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lunes, 17 de septiembre de 2012
Somos la noche
Para abrir boca con la próxima obra de Neil Jordan, ‘Byzantium’ (2012), con dueto de vampiras como protagonistas, sirve de suculento aperitivo la sugestiva producción alemana ‘Somos la noche’ (Wir sind die nicht, 2011), de Dennis Gansel, con cuarteto de vampiras protagonistas, que se estrena el próximo viernes. El proyecto, en un principio, cuando Gansel escribió el primer guión, en 1999, se llamaba ‘The dawn’ (El amanecer). Parecía que lo iba a dirigir la actriz Franka Potente, pero el fracaso de una producción de terror alemana, ‘Creep’ de Christopher Smith, retrajo los ánimos para invertir. Pero los proyectos sobre vampiros se reavivaron gracias al éxito de ‘Crepúsculo), lo que sumado a la buena recepción de la anterior obra de Gansel, ‘La ola’ (2008), una obra quizá más interesante en su planteamiento que en sus logros, propulsó el proyecto. Aunque ciertas similitudes en la premisa con ‘Crepúsculo’, la relación sentimental entre vampiro y humano, determinaron que se recurriera a otro guionista, Jan Berger, para que se realizara importantes cambios en el guión. No sólo logra desmarcarse de la soporífera y rancia saga de ‘Crepúsculo’, sino que aporta cierta singularidad en su planteamiento que transita varias sendas, sin entrar de lleno en ninguna, pero proporcionando muy atractivos ‘desvíos’ a un subgénero, el de los vampiros, un tanto desgastado. No apuesta por completo por el extrañamiento, la raíz de la mirada del fantástico, ni del terror, como tampoco se lanza a tumba abierta en su tan lúbrico como fúnebre romanticismo, en el filo de las sombras. Pero hay retazos o hebras de cada aspecto que da como resultado una vibrante y vivaz amalgama. Su condición de mixtura ya se manifiesta en las dos primeras secuencias, que sirven de presentación para las protagonistas.
En la primera, una de las grandes secuencias de la película, un travelling de retroceso recorre el interior de un avión en vuelo sembrado de cadáveres, hasta encuadrar, y presentar, a las tres vampiras que han realizado la masacre, cual perversa variante de las protagonistas de ‘Sexo en Nueva York’, Louise (Nina Hoss), la líder, Charlotte (Jennifer Ulrich) y Nora (Anna Fischer). En la secuencia ya destacan dos aspectos que marcan tono, cierta ironía cáustica, la excentricidad de ciertos detalles (Charlotte quiere acabar las dos páginas del libro que lee antes de ‘marcharse’, lanzándose fuera del avión) y el uso del fuera de campo (que será constante en otras secuencias de ‘acciones vampíricas’, y que denota la preferencia por la sutileza y recuperar ciertas esencias estilísticas del fantástico). La segunda secuencia narra, con intenso dinamismo, la persecución de una raterilla, Lena (Karoline Helfurth) por un policía, Tom (Max Riemelt), y que señaliza otra pauta estilística que linda con el vigoroso y adrenalínico thriller, que también se hace patente no sólo en las secuencias de acción (el enfrentamiento con la policía en el hotel) sino en el magnífico montaje secuencia que sintetiza el modo de vida de las vampiras.
Porque, otro aspecto o apunte sugerente, las vampiras se revelan como la representación del acceso a los lujos y privilegios de esta sociedad; el sueño de inmortalidad que no es sino el reflejo de ese anhelo de inmunidad que implica ya no sufrir las incertidumbres de las carencias materiales, como es el caso de Lena, motivo por el que se dedica a sus robos ( y como se ha intensificado en general en nuestra sociedad). O como dice Louise, o te adaptas a sus reglas, a su mundo, o creas la tuyas propias, tu propio mundo. Lena será mordida por Louise, como mordió a las otras, en la búsqueda de encontrar de nuevo a la mujer amada (y cree sentirlo rediviva en Lena). Además, se añade otro mordaz apunte con el hecho de que las vampiras hayan eliminado de la faz de la tierra a todos los vampiros masculinos. Como dice Louise: “ Eran muy escandalosos, ambiciosos y estúpidos. Los humanos mataron algunos y nosotras nos encargamos del resto. Juramos nunca morder a un hombre que tuviera el don. Por más de 200 años, ningún hombre sea mortal o inmortal me ha dicho qué tenía que hacer. Sin rey, ni jefe, sin esposo. ¿Qué mujer puede decir eso”. Doble emancipación, doble asalto al poder.
Pero donde la singularidad brilla más notoriamente es en el fascinante personaje de Charlotte, siempre con un libro en las manos, de glamourosa elegancia (que evoca los años 20, década de revoluciones estéticas femeninas), con gesto y aire indiferente, de distante desapego aderezado con una sombra melancólica, en contraste con la exuberancia festiva de Nora y su estética de ‘party girl’. Excelentes son las secuencias en la que Lena la sorprende viendo películas mudas, y se revela que fue actriz en aquellos años, cuando fue mordida por Louise antes de que llegara el sonoro; la que comparte con su hija, ahora nonagenaria, de contenido lirismo; o el ‘miau’ desafiante con el que recibe al comando de policías que entran a la carga en la habitación del hotel ( resuelta la escena con un admirable uso del fuera de campo), un ‘miau’ (que se puede escuchar de nuevo tras los títulos de crédito) que condensa la desafiante y estimulante transgresión que representa esta apreciable obra que recupera cierto reconstituyente sentido lúdico para un género últimamente demasiado encorsetado.
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'¿Cómo puede el director de 'Drácula', por muy autoreferenciadora y coñera que sea, revisitar con 'Twixt' el género hoy tan de moda y que él elevara a tal altura? Un saludo!!!!
ResponderEliminarParticularmente, me resulta mucho más estimulante y sugerente 'Twixt' que la muy irregular y deshilvanada 'Drácula' por muy apabullante que fuera su diseño visual.
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