Un lugar tranquilo 2 (A quiet place: Part II, 2021), es una continuación no solo argumental de Un lugar tranquilo (2017), ya que
prosigue en el punto en que concluyó, sino en cuanto sus mismas cualidades de
capacidad de síntesis, concisión y modulación narrativa. Sí hay un breve
prólogo, magnífico, que narra el momento en que la invasión alienígena irrumpió en la vida de la familia
protagonista: admirable el modo cómo, tras unos primeros indicios, en el cielo,
de que algo anómalo está ocurriendo, irrumpe, literalmente, en el encuadre el
primer alienígena, desde la perspectiva de Lee (John Krasinski), y en la
posterior secuencia, el segundo, desde la perspectiva de Evelyn, ya que en ese
momento ambos están separados, ella con los dos hijos varones, y él con la hija. Demuestra un afinado uso tanto del fuera de campo como de la profundidad de campo (los términos en el encuadre), y ya anticipa la construcción de dos de las secuencias de tensión más brillantes,
una construcción en paralelo que es puro refinamiento coreográfico de montaje,
por su hábil dominio del espacio y el tempo (que no desmerece del demostrado
por Guy Ritchie en la excelente Despierta
la furia). La depurada concisión narrativa también se refleja en cómo los
personajes, fundamentalmente, se definen por sus acciones. En la introducción
también introduce un elemento que adquirirá su relevancia con respecto a uno de
los personajes, el hijo, Marcus (Noah Jupe). En los momentos previos a la
invasión, Marcus está a punto de participar como bateador en un partido de
béisbol; su madre, desde un lateral intenta insuflarle ánimos para que supere
su nerviosismo. No logrará demostrar si puede o no superar ese trance porque la
alarma determina que todos se dispersen para retornar a su hogar. Pero durante
la narración deberá ponerse a prueba en varias ocasiones; en algún caso, su
atolondramiento pondrá en peligro la vida de sus seres queridos, por eso pende
la duda cuando en la secuencia climática deba demostrar si es capaz de
realizar, con un alienígena, un lanzamiento
que sea suficientemente expeditivo.
En la conclusión de Un lugar tranquilo la familia quedaba rota por la pérdida del progenitor, muerto por un alienígena. Krasinski, autor del guion en esta ocasión, opta por una certera idea de recomposición. En su diáspora, Evelyn y sus dos hijos se encontraran con un vecino, Emmett (Cillian Murphy), que ha perdido a su esposa y sus hijas. Los añicos se recomponen en la solidaridad. Las direcciones por las que optamos son las narrativas de vida que tejemos. Mientras Evelyn, o su hija Regan (Millicent Simmonds) representan la determinación que aún cree, además, en lo posible, Emmett encarna el escepticismo anegado por la decepción. No cree en lo posible, porque ha visto de qué miserable modo han actuado mucho de los supervivientes, por eso piensa que lo mejor es mantenerse oculto, preocupado exclusivamente por la propia vida (las tres variantes han dispuesto de su manifiesto eco en las actitudes que han prevalecido durante la pandemia: el sugerente contraste, ya que se rodó previamente, es reflexionar sobre cuál ha sido la predominante). Afuera no solo hay una amenaza alienígena, sino también humana. Será la determinación de Regan la que vaya minando la reticencia de Emmett. Y resulta elocuente que el espacio en el que su alianza, o colaboración, se selle, sea en un tren descarrilado. Emmett no creía en la posibilidad de ninguna dirección, mientras Regan (que en la anterior se sentía responsable, y no suficientemente querida por su padre, por la muerte de su hermano pequeño) es quien muestra la enérgica decisión de recorrer cientos de kilómetros para corroborar si la señal que proviene de una isla corresponde a unos supervivientes.
En la secuencia nuclear de Un lugar tranquilo 2, una dilatada, y espléndida, secuencia de acción a tres bandas, Marcus, al cuidado del bebé, por un lado, se dejará superar por sus nervios, mientras espera que su madre vuelva de su incursión en la ciudad, con las medicinas necesarias para curar su pierna herida, y por otro, Regan y Emmet se enfrentarán, en el puerto, con la vertiente rapaz y cruel de los humanos supervivientes, en ambos casos, con la correspondiente irrupción, como amenaza, de alienígenas. Un prodigio del dominio del montaje o modulación de los tiempos. También se duplicarán las amenazas en la secuencia climática, y además, pese a la distancia geográfica, en feliz ocurrencia de guion, ambas convergiendo para que la resolución sea tan satisfactoria, y expeditiva, como lo fue la de la obra precedente pero multiplicado por dos (vástagos).
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