Translate
lunes, 29 de junio de 2015
Mad Max: Fury road
Se puede abordar Mad max: Fury road (2014), de George Miller como la película que es, y como lo que representa. Se puede abordar desde la película en sí, o desde la impresión en el espectador. Se puede reflexionar sobre las entrañas y superficies de su texto, y se puede reflexionar sobre el fenómeno de impacto social en que se convirtió, tanto que se puede decir que este año, hasta ahora, es el fenómeno cinematográfico que más entusiasmos ha generado. Se puede reflexionar desde cualquiera de esos diferentes ángulos sin dejar de pestañear perplejo por el desorbitado calado en tan variado espectro de espectadores. Y aunque en las superficies de las impresiones no se desvele, porque poca reflexión ha generado, resulta bastante comprensible su impacto en el atribulado y enrabietado inconsciente colectivo.
1.Tom Hardy interpretó al protagonista que daba título a 'Locke' (2014), de Steven Knight. Un hombre solo, un escenario, un coche en movimiento, las acciones son una sucesión de llamadas telefónicas. Despojamiento: el centro es el personaje, el actor. El desafío, dotar con el montaje del necesario dinamismo que no implique distracción sino concentración dramática, una progresión acorde a la evolución del personaje. Tom Hardy interpreta al protagonista que da título a 'Mad Max: Fury road' (2015). Es un personaje solitario, errabundo, pero no está solo, sino rodeado de muchos personajes, la mayor parte de los cuales le persiguen, estén vivos o muertos. Hay abundantes coches, múltiples coches, y casi se convierten en protagonistas por encima de los personajes humanos que los conducen. El escenario son los coches y el espacio despojado de un desierto cuya extensión deja muchas opciones para sus maniobras y manifestaciones expresivas o desfiladeros angostos que pueden entorpecer su marcha, porque el trayecto dramático es un trayecto de avances, fugas, colisiones, interrupciones y abordajes, un trayecto de ida y vuelta, porque la meta no está donde se supone que debe estar y hay que regresar a la raíz porque en la raíz está el germen de una podredumbre que debe ser extirpada para poder proyectar de modo efectivo una transformación que implique mejora.
Max y Locke son personajes en conflicto, personajes que bregan con decisiones pretéritas erróneas o funestas que les persiguen. A Max le persigue el fantasma de la muerte en forma de niña, y necesita redimirse salvando a otros aunque no lo sepa, y tome consciencia de ello en su trayecto, impelido por unas circunstancias que le determinan a tomar unas decisiones, a tomar una dirección u otra, sea la que le mantenga aislado del resto del mundo, cautivo de su dolor y culpa como una sombra errante, o la que le implique en la colaboración con otros para enfrentarse a quienes imponen su voluntad y ejercen la violencia e infligen daño sin escrúpulo alguno. En ese trayecto será fundamental su reflejo mutilado en el espejo, una mujer a la que le falta medio brazo, y pelo rasurado como si se hubiera despojado de género y fuera la conjunción de ambos, el pelo de una condenada que se subleva contra sus grilletes, no sólo los de su género. En su nombre, Furiosa (Charlize Theron) se refleja que es la encarnación de ese camino de furia al que hace alusión el título. Es la determinación y la consciencia. Se ha decidido a enfrentarse a quien abusa de su poder, Immortan Joe (Hugh Keays Byrne), y sustrae el símbolo del mismo, su harén de jóvenes esposas, para dirigirlas a un espacio con impronta mítica porque es un espacio del pasado, y en la añoranza y los sueños los espacios son duraderos, no se deterioran ni se desvanecen.. Es la consciencia de una necesidad de redención, de dejar de ser quien no se quería ser, una esbirra de una estructura social injusta definida por la jerarquía abusiva y el dominio de los recursos (como ejemplifican los infrahumanos que esperan que les lancen desde las alturas el nutriente líquido: en nuestra sociedad, un abismo separa los extremos sociales tal es la envergadura de la diferencia en el beneficio de los recursos económicos, y se ha ido acrecentando esa desproporción).
Max y Furiosa son el reflejo de un descontento social persistente, ese que genera impotencia, sin encontrar la suficiente capacidad resolutiva colectiva para transformar un estado de cosas social sostenido sobre el desequilibrio y el abuso o imposición. El ensimismado en su pena, el hombre que ya no cree, escéptico, pero nada hace, sino más bien se repliega y aparta, Max, y la mujer que decide actuar, que hace de la furia gesto de sublevación y disidencia, gesto constructivo que se hace movimiento, dirección, creación de un nuevo espacio, siembra de otra realidad que considera posible. Aunque colisione con la decepción, la consciencia de que el espacio mítico, el espacio de la nostalgia, añorado, ya no exista. Fue una posibilidad extirpada por una predominante tendencia humana a la destrucción y al abuso. Y la revolución se revuelve y retorna al origen para extirpar literalmente la máscara del opresor, y con su máscara su carne, su pútrida condición de bruto primitivo que hace de la mera fuerza control de un colectivo social. El cuerpo mutilado, equivalente a la sensibilidad degradada, maltrecha, se enfrenta al desierto de la actitud que prioriza la explotación de recursos o de otros seres humanos. Furiosa encarna la furia de los justos a la que se une el que se sentía mutilado en su interior pero ya no dispuesto a creer posible que la realidad podía transformarse. Max vivía preso de su pasado, de su pesadumbre, otra máscara que le asfixiaba, como la que porta, como un bozal, cuando es capturado por quienes abusan de su posición de poder. Desprenderse de esa máscara le liberará y hará de su cuerpo la furia efectiva que complementa la determinación de la rebelión.
