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viernes, 26 de octubre de 2012

Skyfall - Primeras notas sobre un cautivador trayecto alquímico


Unas notas de aperitivo sobre Skyfall': James Bond tiene los ojos de un Modigliani, y parece la nave de un cuadro de Turner a la que amanaza en el horizonte la melancolía de un ocaso, el desguace. Bond tiene edad, habita el tiempo. Pero tiene un objetivo; la resurrección. La caída del firmamento es la raíz. Skyfall (2012), de Sam Mendes. Dos horas y medías que transcurren como un suspiro. Las impecables set pieces no tienen un ritmo atropellado, ni convulso, ni agitado. Se 'deslizan'. En los títulos de crédito: las claves: espejos, el doble y la sombra, el laberinto, el dragón. Círculos, ciiclos de vida, ruinas y renovación. ¿De qué se habla dentro de un dragón? Del miedo. ¿Con quien se conversa en una ciudad fantasma? Con tu doble o sombra. Un trayecto alquímico. Acerca de la anterior obra escribí par 'Cahiers du cinema': ‘Quantum of solace’ nos relata un trayecto alquímico, un reinicio vital, una purificación. Por eso, las persecuciones salpican la acción en los distintos elementos, por tierra, aire o agua. Y ésta tiene una relevancia crucial en la trama, como sustancia negociable en juego. Es la materia básica del universo. En su trayecto de conocimiento, Bond necesitará reconocerse en el Otro, su reflejo femenino, en cuyo cuerpo se visibiliza la cicatriz de esa quemadura interior. Será en las profundidades de una sima donde compartirán su condición de prisioneros del plomo doliente de sus emociones, esa persecución de una venganza que conjure su dolor. Y se enfrentarán a su particular ‘dragón’ en un hotel en medio del desierto, como en uno vital vagan como espectros, donde el fuego hará acto de presencia como signo de destrucción y purificación. La restitución no está en la ciega y visceral venganza sino en la confianza, la asunción del dolor, y en desposeerse del ego y reconocer los errores. Y el símbolo de lo perdido, el colgante de Vesper, quedará en la fría nieve, como quien se desprende de un lastre para reconciliarse ‘solarmente’ con uno mismo, el recuerdo y la ilusión'.
Pero sus desequilibrios ( a los personajes o el conflicto no se les daba el necesario espacio para desarrollarse más ampliamente) ahora son corregidos. El trayecto alquímico fluye. De nuevo, el fuego, el agua. A quien no le interese este trayecto emocional, simbólico, puede optar por 'deslizarse'.

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