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domingo, 1 de mayo de 2011

Compañero de mi vida

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Irónicamente, cinco años después, Edward Dmytryk y Dalton Trumbo, director y guionista se encontrarían en el ojo del huracán, como 'sospechosos' de inclinaciones ( o afectos ) comunistas, de la Caza de Bruas del Comité de actividades norteamericanas, por ciertos 'componentes' de esta notable 'Compañero de mi vida' (1943). Es decir, ciertas frases que incentivaban la unión, el compartir, el sentimiento colectivo (en el que todos son iguales) en un momento precario como lo era el conflicto bélico de la segunda guerra mundial. Y añádase las 'resonancias' de su título original, 'Tender comrade' (con lo que implicaba el término 'camarada'). Digo irónicamente, porque en la obra se incide en el espíritu sacrificial, ahondando en la perspectiva de quienes se quedaban en la retaguardia, es decir las esposas de los combatientes ( y de paso, reflejar cómo la mujer empezó a tener mayor presencia en el mundo laboral, dado que debió suplir a los hombres ausentes, como bien reflejan las secuencias iniciales en la fábrica con las protagonistas en tareas de obreras). Realmente, tanto un aspecto como otro se complementan. En cuanto a lo primero, hay que pensar en la posterior obra que realizará Dmytryk sobre los aspectos menos halagueños de la vuelta de los soldados a casa tras la finalización de la guerra, en 'Hasta el fin del tiempo', obra como la también excelente 'El orgullo de los marines' (19459, que han disfrutado de mucho menos reconocimiento que otra obra que transita en parecidos aspectos, 'Los mejores años de nuestra vida' (1946), y aunque hace mucho que no revisto ésta, hasta diría que ambas son obras superiores.
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Lo cierto, en suma, es que no es una obra ni convencional, como película de propaganda, ni fácil de clasificar, porque gracias en especial a su ingenioso guión, la obra fluctúa hábilmente entre el drama y la comedia, y se va desvelando como una aguda reflexión sobre ciertos enfoques de las relaciones sentimentales. Es decir, en tiempos de guerra queda más en evidencia los absurdos de ciertas lides conyugales, o cómo se transcienden minucias. Y esto es preclaro en su construcción narrativa, a través de tres flashbacks que narran tres fases en el tiempo de la relación entre Jo (Ginger Rogers) y Chris (Robert Ryan) Aspecto que esta ya insinuado, esas sombras que se revelarán pretéritas, en las secuencias iniciales. Llama la atención la sombría (en cuanto iluminación) secuencia de apertura, en la que Jo antes de acostarse recibe la imprevista llegada de Chris. A la mañana siguiente se refleja de modo ejemplar su compenetración: Chris avista un moscardón y le dice a Jo que sabe en qué esta pensando, para sorpresa de ella ( lo mismo que él, aquel día en el colegio,cuando eran niños,en que él le dio un papel con mensaje amoroso). Posteriormente, tiene lugar una secuencia de despedida en la estación de tren (se podría hacer una antología de despedidas sentimentales en una estación), que tiene un muy hermoso cierre: Jo llora desconsolada; a su lado, una mujer de mayor edad, también se seca los ojos; Jo se apoya en ella, ambas sentadas en un banco; la cámara retrocede en travelling, y las figuras de anónimas personas cruzan e encuadre ( ellas son otras de tantos seres anónimos; y al mismo tiempo su pena, para ellas el centro de su vida, es inadvertible, e insignificante, para el resto del mundo).
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Jo convencerá a tres compañeras de la fábrica, Barbara (Ruth Hussey), Helen (Patricia Collinge) y Doris (Kim Hunter), para que unan fuerzas, y en vez de cada una gastar en exceso con cada piso que tienen alquilado,propone que convivan juntas en una casa, que resultará más ahorrativo (y remarcando repetidamente la condición de democracia de su convivencia, que debió parecer más cercana a las dinámicas socialistas o comunistas), y por añadidura, contratan de asistenta a una mujer alemana que se ha exiliado ( y casada con un soldado norteamericano). Los tres flashbacks a los que me referían, que puntúan esta convivencia, están planteados en tono de comedia, o con punzante ironía. El primero que tiene lugar entre coladas, y con una Jo, desaliñada, que se estaba lavando su cabello, describe los reproches de Jo sobre lo que ella considera coqueteos con otras mujeres, que la hacen sentir que ella no es excepcional para él (que no es el centro de su vida, esto es, quien quiere que sea la compañera de su vida), y que acaba con la aceptación de la petición de matrimonio de Chris. Es admirable la cotidianeidad ( o veracidad) con que esta descritas las tiranteces (los pulsos de pareja) corroborada en el segundo flashback, tiempo después de ya estar casados, la noche en la que Jo intenta llamar la atención de Chris, que como otras tantas noches prefiere, tras volver del trabajo y cenar, centrarse en la lectura que en ella, lo que propicia una nueva discusión (y la revelación de que si Chris hace tantas horas extras es por ella, porque teme que pronto entrarán en guerra, y quiere que ella no tenga problemas económicos; a lo que ella replica que prefiere que se centra en ella 'ahora' y no que piense en su 'futuro', que ya se buscará ella la vida si es necesario: una punzante mirada sobre lo que no se explicita entre las parejas y lleva a malentendidos). Y la tercera tiene un esplendido inicio cuando Chris la sorprende con prendas de bebé, y piensa que es que está embarazada, y se lo ha dicho a todo el mundo antes que a él (cuando es ropa para el bebé de una amiga). De esta manera, aunque en la última secuencia, se incida en la asunción del espíritu de sacrificio y la firmeza ante las adversidades y desgracias, se filtran unas agudas reflexiones sobre cómo a veces las relaciones sentimentales se convierten, de modo innecesario, en campos de batallas por no saber articular lo que se siente o por no compartir realmente lo que se siente o piensa, lo que determina absurdos ( o cómicos, según el ángulo) malentendidos y equívocos. O complicar las cosas, cuando todo puede ser más sencillo.

‎'Compañero de mi vida' (Tender comrade, 1943) es una sugerente, y en ciertos aspectos sorprendente, obra de Edward Dmytryk, con un excelente guión de Dalton Trumbo. La fotografía es del gran Russell Metty. Lo que pudiera parecer en principio una obra de propaganda se revela como una obra con incisivas, complejas y afiladas sombras.

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