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martes, 17 de julio de 2012
Robert Duvall, de Boo al Quijote, entre fantasmas
A veces, los fantasmas te los imaginas, el miedo trenza historias en los sótanos que se desconocen, en las sombras que se insinuan tras los umbrales. Pero la proyección no se corrresponde con lo real, y la pantalla es rasgada por una aparición insospechada, la de una calidez secuestrada entre tanto humano 'rabioso'. La aparición final de 'Boo' Radley (Robert Duvall), en 'Matar a un ruiseñor' (1962), de Robert Mulligan, transfigura el miedo en entrega, la repulsa en protección. Recupera la confianza en ver a los otros no como fantasmas amenazantes y tenebrosos sino como ruiseñores que nos pueden sorpreder y cautivar con un canto nunca escuchado, con un gesto siempre de bienvenida. Pocas apariciones tan conmovedoras como la de este personaje. Y pocos debuts tan imponentes como el de Robert Duvall. Quien si daba miedo, terror, es otro de sus grandes personajes, aquel oficial de andar achulado, pecho abombado, portando un sombreroo de oficilal yanki, al que le encanta el surf, y el olor del napalm porque huele a victoria, como no le importa ordenar a sus hombres que surfeen aunque caigan bombas: el capitán Kilgore de 'Apocalipse now' (1979), de Francis Coppola, con quien había establecido una más que frucífera colaboración. Con él encarnó a Tom Hagen, el consejero cabal, sobrio y discreto, luz de ecuanimidad entre las sombras, en las primeras dos partes de 'El padrino' (1972 y 1974), tuvo una breve, e inquietante, intervención en 'La conversación' (1974), y fue parte del reparto de 'Llueve sobre mi corazón' (1969). En los 60 había sido integrante pelele de la mezquina jauria humana de la mejor obra de Arthur Penn, 'La jauria humana', homófobo detective de policía en la excelente 'El detective' (1968), de Gordon Douglas, y se enfrentó en una especie de 'lance medieval' a John Wayne en 'Valor de ley' (1969), de Henry Hathaway. Protagonizó en los 70 la película más floja, y mecánica, de Sam Peckinpah (no le debió quedar remanente entrañas tras 'Quiero la cabeza de Alfredo Garcia') , 'Los aristócretas del crimen' (1975), con un personaje tan poco ejemplar, más bien cínico, como tampoco lo eran los de 'Network' (1976), de Sidney Lumet, 'Mash' (1970), de Robert Altman,'En nombre de la ley' (1971), de Michael Winner, o 'Joe Kidd' (1972), de John Sturges, con quien reincidió como oficial alemán en 'Ha llegado el águila' (1976). La década de los 80 supuso su asentamiento como estrella y actor de élite, o de panteón ( como llaman hoy a él y otros cuatro actores, Pacino, De Niro, Hopkins y Hoffman). Ganó el Oscar con 'Tender mercies' (1983), de Bruce Beresford, y un Globo de Oro por la miniserie 'Lonesome dove' (1987), de Simon Wincer, protagonizó la película que señaló la vuelta la redil de Dennis Hopper, 'Colors' (1988), pero lo más destacado que realizó en los 80 son las sugerentes 'Confesiones verdaderas' (1981), de Ulu Grosbard o 'El buque faro' (1986), de Jerzy Skolimovski. En los 90 ya era lugar común que su presencia impregnara de lustre a la película en que aparecía. Intervino en la única película digna de Joel Schumacher, 'Un día de furia' (1983), sugestiva pese al mismo Schumacher, en quizá la más insípida de Lasse Hallstrom, 'Algo de que hablar (1995),infectada por la sonrisa protésica de Julia Roberts, en la subvalorada 'Gerónimo' (1993), de Walter Hill, insufló cual, electroshock, de vida de elevación dramática a 'A civil action' (1998), de Steve Zaillian, en otra de sus más memorables creaciones , y dirigió su primera película, 'The apostle' (1997). En la siguiente década dejó su sello de personaje/actor de otra época ya preterita, en el estimable western 'Open range' (2003), género en el que reverdeció laureles, en la televisión, de la mano de Walter Hill, en 'Broken trail' (2007), participó en la interesante opera prima de Jason Reitman, 'Gracias por fumar' (2003), 'The road' (2009), de John Hillcoat, 'Crazy heart' (2009), de Wayne Kramer, y en la esplendida 'La noche es nuestra' (2007), de Jaes Gray. Entre lo próximo, 'Jayne Mansfield's car' (2012), de Billy Bob Thornton con quien ya trabajó en 'El otro lado de la vida' (1997), e interpretando a Don Quijote en 'The man who killed Don Quijote' (2012), de Terry Gilliam
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