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jueves, 2 de septiembre de 2010
Ingrid Thulin, entre la máscara y la carne
Ingrid Thulin, fotografiada por Sandro Bechetti. Esta esplendida actriz sueca fue uno los epifánicos rostros que hizo rasgante nervio del tumulto de emociones que palpitaban en las descarnadas espeleologías del cine de Ingmar Bergman, desde su primera colaboración en 'Fresas salvajes' (1957) hasta 'Después del ensayo' (1984), realizando memorables interpretaciones, trémula carne que sacudía en vidrio de las máscaras, en ambas como en 'El rostro' (1958),, 'Los comulgantes' (1962), donde alcanza cotas sobrecogedoras (pocas veces el primer plano ha perforado un rostro de un modo tan revelador y sublime), 'El silencio' (1963), donde el silencio de su rostro es puro griterío desgarrado en su mordaza, 'La hora del lobo' (1968) o 'Gritos y susurros' (1973). También trabajó para Vincente Minelli en 'Los cuatro jinetes del apocalipsis' (1962), en la que fue doblada al inglés por Angela Lansbury, con Luchino Visconti en la que me parece su más floja obra, la autocomplaciente 'La caída de los dioses' (1969) o Alain Resnais en la muy sugerente 'La guerra ha terminado' (1966). Dirigió dos largometrajes, 'One and one' (1978) y 'Brusten himmel' (1982)
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