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domingo, 11 de octubre de 2020

Los días luminosos (Acantilado), de Zsuzsa Bánk,

No sé por qué me eligió justo a mí y me invitó a entrar en su vida, una vida que era distinta a la que yo había tenido hasta entonces, diferente de cuanto conocía; una vida que me parecía lejana, más grande y amplia que la mía, y que se desarrollaba en un lugar sin tiempo ni fronteras. No sé qué le atrajo a mi lado, qué la empujó hacía mí en vez de hacia los demás y nos unió, no sé qué hace que las personas nos elijamos las unas a las otras. La singularidad de los cruces de la vida y los destinos compartidos. ¿Sintonía o mera coincidencia en el tiempo y el espacio?  ¿Podían haber sido otras las narrativas de cada vida? En la extraordinaria Los días luminosos (Acantilado), de la escritora alemana  de ascendencia húngara, Zsuzsa Bánk (tan exquisitamente modulada su escritura, como en la previa El nadador, que parece una coreografía), Seri y Aja se convierten en amigas desde niñas, pero esas preguntas también sobrevuelan a través de otros personajes, como la madre de Aja, Evi. Era como si tratara de vivir las otras vidas que descubría cada vez que metía el papel fotográfico en un recipiente (…) quizá fue por los desconocidos que aparecían en las fotografías reunidos con sus familias y que, con sus fiestas y excursiones, le recordaban sin cesar lo que ella y Aja no tenían. Pero cómo nos sentimos puede que no coincida con la narrativa que los otros se crean sobre nosotros, según la imagen que proyectamos, según lo que supone para esos otros nuestra actitud o conducta, como la madre de Seri sentía al lado de Evi algo que no existía en otro lugar y que, más adelante, estuvimos buscando en vano en otros sitios. Evi es como una paradoja ambulante, una mujer que parece rebosar moratones porque no deja de tropezarse con la realidad pero fue funambulista en un número circense, un funambulismo que parece ampliarse a su forma de habitar la realidad, como si tuviera la mirada puesta en algo que era invisible para mi madre. Otras fronteras, un lugar sin tiempo. Vida como sucesión tropiezos y anhelo de fugas (los sueños, la imaginación, la sensación de inmunidad, la liberación de responsabilidades, la sombra permanente de lo que puede ser)

Dejamos atrás los días luminosos en que saltábamos ligeros a través de los minutos y las horas, girábamos en círculos siempre alrededor de nosotros mismos, en nuestro minúsculo y delimitado mundo (…) nunca habíamos tenido que preocuparnos por nada porque aquel mundo no requería nuestra intervención y seguía moviéndose ininterrumpidamente al mismo compás, con la misma melodía. La amistad de Seri y Aja resiste los avatares del tiempo, de las nuevas direcciones y cruces,  pero también dispone de alternancias y variaciones. Ha cambiado mi forma de ver las cosas; mi punto de vista sobre Karl y Aja, sobre cuánto podía ver en su interior, se ha modificado en innumerables ocasiones, a veces solo en un instante (…) de vez en cuando hemos caminado en direcciones opuestas como si solo deseáramos distanciarnos de los demás sin darnos cuenta ni poder explicar el motivo. Las relaciones y sus modificaciones, como una muda en progreso, pero también vulnerables al deterioro. Ese mismo pasado de infancia compartido se convierte en refugio. La luz de un faro que nunca se apaga. Quizá durante toda su vida, se consolaría con el recuerdo de aquel verano, sólido como una fortaleza a la que podía regresar para refugiarse con el pensamiento siempre que podía evadirse. El curso de la vida depara imprevistos, decepciones, revelaciones que trastocan la misma percepción de la vida, de los demás y uno mismo. Puedes descubrir que tu esposo mantuvo otra relación durante veinte años con otra mujer sin tú saberlo: ¿Cómo reaccionas? ¿Sigues el rastro de esa mujer como si de ese modo pudiera perfilar la imagen de una realidad que más bien ha revelado brechas inadvertidas? Puedes descubrir que tu madre biológica no es quien imaginabas. ¿Cómo encajas esa revelación? ¿Cómo reconfiguras las relaciones? En la vida todo puede cambiar de un segundo a otro. Un día tu hermano pequeño ya no está contigo, ha desaparecido, y nunca sabrás más de él. ¿Hay alguna manera de percibir la realidad para encontrar el patrón que haga comprensible sus pautas? ¿Hay en su aleatoriedad algún designio o sus trazos se asemejan más a la combustión espontánea o un truco de magia que no sabrás cómo se realizó ni nunca recuperará lo que destripa la ilusión como si fuera solo un vacío?. Hoy creo que Karl empezó a hacer fotografías porque nunca pudo compartir la visión de lo que otros consideraban importante, porque quería desviar la mirada hacia otras cosas que suceden al margen y porque no encontró ningún trabajo en que dos segundos resultaran tan decisivos. (…) dos segundos que bastaban para entrar en un coche y cerrar la puerta, dos segundos que bastaban para sacar una fotografía., pulsar el disparador y soltarlo.

