación que anhelan encontrar respuestas, afirmaciones, certezas, en suma, guía en la negrura pero también en los resplandores que nos ciegan, que no logramos 'solidificar' con la permanencia, por mucho que pretendamos 'instituir' nuestra forma de habitar la realidad). Herzog utilizaba las figuras de los reptiles en 'Teniente corrupto' (2009) para acrecentar la extrañeza, para enturbiar cualquier certeza, y que sintamos el suelo en el que nos desplazamos, más que atornillado,como movedizo. Pero el sugestivo planteamiento no encontró su correspondencia en un equilibrado logro, en la armonía de las partes. Algo recurrente en sus obras, en su estimable búsqueda de sacudir nuestros cuadriculados cimientos y convertirlos en bamboleantes andamios suspendidos sobre el vacio, miradas en abismo, como fue el caso de 'Donde sueñan las hormigas verdes (1984)', réplica apagada de su singular título. Aunque no lograda del todo, se acercó más a esa ruptura de límites en 'Grito de piedra' (1991), que en una obra más renombrada como 'Aguirre la colera de Dios' (1974) Sus tanteos llegan a ser quebradizos, irregulares, pero inspiradores ( o sugerentemente desestabilizadores) como 'Stroszek' (1977), 'Nosferatu' (1979) o 'Woyzek' (1979). O le sale una obra plena como 'El enigma de Kaspar Hauser' (1974). Enigmas y mirada en abismo, se conjugan admirablemente en este documental que se convierte en una reconstituyente experiencia de despertar de los sentidos, de 'habitar' musicalmente la duración del momento, de la relación con lo que nos rodea, a la par que horada nuestra mente para encontrar huecos en los que crezcan,se expandan y desplacen las interrogantes. Como los cocodrilos albinos, se pregunta, ¿qué ven cuando se miran, su reflejo, lo 'otro'? ¿Miramos como ellos esas pinturas rupestres de los primeros homínidos hace treinta dos mil de años? ¿Qué eran o éramos y qué somos? ¿Qué vemos? En un momento dado, comentan que el bello arco de piedra fuera de donde está la cueva, y sobre la que en varias ocasiones (entre)vuela la cámara a control remoto, pudo significar la representación de lo mágico, de lo asombroso, la fascinación de lo desconocido, que impulsa la emoción reverencia a la vez que incentiva a conocer, a cruzar ese 'umbral' para 'ver' qué hay más allá, qué hay tras un oscuro recoveco, tras nuestros propios límites. Este documental poema impulsa a serguir realizando esas interrogantes que posibilitan que habitemos esta vida con la mirada despierta.

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