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domingo, 29 de enero de 2012

J Edgar

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La última gran película de Clint Eastwood, 'J Edgar' (2011), un portento de precisión y sintesis, podría formar un impecable díptico con otra obra maestra, 'El buen pastor' (2005), de Robert De Niro, como dos implacables radiografías de dos figuras representantes del poder (de las sombras de dos manipuladores) durante un dilatado lapso de tiempo (con un paralelo retrato de esos tiempos, de las mentalidades dominantes, de los conflictos, intereses y enemigos en lid, e incluso,creados), estructuradas sobre la alternancia de tiempos. La de De Niro centrado en un agente de la CIA abarcaba cuatro décadas, desde la década de los 40. La de Eastwood se inicia en 1919, hasta 1972, ya con Nixon como presidente, y no es sino la puesta en escena de un relato, la versión de John Edgar Hoover, el primer director del FBI, que se mantuvo en su cargo desde su creación en 1924, que 'sobrevivió' a siete presidentes, algunos de los cuales no pudieron con él por mucho que intentaran destuirlo. Hoover sabía que el poder tiene una base muy firme en la información, y sus célebres archivos de escuchas, destruidos con su muerte, eran su seguro como su posibilidad de dominio del escenario (la extorsión sobre cualquier 'dezliz', factible de verguenza, sostenida sobre el miedo al quebranto de la imagen pública). Eastwood, apoyado en un excelente guión de Dustin Lance Black, se construye, audazmente (dinamitando los mecanismos de identificación; o desafiando al espectador a que sea capaz de comprender al personaje en toda su amplitud sin dejar dominarse por la visceralidad de los maximalismos), sobre el punto de vista de una personalidad, Hoover (formidable Leonard Di Caprio; cómo crea su personaje a través y desde de la mirada, con esas pupilas dilatadas que parecen cargadas de azufre, una mirada de furia abrasiva, obstinada) que representa el abuso del poder, y de ideas retrogadas, xenófobas (su enfrentamiento con los comunistas, el chantaje que intenta, al que desprecia con exacerbada virulencia, con Martin Luther King para que no acepte el Nobel de la Paz).
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Es admirable cómo construyen un personaje complejo, con todo su relieve, sus recovecos, sus carencias, sus miedos y vulnerabilidades, su soberbia (cómo reacciona despechado cuando es contrariado, haciendo uso automaticamente de abuso de poder), la relación de amor tan intensa, tan dependiente, con su madre (Judi Dench), el espejo sobre el que se edifica su personalidad e identidad ( la importancia del espejo, en el que se mira, y ejercita, para superar su tartamudez, cuando le supera la inseguridad, las frases que su madre le acucia a repetir para recobrar la firmeza; la rasgante secuencia de la noche de la muerte de su madre, en la que ante el espejo se pone el vestido de su madre, y llorando se arrebuja en posición fetal en el suelo frente al mismo); la singular relación de amistad, de complicidad, con su secretaria durante todo su cargo, Helen (Naomi Watts), que permite que hasta ella proteste porque le parece excesiva la violencia del texto anónimo que quiere dirigir a Luther King; y, en especial, qué bellamente está dibujado todo el proceso de relación con su segundo, Tolson (Armie Hammer), cómo está expresada la atracción sexul y afectiva, como el conflicto que sufre el mismo Hoover por tener que enfrentarse a unas pulsiones sexuales que su forma de pensar (bien apuntaladas por su madre: reconocerlo es quedarse expuesto al estigma y violencia del resto: sobre esa noción Hoover construira su posición de poder) rechaza. Cómo traza a traves de miradas y gestos esa atracción gestándose en la primera entrevista a Tolson para darle un puesto en el FBI, o en la cena que mantienen ambos cuando le ofrece que sea su 'segundo'; o la descarnada intensidad de la secuencia en el hotel cuando Hoover se deja llevar por el miedo hacia el deseo que siente y se echa atrás, preguntándole a Tolson sobre qué le parece Dorothy Lamour como posible esposa, y la desgarrada y violenta reacción de Tolson que no acepta esa represión de deseos y emociones de Hoover.
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Es bellísima, de un lirismo lacerante, la secuencia final en la que Tolson cubre el cadáver de su amado (de las más bellas y emotivas rodadas por Eastwood). Y qué decir de la secuencia que plantea un giro radical a la narración ( y quien prefiera no saberlo que no siga), la secuencia en la que Tolson cuestiona lo que ha escrito (dictado) Hoover en sus memorias, que replantea como falso muchos de los eventos de los que hemos sido testigos en la narración (acciones que se había adjudicado como mérito generalmente). Un giro admirable en la construcción dramática (lo visibilizado era falso), que incide en una cuestión recurrente en el cine de Eastwood, la imagen del poder, o el uso que el poder hace de la imagen (la versión capciosa conveniente), desde la reflejada en una declaración televisiva en 'Poder absoluto', a las fotografías falsas de 'El intercambio' o 'Banderas de nuestros padres' pasando por el desfile final de 'Mystic river' como institucionalización de una mentira que oculta un crimen, una aberración, que sepulta y omite la verdad. En esta gran secuencia ( porque la mentira es desvelada al espectador por aquel a quien ama, amor que ha mantenido oculto, secreto; lo más auténtico de su vida lo ha disimulado como amistad, vida de representación) no sólo se transfigura lo relatado hasta entonces,y revela la falacia de la mirada institucionalizadora, sino que se ofrece todo un momento de genuina emoción desnuda: Hoover es capaz de besar a su amado en la frente, y apretar su mano, sin dejarse llevar por el despecho cuando le replican o contrarian,e incluso comportándose humilde y generoso. Qué asombrosa manera de exponer un relato que condensa un amplio lapso de tiempo, y de acontecimientos ( y realizando constantes saltos en el tiempo) con una concisión, y un sentido eliptico, proverbiales, conjugando analisis (una mirada reflexiva nada complaciente y sí agudamente crítica) y emoción (la empatia de la mirada serena y comprensiva), dejando espacio para que el espectador vea con el adecuado relieve a personaje y acontecimientos. Eastwood sigue en estado de Gracia.

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