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lunes, 25 de mayo de 2015

Corn island

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No se escucha una palabra hasta que han transcurrido veinticinco minutos. 'Corn island' (Simindis kundzuli, 2014), producción georgiana dirigida por George Ovashili, es una narración de acciones, cuerpos, materias. Es un relato sobre el forcejeo entre la creación y la muerte, entre la construcción y la destrucción, la forja y cultivo de la vida y la erosión de la vida. Una isla en medio de un río, un pequeño islote, una pequeña franja de tierra. Un hombre (Ilyas Salman), junto a su nieta (Mariam Butirishvili) se dedican a hacer habitable ese espacio en blanco. Construyen una casa de madera, y cultivan la tierra, plantando maiz. Una tarea que es narrada, descrita, con detalle. Tarea, labor, los cuerpos que se relacionan con el entorno, y crean, dotan el espacio de forma, edifican en el espacio agreste de la naturaleza. En la distancia, disparos. Miradas con uniformes y armas, miradas que destruyen, miradas que persiguen, miradas que persiguen a quien no porta su mismo uniforme. En la distancia, los otros son figuras rivales. Esa pequeña isla es un espacio neutral, aún por definir o perfilar. Las miradas se cruzan, se tantean y se alejan. A veces se exploran, no sea que tras las apariencias se esconda un uniforme que no es el propio. El hombre que construye no sabe de uniformes ni de armas ni de rivalidades, por eso puede acoger a un cuerpo herido, maltrecho, porque no es un uniforme, es un cuerpo que necesita ayuda, como la tierra es cultivada para que proporcione un fruto.
En estos pasajes confluye el desarrollo dramático con el de la coproducción estonio-georgiana recientemente estrenada 'Mandarinas' (2013), de Zaza Urushadze, otra obra que refleja la tendencia destructora del ser humano y aboga por la conciliación, por la relación armónica con el entorno, con los otros. Una obra también centrada en la guerra que estalló en Georgia cuando el territorio de Abzhakia reclamó su independencia (el mismo cineasta fue otro de los georgianos que tuvieron que abandonar ese territorio en 1992). Pese al cese de la confrontación bélica en 1994, aún no se ha resuelto el conflicto (hay quienes como Rusia reconoce a Abzhakia como estado independiente, pero no Georgia o las Naciones Unidas). Pero mientras 'Mandarinas' no logra transcender esas buenas intenciones más allá de un estilo aplicado, 'Corn island' se despliega y eleva porque hace de los planos versos líricos de una fisicidad palpable.
Los planos parecen formar parte de la misma naturaleza, esculpida con las mismas acciones del hombre y su nieta forjando un encuadre habitable en medio del espacio en blanco de la naturaleza. La erosión amenaza, la erosión de la tendencia beligerante de los seres humanos y la de la propia naturaleza, la amenaza de las tormentas y los caudales desbordados que puedan provocar la desaparición de la isla, convirtiéndola de nuevo en parte de la materia aún indefinida, de la materia no esculpida ni cultivada ni elaborada. Brotes de instintos y de corrientes, el fragor de los elementos. Ese fragor que también desborda el cuerpo de la nieta, un cuerpo que comienza a relacionarse con el entorno, cuerpo en el que despierta el deseo que comienza a anhelar sentir la materia, el agua en el que bañarse desnuda, el cuerpo del hombre que incita para que la persiga en el juego del deseo desplegado. Desbordamientos que buscan la fusión, desbordamientos que propician la destrucción. Entre ambas tendencias, forcejea el ser humano intentando edificar en un isla en el océano del universo. La odisea de construir entre las corrientes del caos que también pueden portar un uniforme.

1 comentario:

  1. Muy buen aporte. A ver si puedo verla. Las películas con buenos silencios me encanta.

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