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domingo, 1 de marzo de 2020

Mr Denning asesino

En el principio, el desasosiego. La producción británica Mr Denning asesino (Mr Denning goes north, 1951), de Anthony Kimmins, en la que Alec Coppel adapta su propia novela, se inicia con un plano subjetivo que es una distorsión. La distorsión de un desasosiego. Un plano en un tribunal desde la perspectiva del acusado (del que sólo se ven las manos con gesto implorante), y la inclemente actitud del portavoz del jurado y del juez. Es una pesadilla de Denning (John Mills). El primer tramo de la narración se teje sobre esa la alteración de su conducta, que nadie entiende por qué se define por la intemperancia o la imprudencia. Su misma hija, Liz (Eileen Moore), siente que algo extraña le pasa, pero su madre, Kay (Phyllis Calvert), no puede aclararle qué, aunque por instante su gesto se demuda cuando la hija pregunta si debe a que hay otra mujer. En la empresa, en la que Denning es ingeniero aeronáutico, se comporta como si estuviera desbocado, como cuando prueba un avión poniendo en riesgo su vida, o susceptible y errático. El contable, que es quien, en el sueño, representaba al juez, cuestiona su irresponsable actitud. ¿Qué es lo que le sucede?
El segundo tramo de la narración es el esclarecimiento del porqué de esa alteración de conducta, en suma, de su desasosiego. Denning le revela a Kay cómo, cuando su hija reveló que estaba enamorada de un hombre, Mados (Herbert Lom), de cuyas intenciones Denning no se fiaba, y el cual en la pesadilla era el portavoz del jurado, decidió sobornarle para que dejara de salir con Liz. Mados aceptó pero, con arrogancia, le hizo saber que no dejaría de verla. Denning no pudo contenerse y le dio un puñetazo, con tal mala suerte que en su caída se golpeó, fatalmente, la cabeza. El jurado es el sentimiento de culpa, el cual, combinado con el miedo de ser condenado por su infracción, simbolizado en quien representa la contabilidad de los errores y la negligencia, es lo que le suscitaba desasosiego.
El tercer tramo de la narración se define por las paradojas (y el humor negro). Su escenificación, qué escenario crea para que parezca un accidente, y no lo asocien con él, e incluso se complique la identificación del cadáver, parece dirigirse al vacío cuando, tras que pasen los días, no hay noticia alguna de que haya sido descubierto. Denning se encontrará en circunstancia paradójica de tener que realizar las pesquisas correspondientes para averiguar qué fue del cadáver porque no está donde él lo dejó, lo que inhabilita su escenificación. El hombre de orden, el hombre que posibilita que los aviones vuelen, se encuentra en la tesitura de transitar en una combinación de deriva y direcciones alteradas, como si tuviera que ir en dirección contraria para reajustar la representación de realidad. Irónicamente, las figuras vinculadas que pueden indicarle qué pudo suceder son precisamente figuras nómadas, gitanos, en equivalencia con una realidad de piezas móviles que parecen haberse recombinado creando un desorden que es puro absurdo. Las apariencias y lo real se combinan de tal manera que resulta imprevisible qué resultado generará, si será una apariencia de realidad que le complique la vida y le señale como el infractor o a la inversa. Todo será una cuestión de aleatoriedad que, incluso, puede hacer parecer como no plausible lo que realmente es.

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