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martes, 3 de marzo de 2020

Escándalo En Rudford

Una vida en suspensión, como un verso enredado en las verjas de la prosa. ¿Cuál es la narración de la propia vida?¿Se ha estancado?¿Dónde quedaron las agitadas aguas de los sueños, las aspiraciones, y las ilusiones?¿Se interpuso, encostró, un dique que solidificó una vida en suspensión? En la secuencia inicial de la producción británica Escándalo en Rudford (Personal affair, 1953), última obra de de Anthony Pelissier, Stephen Barlow (Leo Genn) lee unos poemas durante su clase de latín. Barbara (Glynis Johns), una alumna, de 17 años, le observa con expresión arrobada, como si su respiración fuera raptada, rapto que siente como ascensión. Esa adolescente sigue, en la distancia, a su profesor por los caminos de esa población rural, hasta que él es recogido, en coche, por su esposa, Kay (Gene Tierney). La mirada de ambas mujeres se cruzan. No es sólo que una reconozca otra mirada admiradora del hombre que ama, sino que desnuda la inseguridad. Para él esa chica es la interrogante que le enfrenta a su pasado, a quien fue con aquella edad, para ella esa chica es la interrogante que enfrenta a un futuro que teme, porque hace sentir frágil el presente. Una mira a un hombre como la ilusión que hace sentir que la vida puede ser como esa recta por la que le sigue a él, una recta sin final. Otra mira a un hombre como el cuerpo que quizá ya no esté porque su mirada se dirige hacia otro horizonte, otro cuerpo, que la despoja definitivamente de su ilusión. Esa noche los miedos y las realidades se enfrentan, como un cortocircuito, y el cuerpo de la naciente ilusión desaparece. Una elipsis hurta lo que pudo pasar, y los pensamientos que puede suscitar en el espectador son los que suscita en los otros habitantes de la comunidad. ¿Por qué desapareció Barbara? ¿Fue Barlow el responsable, simplemente huyó por la decepción, o el azar dispuso que otra amenaza se cerniera sobre ella?
Para aumentar las interrogantes, se sustrae el diálogo de esa última conversación entre el profesor y Barbara, que acontece en el dique que separa las aguas tumultuosas de las calmas. ¿Qué es lo que él le dice? Una conversación, además, generada por la impetuosa, e insegura, reacción de Kay, desesperada estrategia de combate, quien no pudo evitar exponerle a Barbara la imposibilidad de su ilusión, lo que determinó que Barbara, al ver expuesto su enamoramiento en la distancia, se marchara azorada, y que el profesor saliera en su búsqueda ¿Para calmarla? Durante el desarrollo del relato se suceden, proyectan, las especulaciones, sobre cuál era el vínculo entre ambos, y qué sentían. Son proyecciones desde el miedo y la inseguridad. Kay no puede evitar proyectar el temor de que él la correspondiera y la amara también. El padre de Barbara, Henry (Walter Fitzgerald), que el profesor abusara, con su capacidad persuasiva, de su posición. Pero ambos se definen por una actitud ecuánime, por lo cual forcejean con sentimientos y pensamientos encontrados. Sólo la tía de Barbara, Evelyn (Pamela Brown) introduce en la ecuación la inquina y la amargura, y por tanto el pensamiento negativo, insidioso, porque proyecta su frustración, su sueño truncado, ya que veinte años atrás se enamoró de un profesor, y desde entonces su vida se tornó en lo mismo que una hoja seca. También mira al pasado, y esa mirada emponzoña su intervención virulenta.
Pero, aún así, no es una narración que acentúe la turbiedad o crispación, pese a que el profesor, durante tres días, se convierta en el sospechoso principal, e incluso sea despedido del colegio, sino la melancolía, el desvalimiento de las emociones, de los padres, que se confrontan con la posibilidad de que, si su hija ha muerto, su futuro sea un vacío, como dos figuras tristes que envejecen, y el de Kay que presiona como en la siguiente frase recula, como si fuera ese dique entre aguas calmas y tumultuosas, entre el amor que siente por su marido y su miedo. Los personajes se enfrentan a ese descascarillamiento de sus sueños, a su fragilidad, a lo que podría ser desprovisto, o a lo que les fue despojado. En qué se ha convertido su vida, y en qué podría convertirse. Vidas en suspensión. La desaparición es como si nos despojaran de un primer plano en una vida definida por la intemperie de un plano general. Por eso, la conmovedora belleza de ese primer plano que confronta con la inexorable desilusión, y de ese plano general de una reconciliación en el espacio en suspensión entre las aguas calmas y tumultuosas.

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