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sábado, 21 de mayo de 2011

Satanás

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'Una obra maestra de la nueva arquitectura construida sobre las ruinas de una obra maestra de la destrucción, una obra maestra de la muerte'. Son las palabras del Dr. Vitus (Bela Lugosi), psiquiatra húngaro, sobre la edificación que ha diseñado el arquitecto autríaco Poelzig (Boris Karloff) sobre lo que fue dieciocho años antes, durante la guerra, el Fort Marmarus, del cual Poelzig era su comandante (y a que acusa Vitus de haber traicionado a los hombres, húngaros, a su mando, al 'venderse' a los rusos). La edificación que asemeja a los diseños de Frank Lloyd Wright, de líneas horizontales, de funcionalidad racionalista, o arquitectura orgánica, aunque la presencia de lo orgánico, de la naturaleza, es la de lo pútrido, la de la muerte, como bien refleja el primer plano general sobre la edificación, bajo la cual se distinguen las cruces del cementerio (la memoria de la muerte pasada). Pero ese futurismo de la construcción, ese diseño frío e impoluto no sólo se ha construido sobre la muerte. En sus sótanos, de escaleras en espiral, construcción abovedada, alienta otro tiempo, esa memoria que se perpetua ( como esos cuerpos de mujeres muertas en capsulas de cristal), la de un horror ancestral, que define a la condición humana desde los primeros tiempos, su querencia ( o su placer) por la destrucción, y que tiene su expresión en el culto que practica Poelzig, el rito satanista.
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La excelente 'Satanás' (1934), de Edgar G Ulmer se inspira lejanamente en el relato de Edgar Allan Poe, 'El gato negro' (ese es el título original, 'The black cat', cuyos ecos se condensan en la consideración del gato negro como encarnación de Satanás, ese gato negro cuya visión aterroriza a Vitus, que responde matándole (pero acorde a las palabras de Poelzig, que de esa leyenda proviene la idea de que los gatos tienen siete vidas, volveremos a ver al gato negro de nuevo). Vitus ha vuelto tras quince años recluso en un infame campo de prisioneros (en el que se pudrió, como él señala) para enfrentarse a la sombra de su pasado, esa que encarna Poelzig ( la primera vez que vemos a éste es, precisamente, en sombras, o su figura sombreada). No sólo para vengar su traición (destruir el alma de aquel que destruyó las almas y cuerpos de tantos hombres) sino saber qué fue de su esposa e hija. Expresionismo y romanticismo se conjugan en su vertiente más fúnebre ( y desesperada). Poelzig también amaba la esposa de Vitus, y la conserva desde hace trece años, desde que murió de neumonía, en una de esas capsulas o vitrinas funerarias en el sótano, como si así la conservara como fue, como si así sintiera que el tiempo no ha transcurrido, que existe una ilusión de que la muerte pueda ser vencida. Lo que se amplifica con el hecho de que su esposa es la hija, Karen (Lucille Lund), amando a la madre a través de la hija (vive en otra 'vitrina', como refleja el encuadre de su presentación, en la cama, tras los cortinajes). Una exacerbación necrófila del fetichismo. El cuerpo conservado como fue, y la transferencia en otro cuerpo. Tiempo pasado y tiempo futuro entreverados, como en la propia arquitectura, y a la vez la ilusión (como en la edificación erigida sobre la muerte, el cementerio) de que el tiempo puede ser negado, derrotado.
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Amplificando las relaciones especulares, las proyecciones o transferencias, hay que resaltar la presencia, accidental, de una pareja recién casada, Peter (David Manners), escritor estadounidense, y Joan (Julie Bishop), que coinciden en las primeras secuencias en el mismo compartimento del Orient Express con Vitus, y con quien sufrirán el accidente del coche que les traslada en la noche, lo que propiciará (ya que ella necesita ser atendida) que sean también acogidos en la mansión de Poelzig. Joan, como reconoce en el compartimento, le recuerda a Vitus a su esposa. Poelzig también se apercibirá de ese parecido, pero para él se constituirá en una pieza de ajedrez ( como una partida juega con Vitus para dirimir su destino), una pieza sacrificial en uno de sus ritos satánicos. Porque Poelzig, aunque quiera engañar a la vida, vive en la muerte. Como él reconoce, desde hace 18 años, es un muerto viviente, y en su hogar no hay arquitectura de vida, de futuro, sino cautiverio en la espiral del pasado, del recuerdo fosilizado, y de la muerte ha hecho ritual con máscaras de vida.

'Satanás' (The black cat, 1934), de Edgar G Ulmer, es una de las más destacadas obras fantásticas de la década de los 30, una producción Universal, posibilitada por los éxitos de 'Drácula' (1931), de Tod Browning, y 'Frankenstein' (1932), de James Whale, y llegó a ser el mayor éxito de la productora ese año. Inspirada lejanamente en 'El gato negro' de Edgar Allan Poe, Paul Ruric (también conocido como Paul Cain) escribió el excelente guión, sobre un argumento suyo y de Ulmer. Inhabitual en su tiempo fue la omnipresente música en su banda sonora, obra de Karl Heinz Roemheld. Fascinante la dirección de fotografía de John Mescall, el vestuario diseñado por el propio Ulmer(en especial el de Karloff, que asemeja a una túnica de sacerdote), y, especialmente, la dirección artística de Charles D Hall.

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