Mira, no veas,
escucha, no oigas. En la primera secuencia de Jack Reacher (2012), de Christopher McQuarrie, la primera de las
dos adaptaciones cinematográficas del personaje creado, y desarrollado en
veinticuatro novelas, por el escritor británico Lee Child (1954), un
francotirador dispara cinco personas. Pero no es solo un hecho violento. Una
violencia que irrumpe de modo fatal para esas cinco personas. Las apariencias
son un abismo y una cortina de humo. La observación atenta y el análisis de los
hechos revela que cuatro muertes son solo un modo de disimular un objetivo. Me manipularon, Hay capas sobre capas aquí,
dice Reacher en cierto momento de Mañana
no estás (Eterna cadencia/Blatt & Ríos), publicada originariamente en Estados
Unidos el 2009. Su comienzo también es tan impactante como enigmático. En un
vagón de metro, a las dos de la madrugada, junto a otras cinco personas,
Reacher intenta descifrar si el comportamiento de una mujer se ajusta los doce
puntos que sirven para identificar a una posible terrorista suicida. Su
análisis es minucioso. En principio, piensa que los signos corroboran esa
impresión. Pero los hechos, y los acontecimientos que se irán encadenando a lo
largo del desarrollo de la novela, evidenciarán que nada es lo que parece, y
que ni esa mujer era una terrorista suicida ni el resto de integrantes del
decorado son casuales figuras. La realidad es una intrincada espesura de
simulaciones y manipulaciones, y Jack Reacher, ex policía militar que abandonó
a los 36 años su profesión para convertirse en una figura errabunda que se
caracteriza por ser probablemente el
único hombre en el mundo sin móvil, además de ser un experto hombre de
acción es un inquieto descifrador de esa difusa espesura: Había extraños comentarios a medias, matices raros, algunas pequeñas
implicaciones fuera de tono. Reacher escruta, explora, los gestos y las
conductas, las palabras y las omisiones, y especula para intentar contrarrestar
esa tendencia a confundir mediante las escenificaciones y la ocultación de lo
que puede resultar comprometedor. La
gente ve lo que quiere ver, siempre ha sido así, y siempre lo será. Y de
eso se aprovechan quienes dominan el escenario geopolítico, pero también
quienes son sus actores en cualquier
escala. Reacher se esfuerza, porque su carácter le impulsa a comprometerse con
los hilos sueltos que percibe como daños colaterales de esas actitudes
mezquinas, en reparar, que es también neutralizar, no la avería sino el
desquiciamiento de un sistema.
Reacher se interna en las secuelas de un conflicto que se arrastra como una sombra corrosiva desde dos décadas atrás, porque los monstruos siempre reaparecen para dejar constancia de los despropósitos o de las contradicciones de un sistema que durante un periodo de tiempo considera aliado a quien décadas después concebirá como su mayor enemigo. Por lo que el pasado debe ser borrado. Si cambia el escenario debe neutralizarse el mismo pasado como si no hubiera existido. Si tras el atentado del 11/S Osama Bin Laden se convirtió en el principal enemigo de una nación no pudo ser aliado en cierto momento, cuando para las circunstancias sí era conveniente. No importan tanto las interrogantes tipo ¿Por qué hizo eso a dos seres humanos? porque incluso quien la plantea ha realizado las más crueles aberraciones a otro ser humano. Prima la doblez y el cinismo, el instinto reptiliano y la conveniencia. Si el ser humano quiere ver lo que quiere ver, se nutre esa inclinación con las oportunas omisiones o manipulaciones de las apariencias, con la aviesa configuración del relato de lo que fue o no fue. En cierto momento, alguien señala a Reacher que, como es una figura errabunda sin raíz ni residencia fija ni vínculo alguno, para ti es distinto. Si quieres mañana no estás. Yo no. Yo vivo aquí. Pero esa concepción de mañana no estás (tomorrow gone) se puede ampliar a ese escenario geopolítico también definido por los borrados convenientes de las alianzas que se prefieren no recordar cuando cambia de modo drástico el escenario de rivalidades y hostilidades. Cuestionable es una palabra larga y complicada para todos nosotros. Doce letras, e implicaciones que podrían llenar todo un manual.
El extraordinario arranque narrativo es, por otra parte, una muestra del impecable montaje secuencial de una novela que progresa como una dinamo que no desfallece un instante. Gradúa los ritmos y las intensidades con una elaborada modulación. McQuarrie logró materializar su correspondencia cinematográfica en Jack Reacher, y la afinó aún más en las dos obras que ha dirigido de la franquicia Misión imposible, Misión imposible: Nación secreta (2015) y Misión imposible: Fallout (2018). Ambas un portento de montaje de acciones, equiparables al de Skyfall (2012), de Sam Mendes o Ronin (1998), de John Frankenheimer. La sucesión de frases cortas de Child, cual metralleta que rapta la respiración nunca pierde foco ni se atropella. Se describen minuciosamente acciones pero también procesos mentales. La realidad, su materialidad, su condición de espesura de signos por descifrar, se detalla, escruta minuciosamente. Cada gesto es un universo que explorar. Cada acción es un eslabón en una cadena. En pocas líneas puede condensar un modo de vida, una vida particular que es muchas vidas como la suya, a la vez que la observación define al observador. Vi cómo sus ojos se quedaban sin expresión. Quizás estaba repasando mentalmente casos viejos. Casas adosadas, calles arboladas, abogados viviendo la gran vida a costa del dinero del fideicomiso de sus clientes, incapaces de resarcirse, escabulléndose por anticipado de la vergüenza del escándalo y la inhabilitación. O maestros, con alumnas embarazadas. U hombres de familia, con novios en Chelsea o en el West Village. Policías locales, llenos de tacto y de una áspera simpatía, grandes e intrusivos en las viviendas pulcras y tranquilas, revisando la escena, estableciendo hechos, escribiendo informes, cerrando expedientes, olvidando, pasando a lo que viniera después, sin que les importe cómo y dónde y por qué. Child condensa en una figura anómala (el único hombre en el mundo sin móvil) la mirada despierta que se margina del sistema, como una frontera ambulante, el hombre errante, como las figuras míticas del Oeste, resolutivo con su cuerpo entrenado y su mente analítica, que interviene para neutralizar a los monstruos que se revuelven contra el monstruo del sistema. Es un análisis de coste-beneficio ¿Tres personas inocentes versus una gran cuestión geopolítica? ¿Tú qué harías?
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