Pero ¿qué ocurre cuando la mujer no se adapta al modelo, a
la representación inferida?. Se produce la fisura, el rasgón en la pantalla
donde proyecta su ensimismado mundo. No provee la réplica esperada. Y Paul
siente que ya no controla la representación. El fuera de campo, el espacio de
vida no controlado de Nelly, es un agujero negro, por lo tanto, problemático. El
sentimiento de propiedad esclaviza al
propio Paul ya que siente compulsiva necesidad de la verificación de sus
sospechas que genera, como un virus, su celo posesivo, lo que determina que someta
a Nelly a un proceso gradualmente más opresivo de abrumadora tortura emocional.
La esclaviza para intentar liberarse
de la esclavitud de sus celos. El
proyector de los celos en su mente se convierte en una virulenta y apabullante
dinamo montadora de películas. El diálogo, que es monologo, se desarrolla en su
cabeza. Un primer indicio es una conversación con él mismo ante el espejo, en
una de las primeras secuencias, cuando no logra dormir debido a su ansiedad
generada por el estrés laboral. Ya anticipa que en la pantalla sólo está él, y
que el mundo debe devolverle una imagen en la que él se reconozca, y que domine. El mundo es su reflejo, es él,
lo que él quiere y desea que sea. El momento en el que salta la espita de los
celos, el encendido de la mecha se genera a través de una rendija de luz que
distingue entre los cristales de una de las salas del hotel. Abre la puerta y
descubre que la luz proviene de un proyector de diapositivas, pero quiénes las
están viendo, en esa oscuridad que enciende su imaginación, son Nelly y el
mecánico. Su cuerpo, aunque siga andando después, pareciera que se ha
desplomado, como a la marioneta a la que
le han cortado los hilos. Su mente será la que reaccione con su proyector de
películas, de montajes y puesta en escena de su imaginación, especulaciones que
no solo teme sino que se convence de que son reales.
La narración, progresivamente, se tornará un desgarrado
diálogo imposible entre lo que la cada vez más desolada mirada de Nelly expresa
y lo que la enajenada mirada de él, como un tizón al rojo vivo, proyecta. Incluso,
durante la proyección de unas películas caseras, con asistencia de clientes del
hostal, su mente interfiere en las imágenes que los demás ven. Su proyector mental ya no sólo ve lo que no
hay sino que lo crea. No son las
imágenes que los otros ven sino las que su mente imagina. Ya ve lo que quiere,
o lo que teme ver. Su cortocircuito mental ya resulta manifiesto para
cualquiera, para todos sus clientes, cuando, de modo desaforado, interrumpe la
proyección. Tanto se sugestiona a sí mismo, o su enajenación traspasa el umbral
de la condición terminal, que tiene su primera conducta violenta hacia su
mujer, para perplejidad de los asistentes. Por primera vez, la golpea. Su mujer
ya no puede hablar, ni reír, ni coquetear inocentemente con otros hombres. Paul
no ama su libertad, su exuberancia y alegría vital, que tanto gusta a los
otros, ese encanto que Paul no quiere compartir (le deben admirar a él por
poseerla, no a ella, o si es así, desde la distancia).
El apagón mental ya es definitivo cuando se produce el apagón material en el
mismo hostal. Su comportamiento patológico celoso y posesivo se exacerba
(incluso cree que el cliente habitual que suele portar una cámara de cine es
uno de sus amantes). Ya no hay rendija de luz alguna en su mente. La luz de su
proyector se ha degradado en su obsesión inquisidora (cualquiera puede ser su
amante, o más bien todos son lo son según su mente cortocircuitada).
Paul se autoconvence de que es Nelly la que miente, él es la víctima. Por ello, Paul someterá a Nelly a un proceso progresivo de reclusión. Primero acota su espacio de movimientos al hostal, luego al dormitorio, que cierra con llave y, por último a la cama (el ciclo se cierra, es el origen de su virus, como quedaba anunciado en la primera secuencia entre ambos), atada al dosel, incluso. Ya es su prisionera y esclava.Y, en su enajenación, además, le transfiere a ella su condición de enfermo, ella es la insana (la manipuladora y mentirosa). Al final, ya no discierne lo que hace de lo que imagina. No sabe si ha matado a su mujer, si la ha liberado, o si ha sido un sueño. Mira, a través de la ventana, a la noche, a la oscuridad. Dice: vamos a ver. La imagen se desenfoca. Y aparecen las palabras No hay fin. No hay fin para su trastorno. La mirada de Paul se ha desenfocado del todo, irreversiblemente, recluido y cortocircuitado en su mente, la cual ya no sabe discernir qué es real y que no lo es. Nelly ha desaparecido emborronada con su violencia, tanto física como, sobre todo, emocional. La ha destruido porque no se amoldó a la imagen en la que quería que se convirtiera (cual estatua). Incapaz de amar, destruyó a la mujer real con los fantasmas de su mente.
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