No sé por qué me eligió justo a mí y me invitó a entrar en su vida, una vida que era distinta a la que yo había tenido hasta entonces, diferente de cuanto conocía; una vida que me parecía lejana, más grande y amplia que la mía, y que se desarrollaba en un lugar sin tiempo ni fronteras. No sé qué le atrajo a mi lado, qué la empujó hacía mí en vez de hacia los demás y nos unió, no sé qué hace que las personas nos elijamos las unas a las otras. La singularidad de los cruces de la vida y los destinos compartidos. ¿Sintonía o mera coincidencia en el tiempo y el espacio? ¿Podían haber sido otras las narrativas de cada vida? En la extraordinaria Los días luminosos (Acantilado), de la escritora alemana de ascendencia húngara, Zsuzsa Bánk (tan exquisitamente modulada su escritura, como en la previa El nadador, que parece una coreografía), Seri y Aja se convierten en amigas desde niñas, pero esas preguntas también sobrevuelan a través de otros personajes, como la madre de Aja, Evi. Era como si tratara de vivir las otras vidas que descubría cada vez que metía el papel fotográfico en un recipiente (…) quizá fue por los desconocidos que aparecían en las fotografías reunidos con sus familias y que, con sus fiestas y excursiones, le recordaban sin cesar lo que ella y Aja no tenían. Pero cómo nos sentimos puede que no coincida con la narrativa que los otros se crean sobre nosotros, según la imagen que proyectamos, según lo que supone para esos otros nuestra actitud o conducta, como la madre de Seri sentía al lado de Evi algo que no existía en otro lugar y que, más adelante, estuvimos buscando en vano en otros sitios. Evi es como una paradoja ambulante, una mujer que parece rebosar moratones porque no deja de tropezarse con la realidad pero fue funambulista en un número circense, un funambulismo que parece ampliarse a su forma de habitar la realidad, como si tuviera la mirada puesta en algo que era invisible para mi madre. Otras fronteras, un lugar sin tiempo. Vida como sucesión tropiezos y anhelo de fugas (los sueños, la imaginación, la sensación de inmunidad, la liberación de responsabilidades, la sombra permanente de lo que puede ser)
Dejamos atrás los días luminosos en que saltábamos ligeros a través de los minutos y las horas, girábamos en círculos siempre alrededor de nosotros mismos, en nuestro minúsculo y delimitado mundo (…) nunca habíamos tenido que preocuparnos por nada porque aquel mundo no requería nuestra intervención y seguía moviéndose ininterrumpidamente al mismo compás, con la misma melodía. La amistad de Seri y Aja resiste los avatares del tiempo, de las nuevas direcciones y cruces, pero también dispone de alternancias y variaciones. Ha cambiado mi forma de ver las cosas; mi punto de vista sobre Karl y Aja, sobre cuánto podía ver en su interior, se ha modificado en innumerables ocasiones, a veces solo en un instante (…) de vez en cuando hemos caminado en direcciones opuestas como si solo deseáramos distanciarnos de los demás sin darnos cuenta ni poder explicar el motivo. Las relaciones y sus modificaciones, como una muda en progreso, pero también vulnerables al deterioro. Ese mismo pasado de infancia compartido se convierte en refugio. La luz de un faro que nunca se apaga. Quizá durante toda su vida, se consolaría con el recuerdo de aquel verano, sólido como una fortaleza a la que podía regresar para refugiarse con el pensamiento siempre que podía evadirse. El curso de la vida depara imprevistos, decepciones, revelaciones que trastocan la misma percepción de la vida, de los demás y uno mismo. Puedes descubrir que tu esposo mantuvo otra relación durante veinte años con otra mujer sin tú saberlo: ¿Cómo reaccionas? ¿Sigues el rastro de esa mujer como si de ese modo pudiera perfilar la imagen de una realidad que más bien ha revelado brechas inadvertidas? Puedes descubrir que tu madre biológica no es quien imaginabas. ¿Cómo encajas esa revelación? ¿Cómo reconfiguras las relaciones? En la vida todo puede cambiar de un segundo a otro. Un día tu hermano pequeño ya no está contigo, ha desaparecido, y nunca sabrás más de él. ¿Hay alguna manera de percibir la realidad para encontrar el patrón que haga comprensible sus pautas? ¿Hay en su aleatoriedad algún designio o sus trazos se asemejan más a la combustión espontánea o un truco de magia que no sabrás cómo se realizó ni nunca recuperará lo que destripa la ilusión como si fuera solo un vacío?. Hoy creo que Karl empezó a hacer fotografías porque nunca pudo compartir la visión de lo que otros consideraban importante, porque quería desviar la mirada hacia otras cosas que suceden al margen y porque no encontró ningún trabajo en que dos segundos resultaran tan decisivos. (…) dos segundos que bastaban para entrar en un coche y cerrar la puerta, dos segundos que bastaban para sacar una fotografía., pulsar el disparador y soltarlo.
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