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lunes, 22 de mayo de 2017

El caso Sloane

En el dominio del escenario del poder, o de la influencia sobre quienes lo detentan, la anticipación es una estrategia fundamental. Es un ejercicio táctico que evidencia cómo ante todo es un escenario en el que prima la simulación, la pertinente sustracción de información, movimientos e intenciones, la cortina de humo o maniobra de distracción y la manipulación. Como en las lides palaciegas o juego de tronos cualquier medio es válido para conseguir la posición ventajosa o privilegiada y para eliminar del tablero al rival. Es un campo de juego o de batalla en el que la motivación primordial es la victoria, en tal grado que para conseguirlo, como hipérbole de esa enajenación, no importa el suicidio escénico, o propio sacrificio como pieza, para conseguir la victoria en la partida o lid. En la notable 'El caso Sloane' (Miss Sloane, 2016), de John Madden, con guión de Jonathan Perera, Elizabeth Sloane (magnífica Jessica Chastain) es una implacable jugadora y estratega (cabildera) en el escenario de ejercicio de influencia (lobbying) en las esferas de poder. Por eso, el título original remarca su nombre. Es un caso en cuanto que hay un juicio en el que se le acusa de utilizar métodos ilegales para conseguir sus propósitos. La narración parte de esa circunstancia, pero el recorrido narrativo, que alternará tiempos, detallará cuál ha sido el proceso o sucesión de acontecimientos que ha determinado que alguien que controla de un modo tan agudo y eficiente el escenario de las apariencias se encuentre en una situación delicada.
El propósito del trayecto narrativo es dejar en evidencia la corrupción de un sistema, la democracia norteamericana, en el que priman las alianzas bajo cuerda que reporten un beneficio económico a los intereses individuales de políticos y empresarios, por encima de la preocupación por el interés general. Este más bien debe ser manipulado o influido para consolidar los intereses de un grupo de poder. El escenario de contienda apuntala la condición bélica de esta actividad extendida en este sistema capitalista, en cualquier escala empresarial. Dos grupos de poder o de presión (figura consustancial y determinante de este capitalismo corporativo) luchan para conseguir influir en la decisión de los senadores con respecto a una ley sobre la posesión de armas. Elizabeth abandona la empresa, dirigida por Dupont (Sam Waterston), que apoya la opción de que el gobierno no efectúe control alguno, sino que se respete el derecho de cualquier ciudadano a disponer de un arma. Pero no abandona el escenario de la lid, ya que acepta trabajar para su oposición, el grupo económico, dirigido por Schmidt (el siempre excelente Mark Strong), que se esfuerza en conseguir que se aplique por ley una restricción de la posesión de armas.
La primera mitad mantiene un ritmo vertiginoso. Lo importante no es el caudal de información sobre el conflicto en sí y las diversas estrategias que se plantean sino el mismo vértigo y, ya manifiesto en la segunda mitad, los procedimientos. El vértigo refleja esa precipitación frenética y urgente, como un estado de permanente excitación en el que no puede existir pausa. Elizabeth consume pastillas como medio para mantener ese febril ritmo, la enajenación y el entumecimiento sensible que priorice la concentración en el ejercicio táctico. La satisfacción sexual, como nutriente energético, incide en esa desconexión emocional: contrata prostitutos de lujo para repostar oportunamente y continuar con la carrera competitiva en el circuito escénico de edificios acristalados. Elizabeth domina el cálculo, la previsión, por ello, los demás son piezas de un tablero. Sus procedimientos pueden implicar el uso de otras personas, incluso colaboradoras, si son útiles para la consecución de su propósito, si son movimientos escénicos que favorezcan la consecución de una batalla puntual que mine defensas en el enemigo y provea de situación ventajosa. No importa lo que sientan los demás, son instrumentos, como sus pastillas o el cuerpo que le reporta placer, con el que no le interesa establecer una comunicación íntima.
'Miss Sloane' rehuye el maniqueísmo, por lo que separa la causa de los procedimientos. Elige una causa que puede suscitar más simpatías, el control de armas, para centrarse en los procedimientos de un personaje representativo de una dinámica competitiva, como Elizabeth Sloane, no carente de matices ni contradicciones, pues no deja de creer en la causa que apoya, aunque, por otra parte, y quizá sobre todo, posee una voraz compulsión de ganar. De este modo, se presenta como un personaje complejo, ya que se convierte en reflejo, y a la vez dinamitadora, de una tendencia escénica que carece por completo de escrúpulos, para la que prima simplemente la consecución de beneficios y dominio. La resolución revienta el escenario. Un jaque mate con harakiri incluido. Max Richter compuso una magníficca banda sonora

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