'Mad Max: Fury road' es una estimulante y vibrante narración que hace del dinamismo propulsión. Su entraña es la persecución. Es la huída y es la búsqueda. Esa puesta en movimiento que se ha convertido desde sus inicios en circunstancia icónica que define al propio cine. Conjuga además la tecnología con el primitivismo. La erotización de los coches, de la mecánica, y el subrayado de la fisicidad de los cuerpos. La colisión de unos y otros se convierte en liberación inmediata, concreta, terapeútica, para una sociedad que funciona sobre todo mediante resortes emocionales y reacciones viscerales, y en reflejo, en proyección sublimada, de la necesidad de una catarsis social. En la persecución se conjuga el dibujo animado, el video juego, y la prueba física que delimita quien es el cuerpo más poderoso y resolutivo porque es capaz de superar cualquier obstáculo.
Por eso, la recepción de esta obra me parece una tanto desproporcionada, pero por otro lado no
2. Pero ¿es esa película que supera a todas las películas de acción de los últimos veinte años, una obra mayestática que se convierte en la quintaesencia de la experiencia cinematográfica pura, y un hito en el devenir del cine?. Más allá de sus cualidades, que la sitúan por encima de la depauperada media en tales espectros genéricos o de producciones de tal calibre (en las coordenadas que algunos califican de cine popular o cine comercial, y que suele transitar en nuestros días sobre todo por la ciencia ficción, el cine de superhéroes o la película de acción), carece del denso y más complejo y elaborado, substrato de 'Al filo del mañana' (2014), de Doug Liman y aún menos de 'Skyfall' (2012), de Sam Mendes. En cuanto a su consideración de experiencia cinética en estado puro (de tal calibre que no importa que no se aprecien cualidades en su guión o que se señale su limitado trazado dramático y de caracterización) llama la atención que se siga atribuyendo especialmente a obras en las que no dejan de sucederse acontecimientos (o colisiones y enfrentamientos) a ritmo febril, no a obras en las que priman las acciones, pero a ritmo pausado (por lo tanto en las que, según nuestro concepto cultural, 'no pasa nada'), como las recientes 'Corn island' (2014), de George Ovashvili, o 'Cherry pie' (2014), de Lorenz Merz.
Su trazado argumental puede ser escueto, y su perfil caracterizador conciso, pero aún así cojea. El perfil dramático de Max no está lo suficientemente elaborado, ni adquiere la rotunda presencia que se hace necesaria, a la que no ayuda tampoco la desvaída expresión de cordero degollado de Hardy. Por mucho pesar que arrastre cual espectro condenado a la errancia le faltan sombras a esa mirada, sombras que pesen, por lo que impide, por su parte (o carril), la propulsión de la necesaria catarsis. En este sentido hay un desequilibrio con respecto al personaje de Furiosa, más elaborado, y a la que la actriz sí dota de la necesaria imponente presencia, con una mirada que es pura ascua cual gesto de dientes apretados, y a través de la cual sí se generan destellos de vibración emocional (como su grito desesperado, en plano general, en medio de un espacio árido sin casi contornos, cuando toma consciencia de que lo que buscaba no existe). Es quien dota de fuerza gravitatoria al frenesí. Y ese desequilibrio condensa la condición mutilada, alicorta, del trayecto dramático.
No deja de resultar sorprendente que haya generado tantos entusiasmos, y a la vez escasos comentarios con sustancia, como si ante todo complaciera las emociones, las sensaciones, el placer de las superficies y texturas del texto, pero no generara reflexiones ni pensamientos, ni siquiera para poder articular esas emociones. Su revulsivo se despliega en el arquetipo, y resulta efectivo. Alude a las emociones, las sacude, y por eso no trasciende a la reflexión, como si ante todo se necesitara la sacudida, porque la reflexión implica efectuar pasos que pongan en movimiento con dirección a la construcción y configuración de ese nuevo territorio socio económico que se demanda desde la generalizada insatisfacción social. Pero en el cine ante todo parece que se reclama impacto y verosímil, incluso entre aficionados supuestamente más versados que no parecen tener intención de indagar en los substratos de las películas (y sobre todo en las que encasillan en la etiqueta de cine popular o comercial), como si el aturdimiento al que nos abocan las dinámicas sociales cada vez espesara nuestra capacidad de discernimiento, como si fuéramos ante todo materia necesitada de impacto y provisional catarsis.
. Si se considera su incisión en el inconsciente, resulta comprensible y reveladora. Más allá de su condición de fenómeno, desafortunadamente más como atracción de feria que como revulsivo reflexivo social, y pese a sus insuficiencias en su configuración dramática y su escueto substrato alegórico, resulta una obra notable que imparte, por otro lado, una clase magistral del dinámico dominio del espacio. El primer combate, cuerpo a cuerpo, entre Max y Furiosa, entre las emociones descontentas, entre las emociones en desencuentro que necesitan aliarse para posibilitar la sublevación, deviene una soberana lección de coreografía de acciones y cuerpos ligadas con las emociones en juego. El momento umbral que desplegará el resolutivo movimiento con dirección en un movimiento en fuga.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario