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miércoles, 5 de junio de 2013

El mundo de Apu

 photo 2f59395bb46443999cae135372a8f394_zps06032d8b.jpg El cine de Satyajit Ray no es un cine de tramas, sino de estados, de deslizamientos, de gestos, miradas, cuerpos, tránsitos. De tiempo y materia. Trayectos entre la pérdida y la renovación, los ciclos de la vida. La trilogía de Apu, comienza en 'Panter panchali' (1957) con Apu, niño, y finaliza en 'El mundo de Apu' (Apur sansar, 1959), con Apu aceptando su condición de padre, que es aceptar la pérdida como parte consustancial de la existencia. La conciliación con un desgarro, el de la consciencia de que lo que amas puede desaparecer, que separaba del mundo.  photo 6_zps30b60244.jpg 'Aparajito' se trenza, en los primeros pasajes, sobre la muerte del padre, y prosigue con los círculos concéntricos que provoca el lanzamiento de una piedra en el agua de la vida, la separación de la madre y el hijo. Apu viaja a Calcuta, para estudiar en la universidad. Un nuevo ciclo en su vida, la separación duele, la nostalgia se convierte, en la madre, en un cordón umbilical invisible que estira como un latigazo, aunque se muerda en silencio, como si se escondiera la mano. Apu retorna en sus vacaciones al hogar. A la madre le cuesta asimilar que la ausencia pueda ser definitiva, que su hijo sea una figura provisional, que pueda diluirse como de modo irreversible ha ocurrido con el padre al fallecer. Los pasajes de esa estancia se convierten en una coreografía de miradas, de cuerpos, que se buscan y rehuyen, de miradas que buscan un abrazo, de miradas que quieren esculpir otros horizontes. Miradas que tienen que separarse, distanciarse, pero que pueden asumirlo con un abrazo que funde un vínculo que la distancia ni la ausencia no vulnerará ni quebrará.  photo f16b97431f414018a07fe82b3b095243_zps924b80e1.png En 'El mundo de Apu', adaptación de los dos últimos tercios de la novela 'Aparajito' (1932), de Bibhutibhushan Bandopadhyay (y que no tenía en mente realizar hasta que le preguntaron en el festival de Venecia, donde presentaba 'Aparajito' si realizaría una continuación), el adolescente ya es adulto (Soumitra Chatterjee), con un proyecto de vida, con una vida que construir, que implica buscar direcciones que no son convencionales. Quiere ser novelista. Hay un giro o resorte de trama que refleja cómo la vida es una corriente de imprevistos giros. En el discurrir de la vida lo excepcional puede irrumpir, aparecer, cuando y dónde menos lo esperes, y tu vida se transforma de un modo radical, con una dirección insospechada. Y tu vida se convierte en transcurso.  photo OIR_resizeraspx4_zps5e2dd9e2.jpg Un amigo le convence para acompañarle a una boda en una región lejana, en Khalna. Una circunstancia que determinará, cuando la familia de la novia, Aparna (Sharmila Tagore), no acepte que el novio sea un minusválido, que el amigo y sus familiares intenten convencerle de que el sustituya al novio, ya que según la tradición si la novia no logra casarse en el tiempo señalado no podrá casarse ya nunca. Un compromiso que derivará en el imprevisto encuentro con el amor. Las corrientes que pensabas podían quizá ahogarte, o cuando menos retenerte en agua estancada, resultan ser el lecho donde la vida fluye y asciende. Y un sentimiento se gesta, se traza, entre gestos y miradas que cincelan un vínculo. Esa conexión intangible se palpa entre dos cuerpos que se convierten en presencia, en afinidad, cuando se sienten próximos el uno junto al otro.  photo OIR_resizeraspx_zpsc8a070a3.jpg Pero del mismo modo que la vida te sorprende con giros positivos, que renuevan tu vida, también los hay negativos, que te la sustraen, que te convierten en espectro en vida, como si ya no la habitaras, como si ya fueras una figura postrada (los sucesivos primeros planos, que reflejan el paso del tiempo, de Apu tumbado en la cama tras saber que ella ha fallecido al dar a luz a su hijo, Kajaal). Aguas que se estancan. Apu se convierte en una sombra errante, un ser de mirada extraída, como si se hubiera precipitado un abismo, y las cuencas de sus ojos fueran oscuras simas. Su hijo, Kajaal, que vive con su abuelo materno, se ha convertido en el reflejo de esa pérdida y extravío, un niño de expresión mordida, de dientes apretados, que se revuelve contra el mundo, una criatura que se refugia en la actitud indómita, como el animal que se agita en su corral y grita en silencio porque se siente arrojado a la intemperie, ocultando bajo esa máscara que anhela sentir el mundo como lugar que le acoge y le abraza. El 'lecho' que reencuentra en el retorno de su padre, también su amigo, como le contesta cuando le pregunta quién es, aquel con quien, jsobre sus hombros, juntos, iniciarán una nueva aventura de la vida. Un nuevo ciclo. Renovación. Las aguas siguen fluyendo.  photo OIR_resizeraspx3_zps61ce5007.jpg

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