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domingo, 15 de julio de 2012

Benicio Del Toro, el hombre que musitaba - Patrick Swirc

Photobucket En 'Sospechosos habituales' (1995), de Bryan Singer, la obra que propulsó la carrera de Benicio del Toro (fotografiado por Patrick Swirc), este prefirió sólo comentar al director cómo iba a interpretar a su personaje (alguien que habla para su 'nuez'), sin decírselo a sus compañeros de reparto (ni siquiera a Spacey, que es el que le había recomendado para el papel). Al ver que no entendían casi nada de lo que Del Toro 'musitaba', Gabriel Byrne se acercó a Singer para señalarle que no comprendían un carajo de lo que decía. Synger le contestó: 'Si no comprendes lo que dice quizás sea el momento de que dejemos que los espectadores se den cuenta de que realmente no necesitan saber lo que está diciendo'. También determinó la improvisación de una frase, de Kevin Pollak, que se convirtió en recurrente, '¿Qué dijiste?' (What did you say?'). Este actor portorriqueño que nació en San German, y creció en Santurce (el de la isla), dio sus primero pasos a mediados de los ochenta, interpretando a traficantes de droga en series como 'Corrupción en Miami' y apareció en un video de Madonna, 'La chica bonita'. Y tuvo su primera notoria oportunidad enfrentándose a James Bond en 'Licencia para matar' (1989), de John Glen. Interpretó al no muy receptivo marido del personaje de Rosie Perez en la excepcional 'Sin miedo a la vida' (1993), de Peter Weir, fue 'colega' de Javier Bardem en 'Huevos de oro' (1993), de Bigas Luna, gangster rival en 'El funeral' (1996) de Abel Ferrara o compañero de andanzas alucinatorias del personaje de Johnny Depp en 'Miedo y asco en Las vegas' (1998), de Terry Gilliam. Fue su interpretación, rebosante de sutileza y carisma, en 'Traffic' (2000), de Steven Sorderbergh, lo que supuso su consolidación y reconocimiento, y lo único casi en que coinciden en alabar los admiradores (entre los que me encuentro) y detractores de la película. A partir de entonces pudo aspirar a personajes más complejos (es decir, a poder elegir e incluso propulsar y apoyar proyectos). Aunque él, como sus compañeros de reparto, estén por encima de la propia película, como en la fallida y efectista '21 gramos' (2003), de Alejandro Iñarritu, que cortocircuita su potencial intensidad de emociones con un caprichoso juego de montaje, como también el espasmódico montaje amortigua la densidad emocional de 'El juramento' (2001), de Sean Penn. En los juegos formales ( o icónicos o narrativos o lo que sea) se diluyen 'Snatch, cerdos y diamantes' (2000), de Guy Ritchie, como 'Sin city' (2005), de Robert Rodriguez, ambas 'películas escaparate', superadas por otro thriller que pasó de tapadillo, 'Secuestro infernal' (2000), de ChristopherMcQuarrie. No carece de interés 'The hunted' (2003), de William Friedkin, pero no logra profundizar en ( o afilar las implicaciones de) su atractivo planteamiento. Algo parecido le ocurre a 'Che' (2008), de Steven Soderbergh, que se cortocircuita en su distanciamiento, quedándose en una tierra intermedia, entre las intenciones y los resultados. La discreta 'The wolfman' (2010), de Joe Johnston hace añorar lo que puedo haber hecho Mark Romanek. Más sugestiva, y más equilibrada, resulta 'Cosas que perdimos en el fuego' (2008), de Susanne Bier, en la que Del Toro ofrece una de sus más admirables interpretaciones.

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