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miércoles, 26 de junio de 2013
Antes del atardecer
En una secuencia de 'Antes del amanecer' (Before sunrise, 1995), de Richard Linklater, Celine (Julie Delpy) se fijaba en una pintura de Sauret, de quien se publicitaba una exposición. Celine destacaba cómo el entorno parecía haber difuminado las figuras, y qué sensación de transitoriedad transmitía. Ambos, Celine y Jesse (Ethan Hawke), aún jóvenes, con 23 años, daban sus primeros pasos en la vida, aún definiéndose, perfilándose, buscando su lugar, aún en tránsito (más allá de su lo que germinaba entre ambos ¿algo transitorio, algo con proyecto de futuro?¿una atracción con cimientos firmes, un espejismo?. Sus vidas, en un sentido amplio, eran aún proyectos, expectativas, arquitectura de ilusiones, un horizonte que se contemplaba amplio, de largo recorrido, como si quien se encuentra aún en la posición de salida antes de que efectúen el disparo que señale que puede empezar a correr hacia la meta. Y en ese desplazamiento, el acontecimiento que se perfilaba como aquel que les dotara, de modo más enraizado (íntimo), de presencia, de cuerpo, que conjure la transitoriedad de la vida, que impida que se difuminen por el entorno, por las circunstancias, por el mecano de los rituales y de las rutinas del hábito, es el encuentro con el amor, con una excepcionalidad tejida sobre la afinidad, la complicidad.
En 'Antes del atardecer' (Before sunset, 2003), de Linklater (con ambos actores involucrados en la configuración del guión) las figuras no es que ya no estén difuminadas, es que están tan perfilados sus contornos que su luz abrasa aunque sea sólo como recuerdo. Porque, nueve años después, cuando Jesse y Celine se reencuentran, a raíz de la presentación de la novela que ha escrito el primero (y que gira alrededor de aquel efímero encuentro de un día que no tuvo continuación), ambos se han convertido en recuerdo (que abrasa los contornos). Las expectativas han dado paso a los recuerdos, sin que esto suponga que las primeras se han difuminado, sino que han quedado en suspenso, interrumpidas, entre paréntesis que son interrogantes, ya que el sentimiento ha quedado pendiente, como la aguja que ha quedado atrapada en un surco y repite el acorde esperando que lo liberen para proseguir con la melodía.
En los planos finales de 'Antes del amanecer' se realizaba un montaje que concentraba los espacios compartidos, esas estaciones de lugares en los que se había ido sedimentando un sentimiento y afirmando su afinidad. Ya espacios vacíos, cuya ausencia de figuras que lo habitaran evocaba la significancia que había supuesto para ambos- 'Antes del atardecer' se abre con planos de espacios donde se desarrollará el reencuentro de Jesse y Celine, lo que ya insinúa una continuidad. Han pasado nueve años, pero el ayer aún es presente. Como se anuncia que quizá pueda también ya ser futuro. Aquel vacío de entonces se ha seguido soñando con llenarse. Celine y Jesse comparten sus recuerdos, lo que han vivido desde entonces, qué ha sido de su vida, cómo la han definido y perfilado, qué relaciones han establecido, pero aquel encuentro, aquel día compartido, sigue siendo su matriz, como si aún vivieran en aquel día o esperaran su día de mañana, su día siguiente.
Ambos han adquirido consciencia del tiempo. Ya no son dos jóvenes que piensan que la vida no se desperdicia, que siempre hay un mañana en el que se pueda iniciar algo, que se puede demorar porque todo tendrá su momento, su tiempo, o encontrar sino, en su defecto, a alguien, otra persona, que pueda suscitar la misma ilusión de acontecimiento, de excepcionalidad. Pero el tiempo se te escapa de las manos, como las oportunidades, por inconsciencia: por no darse unos teléfonos, confiando en que ambos podían reencontrarse en la fecha señalada sin que ninguna adversidad o contrariedad lo impidieran (sobrevuela la música del magno espíritu de las dos versiones que Leo McCarey realizó de 'Tú y yo' en 1939 y 1957). No contaron con el azar. Y dejaron que nueve años discurrieran hasta que se posibilitara un nuevo cruce. Como si la misma novela escrita por Jesse fuera una invocación que le rescatara de un presente que es sumidero, presente que sigue enfocando la mirada hacia el pasado, donde sigue prendida, como si aún no hubiera despertado, como si el tránsito de la vida desde entonces fuera una condena, una cinta corredera detenida.
