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martes, 4 de junio de 2013

Capturing the Friedmans

 photo OIR_resizeraspx4_zpsf8d45d8b.jpg En una secuencia de 'Revolutionary road' (2008), de Sam Mendes, April (Kate Winslet) sorprende, junto a sus hijos, a su marido, Frank (Leonardo Di Caprio), cuando llega a casa, con una fiesta sorpresa de cumpleaños, apareciendo en la oscuridad que domina el hogar con las refulgentes luz de la tarta. Frank no puede ocultar su turbación, su vergüenza, porque regresa de haber mantenido una relación sexual con una compañera de trabajo. Ya se condensa las extremas diferencias de talante de ambos, y anuncia el abismo de negrura que se abrirá entre ambos, que engullirá las luces de un falaz modo de vida, de una vida capturada. Acababan de tener una feroz discusión, y mientras ella intenta el gesto constructivo, plantear un ruptura de vida, y una celebración, él tiende a la solución más autocomplaciente de rascarse la herida con el sexo impersonal con otra mujer. Frank siempre preferirá seguir cautivo, capturado, en un modo de vida en el que todo encaja, y sabe qué casilla ocupa, y cuyo horizonte es el ascenso a otra casilla (con más privilegios). April es la carne desgarrada que desmonta ese escenario y grita su desgarro para liberar voz capturada.  photo OIR_resizeraspx_zps2d40f6b3.jpg En 'Capturing the Friedmans' (2003), de Andrew Jarecki, también hay unas imágenes, grabadas en video, de la celebración de un cumpleaños, en las que la madre de la familía Friedman lleva una tarta para sus tres hijos. Esta y otras imágenes de celebraciones y sonrisas y juegos con niños en corro se suceden a las respuestas que dan algunos de los familiares a la pregunta sobre si podrían sintetizar en una palabra la fractura vital que sufrieron, en la década de los 80, cuando Arnold Friedman y su hijo, de 18 años, Jesse, fueron acusados de abusar sexualmente, de modo sistemático, a los niños que asistían al curso de informática que impartía el padre, durante cuatro años. La esposa, y madre, sólo sabe balbucear como respuesta que 'eran una familia'. El hermano, Graham, que aún no ha asimilado que realmente su hermano pudiera ser y actuar así porque aún no se ha convencido de que las acusaciones tuvieran fundamento, afirma que destruyó a la familia. Ser una familia son esas imágenes de celebraciones y juegos y sonrisas. Destruir es mostrar lo que hay en los sótanos, o hacer creer que lo inconcebible se oculta en los mismos.  photo OIR_resizeraspx2_zps31c3a663.jpg La comunidad en la que viven es semejante a la que viven los personajes de 'Revolutionary road', emblema de la opulencia, del bienestar, de un tipo de ciudadanos que ante todo valoran, cultivan la imagen, a través del alarde de sus posesiones. Es decir, un tipo de ciudadanos que se ha convertido en un 'tipo', que con satisfacción se comportan de acuerdo a un modelo, como si fueran una valla publicitaria ambulante. Lo primordial es aparentar, exhibirse, lo que refrenda su posición, su status. Eres lo que posees. Es también como la comunidad en la que vive la familia del protagonista de 'Terciopelo azul' (1986), de David Lynch, esa que se condensaba en sus imágenes iniciales, de bomberos saludando, y flores de colores vivos ante cielos despejados de esplendorosa y límpida luminosidad. Hasta que se aprecia que bajo la superficie existe el bullicio de los insectos, las turbiedades que se ocultan, que no se quieren mostrar, las abyecciones, la sordidez, la violencia. La imagen se resquebraja, la película muestra sus rayas, tras las celebraciones, tras los juegos y las sonrisas y las vallas publicitarias, se descubren fisuras que hieden.  photo 34970005c02e4bc68a246eb8d9f241ae_zpse5999594.jpg Una de las cualidades de este extraordinario documental es que mantiene el equilibrio afinado que refleja las diversas perspectivas, valoraciones y opiniones, desde los que niegan o cuestionan que tuvieran alguna base las acusaciones realizadas (o que se habían sobredimensionado ya que no se niega la atracción sexual que siente Arnold Friedman por los niños), y quienes están convencidos de su certeza. La narración se mantiene suspendida sobre ambas perspectivas. No se presupone que fueran culpables lo que hubiera derivado en su estigmatización como monstruos, pero tampoco se carga las tintas en el victimismo (aunque resulta doloroso la contemplación del aspecto de Arnold la primera vez que sale de la comisaria, y la enumeración de humillaciones que había sufrido).  