La vida se constituye de sombras y heridas y vacíos. Añicos que esforzarse en recomponer. Ausencias que parecen irremediables, por la distancia interpuesta, por la separación, por la pérdida. Todos nosotros luchábamos contra un vacío que, aunque no podíamos llenar con nada, era el punto donde convergían los hilos de nuestras vidas. La vida se constituye en un ejercicio constante de equilibrio funambulista. Las sombras mismas, como paradoja, unen como la necesaria red. La consciencia y asunción de las magulladuras no ciega como las corazas y máscaras que interponen. Mientras nosotros crecíamos, el mundo seguía girando indiferente y nuestras manos hacían lo posible para no perder el equilibrio, para no tropezarse ni caer de tal manera que les costara demasiado levantarse. La vida se constituye en una sucesión de enigmas e interrogantes aunque la cuerda de las rutinas y de las costumbres parezca empantanarlas y neutralizarlas, para no sentir el helado viento que entra por las rendijas. Pero quien sabe deletrear tanto las sombras como los días luminosos sabe que las interrogantes son las llaves de acceso a los múltiples ángulos que mantienen despierta, en vilo, nuestra mirada. Tu madre también fue una niña aunque te hayas habituado a verla como madre, y tú serás un adulto que recuerdas haber sido una niña. A menudo me pregunto en qué momentos nos convertimos en lo que somos de adultos, quiénes eran nuestras madres antes de empezar a ser como las conocemos hoy. Y los otros son una materia elástica que nos esforzamos en retener en una imagen nítida, como si antes fueran cosa o representaciones que emociones sujetas a sus vaivenes. A menudo me he preguntado si podemos ver a los demás como son, si podemos conocer su interior o si solo vemos lo que ellos nos permiten. En parte, esa dificultad para discernir a los demás, pero también a uno mismo, se debe al influjo de las mentiras y las invenciones, los relatos que inventamos para los demás, los relatos con los que nos explicamos a nosotros mismos, por lo que la concepción de la realidad y de nosotros está en buena medida definida por los relatos más que por el discernimiento. Quizás todos estuviéramos atrapados en una red en la que ya no nos reconocíamos a nosotros mismos. (…) Quizá todos hubiéramos dicho mentiras en las que los demás se habían quedado atrapados. Aja descubre que su madre es una película, porque descubre a través de una película quién era su madre biológica. El acróbata Zigi, el amor que va y viene de Evi, soñaba con cosas que luego incorporaba en su vida, afirmando que habían sucedido de verdad. En esa espesura de realidad, tan imprevisible como difusa, brillan días luminosos, en los recuerdos y en impredecibles fulgores del presente que sorprenden como una acrobacia, como el tacto de los pies descalzos en la hierba mientras se siente el viento surcando la piel en el silencio que se extiende alrededor, como si contuviera múltiples narrativas posibles, interrogantes para descubrir, al fin y al cabo, la singladura del asombro, las preguntas que no cesan ante las incógnitas que nos rodean, y de las que estamos constituidos. En la coreografía de esta narración palpita, celebrativa, esa mirada, como si aún no estuviera todo dicho, como si aún quedara algo por descubrir o siquiera echando en falta una explicación que creía poder encontrar allí.

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