Así también se ha sentido Celine que hasta ha rehuido involucrarse en las relaciones,como si siempre estuviera de paso, de permiso, como quien corre en la superficie que quema para llegar a otro lugar que le haga sentir que sigue en fuga, que nada es posible, porque la oportunidad se desperdició, y con el tiempo se hace más dolorosa esa constatación. No es fácil encontrar esa excepcional conexión como ose pensaba. No hay sustitutos, reemplazos posibles. El nervio cortado sigue agitándose, clamando, con un dolor sordo que no cesa, por aquella otra terminación nerviosa que la completa, que la haga de nuevo sentirse presente, no difuminada en un presente sin perfil.
Su reencuentro se comprime en una hora y diez (ya que Jesse tiene que coger un avión para retornar a Estados Unidos), lo que incrementa la tensión, y se convierte en reflejo de la urgencia que ha poseído su vida (nueve años que son un puente entre dos días, como si la vida se hubiera aplazado entre tanto), la avidez de volver a verse que ha tensado sus vidas, como una cuerda que no ha dejado de estirarse sin nunca romperse. Ambos se desplazan, de nuevo, por diversos espacios. Sus detenciones son escasas, en un café, al principio,cuando aún no evidencian, o aún no les desbordan, todas las expectativas que les han estado consumiendo durante nueve años, y un breve instante en un banco de un parque en que se da el primer amago de acercamiento, torpe, huidizo, entre ambos (ella más a la defensiva, contenida,que es a la vez elusivo tanteo, él ofuscado, no sabiendo que hacer con su brazo, un gesto que es acercamiento y a la vez duda, mientras sus palabras balbucean, cual ofuscado adolescente, disculpas entre sonrisas de recuperada euforia que intentan articular y a la vez contener). Aún cuando estén quietos, se desplazan en un barco en el Sena o en una limusina.
En esta, ya inminente el establecido momento de separación, brotan, se desparraman, como llamas, por fin, todos las pesadumbres, frustraciones y desesperaciones acumuladas, no sólo en el tiempo sin verse, sino en esa hora y diez en la que de nuevo han vuelto a sentir lo mismo que nueve años atrás y las expectativas empiezan a doler porque se confrontan con lo que ahora puede ser posible o no, ya que quizás, y aún ese quizás no se ha dilucidado, han ya definido, establecido, proyectos de vidas con sus respectivas parejas (definidas por la distancia, uno con un matrimonio que es más compartir piso, y otra con alguien que pasa más tiempo lejos, en otros países, que con ella). Sus cuerpos que hasta entonces se mostraban agitándose en la contención, en la distancia que se va sintiendo se anhela traspasar, como si se fundieran el pasado y el presente en un futuro que afirme por fin un proyecto, ahora revelan de modo manifiesto sus convulsiones. La intimidad rompe compuertas, grita, llora, se expone. Más allá de sus palabras, la contención de Celine se desnuda, desgarradamente, en ese gesto de su brazo que hace el amago de acariciar la cabeza de Jesse, quien está abriendo sus entrañas, confesándole el extravío e intemperie emocional de su vida, cómo incluso pensaba en ella los días previos a casarse, esperando verla por la calle (sin saber que también vivía en la misma ciudad entonces; quizá sí fue aquella que creyó que era ella).
Un gesto que comienza a abrir la fisura que une tiempo, y que afirma y convertirá en luminosa cicatriz una canción que reajusta las conexiones del nervio, y otra canción, 'Just in time' que afirma que el tiempo ha vuelto a iniciarse, que justo a tiempo se han encontrado (porque aquel día de su encuentro seguía siendo ayer). Sus vías se han vuelto a cruzar, just in time, para desplazarse ya en la misma dirección. No hay despedida, sino retorno que es inicio, hay aviones que no importar perder, si sonríes en el hogar que quisieras habitar.
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