photo OIR_resizeraspx6_zpsbebb08ef.jpg Si prevalece una sensación, que va impregnando la narración, de sordidez, de aire estancado, viciado, que deriva de las fugas sépticas que emanan de un modo de vida, de unas relaciones que se descubren sostenidas sobre cimientos inconsistentes. Desconoces con quién convives, pero también puedes llegar a convencerte, a sugestionarte, de que es capaz de realizar unas monstruosidades que no creías concebibles. Las grabaciones de vídeo familiares reflejan la lacerante división que se crea en la familia, ya que mientras los hijos apoyan a su padre, la madre sí pone en duda su inocencia. La madre, en este caso, se podría ver como el equivalente de lo que representa Frank en 'Revolutionary road', y el padre una combinación de April y del vecino que encarna Michael Shannon, el matemático que fue internado en un sanatorio psiquiátrico ¿De dónde sale aquello? Se pregunta en cierto momento la madre, al tomar consciencia de esas revelaciones. En una familia normal, culta, como dice ella, ¿cómo podía el padre poseer aquellas revistas de niños para satisfacer sus impulsos pedófilos?. ¿De dónde sale aquello? ¿Por qué lo necesitaba? ¿No le bastaba con lo que tenía,con lo que le daba la estable vida que disfrutaba, al fin y al cabo a lo que aspira el ser humano corriente, con lo que le daba ella y su familia? ¿Quién es aquel con el que convivía?.  photo OIR_resizeraspx5_zps18d460d2.jpg Como no dejan de ser desconcertantes las grabaciones que reflejan las conductas casi festivas del padre y sus hijos, la noche anterior a que fueran ingresados en prisión, primero el padre, y tiempo después el hijo (incluso, junto a sus hermanos, haciendo gracias en los escalones del juzgado). ¿Escondemos y disimulamos tanto lo que sufrimos? ¿Dónde termina la escenificación y dónde empieza la sinceridad? ¿Cuántas insatisfacciones se mantienen bajo llave? Esas imágenes grabadas de la familia, ese regusto en grabarse en todo momento, son como preguntas que nos enfrentan a nuestra condición escurridiza, inasible, como a nuestra ansia de sentir que somos acontecimiento, que algo ocurre en nuestra vida, que somos protagonistas escénicos. Pero no deja de abrir la incógnita de en qué medida actuamos y cuánto expresamos lo que sentimos.  photo OIR_resizeraspx3_zps9a31a948.jpg Jarecki en principio iba a realizar un documental sobre los payasos a domicilio en Nueva York, pero al descubrir de quiénes era hijo y hermano, el más payaso solicitado, David Friedman, decidió realizar este documental sobre los insectos que bullen bajo la hierba y que a veces afloran a la superficie desluciendo el diseño de vida y escaparates tan esforzadamente cuidados. Un hombre valorado por la felicidad y alegría que transmite a los niños, es hijo y hermano de dos hombres sospechosos de aterrorizar a unos niños, sospecha que una condena convirtió en certeza. El payaso y los monstruos. La risa y el alarido. Se dice que la realidad es tal como nos la presentan, y que somos como nos presentamos ante los demás. Hasta que un día se cae el decorado y nos muestran en toda nuestra desnudez, que suele resultar tan incómoda y turbadora. A veces un dedo nos señala con la podrida uña estigmatizadora, y nuestra desnudez se ve investida de atributos abyectos, que nos condenan a algún tipo de pira. Capturar la realidad es fácil, se vive en un ámbar en el que no se es sino que se deja derivar en la inercia, en el hábito, con el piloto automático puesto. Capturar lo que hay tras los rostros, cómo piensan y sienten realmente, eso es más difícil de discernir. Y este documental deja que la duda se extienda como una interrogante sobre un filo que penetra hasta el hueso. Y sangra. Y duele. PD En el 2010 una orden federal ha instado a reabrir el caso ya que se considera que el hijo, que salió de prisión en el 2001, tras 13 años de cautividad, podría haber estado erróneamente condenado, debido al excesivo celo de los representantes de la ley influidos por la histeria predominante en aquella década por el abuso sexual infantil. Hace 2 horas · Editado · Me gusta

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