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lunes, 7 de junio de 2021

Agujero (Impedimenta), de Hiroko Oyamada

                               

Una brecha en tu percepción y concepción de la realidad puede determinar una radical modificación. Una brecha que ejerce de umbral, como el agujero en el que se precipitaba Alicia en Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, que, precisamente, es mencionada en Agujero (Impedimenta), de la escritora japonesa Hiroko Oyamada (1983). La protagonista vive un cambio de radical en su forma de habitar la realidad. Un traslado geográfico también implica otras alteraciones o modificaciones más sutiles. Por un momento, tuve la sensación de que me había mudado a un lugar muy lejano en el que el ritmo del día y de las cuatro estaciones era totalmente distinto, como si me hubiese trasladado a Escandinavia con sus noches blancas o a alguna isla de verano sempiterno. Se traslada a otra población con su marido, a una casa junto a la de sus suegros, un traslado físico que supone un traslado ocupacional, ya que implica abandonar el empleo que disponía, y eso determina una diferente forma de habitar, o gestionar el paso del tiempo. ¿En qué se ocupa el tiempo? ¿Qué se hace con una misma? ¿Qué yo se nos revela cuando nos confrontamos con nosotros mismos a tiempo completo? Me pareció mentira que hasta entonces me hubiese pasado el día trabajando, desde por la mañana hasta por la noche (…) ¿Era posible que una misma persona pudiese pasar de una vida a otra tan radicalmente distinta así, sin más? ¿Seguía siendo yo la misma? Descubrí que el tiempo, cuando no se rellenaba a cada momento con planes de fecha de entrega, reuniones y días de paga, era incapaz de mantener su velocidad.


La realidad comienza a percibirse de un modo distinto, como si dispusiera de grietas, como si se entreviera lo que resulta difícil identificar, como ese indefinido animal de color negro que cree entrever. Su vida se ha invertido, y todo parece trastocado. ¿Sobre qué cimientos de realidad se desplaza que parecen tan inestables? ¿A la vez no siente la diversidad y multiplicidad de la realidad de un modo más patente, como si hasta ahora su encostramiento en sus rutinas implicara una restricción de su percepción y consciencia de la vida alrededor? A cada paso que daba tenía la sensación de estar aplastando un sinfín de cosas: insectos o sus cadáveres, otros animales, basura, plantas, excrementos, cigarras, cada una de estas cosas doblándose, rompiéndose y adhiriéndose a la suela de mis zapatos. El canto de las cigarras se repitió monótonamente. Un niño gritó a lo lejos. Entre el matorral encontré revistas viejas y latas vacías que, vistas entre tanto verde, se confundían con la naturaleza. El entorno parece que se revela, como si hasta entonces fuera más bien una película de fondo cuyos componentes no se discernían. Su particular conejo blanco es alguien cuya existencia incluso ignoraba. No sabía de la existencia de un hermano de su marido que parece más bien adherido a ese entorno, como la edificación supletoria en la que vive. Parece el opuesto de aquel conejo blanco agonizante por las prisas, y siempre presto a cumplir sumisamente la función requerida o encomendada. Ese hombre que cava agujeros en el jardín es su su reflejo distorsionado, en la inacción productiva a diferencia del espejismo de productividad de su dedicación funcional previa, y a la vez el reflejo que le hace ver que esa concepción de la realidad se fundamentaba en una restringida percepción. No se fijan. Son personas que no miran, vaya. Lo que no quiere ver no lo ven. También hay muchas cosas que tú no estás viendo. Ella cae en un agujero en el jardín al que parece que se ajusta, pero no deja de ser la evidencia de que más bien vivía en un agujero al que se había acoplado como si fuera un molde. Mi cuerpo encajó a la perfección sin dejar apenas espacio alrededor, semejante a una trampa que había sido diseñada solo para mí. Desprenderse de un sentimiento de culpa por su inactividad es el umbral último que le queda por atravesar para asumir que quizás precisamente se ha liberado del agujero en el que no sabía que permanecía prisionera.

Hay otros agujeros, otras brechas, que también ejercen de interrogantes sobre la forma de plantear concepciones de vida que quizá sean inercias asumidas de modo irreflexivo. Como un agujero por el que entran unas comadrejas en un ático, tanto para la pareja que va a tener un hijo como para la que no sabe si puede tenerlo, e incluso, al menos él (y eso abre una brecha con su pareja), si quiere tener descendencia ¿Cuál es el fundamento de tener hijos si se considera, desde otro ángulo, sobre qué cimientos poco consistentes pueden edificarse las relaciones familiares? Tenemos hijos como si funcionáramos como resortes (de nuestros deseos o impulsos), pero luego las relaciones familiares pueden definirse por los desencuentros y los desajustes, las colisiones y las decepciones. En suma, ¿funcionamos por mera apetencia cuando consideramos tener descendencia? La brecha de la interrogante introduce la perspectiva de nuestra irresponsabilidad (o falta de perspectiva). Las familias son un sistema extraño ¿no te parece? Un hombre y una mujer, un macho y una hembra, se aparean, ¿para qué? Para dejar descendencia ¿Pero tiene todo el mundo que tener descendencia? Para cuidarme a mí, un hijo que no sabían si valía o no valía, mi padre se deslomó trabajando y mi madre se vio forzada a vivir bajo el mismo techo con una señora con la que ni estaba emparentada ni se entendía bien. Y aunque mi abuela murió joven, mi madre tuvo que cuidarla hasta el final, y no fue una muerte fácil. Pasaron mil cosas hasta que se murió. Y además de todo eso se ha dedicado a servir a su suegro, un señor muy malhumorado. Es un sistema que sacrifica la voluntad individual. Se tiene hijos como si fuera un trámite más, en el curso de la vida, que hay que cumplir, como si fuera una apetencia, instintiva, que satisfacer. La reflexión queda fuera de la ecuación.  Es un impulso del instinto, como el pez que salta fuera de su acuario aunque implique caer sobre tierra seca o, dicho de otro modo, un sistema extraño.

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