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miércoles, 28 de marzo de 2018
El luchador
En 'El luchador' (Hard times, 1975), opera prima de Walter Hill, Chaney (Charles Bronson) es un boxeador, en tiempos de la Depresión, que llega a Nueva Orleans, cual arquetipo del western, el extraño o recién llegado, figura errante de pasado misterioso. De hecho, Hill modificó el guión original, cuyo titulo era 'The streetfighter/el luchador callejero, dotándolo de esa condición arquetípica, o mítica, del western (o de hombre de otro tiempo que no parece pertenecer a ninguno), además de trasladar la acción a los años de la depresión económica, en los inicios de los 30. De ahí, el título original, Hard times/Tiempos difíciles. De esa manera, ese hombre de difuso pasado se convierte en emblema de todos los hombres en tiempos de precariedad, el contrapunto especular mítico, por revigorizador, de unos tiempos, aquellos años setenta, en los que el país sufría las convulsiones de la decepción por la revelada corrupción gubernamental. Por eso, en tiempos de tinieblas, no puede faltar, también, otro personaje, con resonancias de raigambre mítica, que se hace llamar Poe (Strother Martin), el asistente médico que atiende a Chaney en sus combates, singular figura bufonesca en este tenebroso relato realizado con la afinada contención de la templanza.
No deja de ser elocuente, por otro lado, que fueran frecuentes, durante aquellos años, obras localizadas en los tiempos de la Depresión, dentro de los márgenes del film noir revisitado, estimulantes obras como 'La banda de los Grissom' (1971), de Robert Aldrich, 'Dillinger' (1973), de John Millius o 'Chinatown' (1975), de Roman Polanski. y en particular, por su conexión con la obra de Hill, 'El emperador del Norte' (1973), de Robert Aldrich, cuya narración es un combate dilatado, o en suspenso, de claras resonancias alegóricas, entre un representante del Sistema (el vigilante del tren), el que lucha contra el sistema (el vagabundo), y el joven que representa la actitud en los setenta (cínico e interesado, sin ética definida).
La única motivación de Chaney es conseguir el dinero suficiente para sobrevivir, y para ello, el único modo de conseguirlo de modo rápido es participando en peleas a puño desnudo. Cuando Lucy (Jill Ireland), la mujer con la que establece una relación, le pregunta qué se siente al golpear, dañar, a otro hombre, él la mira con severidad, y le responde que él sólo combate para conseguir dinero. Es una necesidad, una decisión consecuencia de la desesperación, no por gusto, ni por ninguna mística o prúrito profesional. A Chaney, hombre templado, de modo espartano, no le mueve la codicia, ni la inclinación al derroche, como sí le sucede al manager de combates callejeros con el que se asocia, Speed (James Coburn), quien pierde con celeridad todo lo que gana, lo que determina que siempre esté endeudado con algún prestamista, y que por dinero (o lo que es lo mismo mantener la vida) no dude en traicionar a sus asociados. A Chaney tampoco le importa el éxito, ni ser el número uno, ni los beneficios que eso puede depararle, por eso rechaza las propuestas de quien domina el negocio de las peleas callejeras, Gandil (Michael McGuire), cuando Chaney derrota a su boxeador, Henry (Robert Tessier), hasta entonces invicto. Por ellos, 'El luchador' también resulta una contundente alegoría sobre los planteamientos éticos en 'tiempos difíciles', narrada con un preciso distanciamiento y un ejemplar sentido de la síntesis.
Esa templanza, esa sobriedad y firmeza, conocedora de la vulnerabilidad y la sombría intemperie, se palpa en el estilo, en las elaboradas composiciones, en la duración de los planos. Hill rehuyó el empleó de zooms o travellings, que pudieran desestabilizar las simétricas composiciones, que se dotan así de cierto grado de abstracción. El estilo de Hill, incluso aún más depurado en su brillante siguiente obra, 'Driver' (1977), es, según sus palabras, el del haiku, la utilización de los mínimos elementos como condensada esencialización: escasos diálogos, precisos y concisos ( como el propio Chaney, que no considera que sea necesario hablar de su pasado para establecer una relación:sus acciones hablan); la sombría iluminación de los escenarios, como si la realidad se estuviera deteriorando (excelente dirección fotográfica de tonos tenues, marrones y negros, de Philip H Lathrop); el despojamiento de los escenarios, interiores o exteriores, que transmiten la sensación tanto de que aún no se hubieran perfilado del todo como de que estuvieran en proceso de degradación; los planos de larga duración (Hill tenderá en años posteriores a una planificación más fragmentada). Hill declaró que le influyó sobremanera la lectura del guión de 'A quemarropa' (1967), de John Boorman, aunque, más que en el formalismo un tanto impostado de la obra de Boorman, se pueda rastrear la raíz de su planteamiento estético y narrativo, yendo más allá, en el cine ritualizado de Jean Pierre Melville, la alquimia del menos es más, de personajes definidos por sus acciones en entornos hostiles con pregnantes resonancias abstractas, algo que aplicaría tanto en el guión de 'Driver' como en el del primer 'Alien' (1979), de Ridley Scott.
Aunque su sentido de la planificación variará, personajes como Chaney, parcos en palabras y que se definen por sus acciones, cual encarnaciones de un haiku, serán figuras recurrentes en su obra: el oficial encarnado por Jason Patric, en 'Geronimo' (1993), el gangster John Smith de Bruce Willis de 'El último hombre vivo' (1996), obra que en su configuración de escenarios y dirección fotográfica conecta sobremanera con 'El luchador', personajes intermedios en un espacio de conflicto de bandos enfrentados, o el boxeador encarcelado, encarnado por Wesley Snipes, en 'Invicto' (2002), obra que supone una muy estimable variación con respecto a 'El luchador', también reflejo de su tiempo, en el enfrentamiento entre el personaje de Snipes (casi un samurai zen) y el boxeador recién encarcelado, trasunto de Mike Tyson, encarnación de los desquiciamientos sin escrúpulos de la sociedad del éxito y la opulencia. Por supuesto, el recién llegado, como en westerns como 'Raices profundas',de George Stevens, o 'Infierno de cobardes', de Clint Eastwood, se desvanecerá en la noche, para seguir su deriva como figura errante.
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