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martes, 2 de mayo de 2017
Reencuentro
¿Qué fue de aquel que soñaba? Alex, alguien que esperaba demasiado de la vida mantenía una relación sentimental con alguien que no esperaba nada, Chloe (Meg Tilly). Entremedias, queda la asunción de que las ilusiones de juventud puede que no se realicen, la asunción de los propios límites. Pero Alex no resistió el estremecimiento que provoca el aliento frío de convertirse en adulto, la decepción y la frustración. Por eso, decidió abandonar el escenario, decidió suicidarse. A ese estremecimiento alude el título original de 'Reencuentro' (The big chill, 1983), de Lawrence Kasdan. Alex, su definitiva ausencia, se convierte en el fantasma en el que confrontan sus siete amigos qué ha sido de lo que soñaban, en qué se han convertido, qué contraste hay entre el que fueron, entre aquel que soñaba con cumplir unas ilusiones, y lo que son, quince años después, ya superados los treinta. Qué contraste entre lo que imaginaban que era la realidad y lo que, piensan y sienten que es. Por lo tanto, cómo deben afrontarla, cómo deben adaptarse a lo que creen que, inevitablemente, es. Alex quiso no esperar nada de la vida, lo intentó, quiso empaparse con la desapegada actitud de alguien más joven que él que sólo miraba el presente, que aún no tenía pasado en el que contrastarse, y que no tenía ambición particular de que su futuro fuera de un modo u otro. Pero no lo logró. Y la herida de lo no realizado, la herida de la consciencia de lo que sentía que no podría realizarse, no pudo encontrar la sutura que le hiciera sentir conforme con lo que tenía y era, conforme con la asunción de que aquella revolución o transformación de la realidad y sociedad no pudo ser posible. En este sentido, fue una aguda ocurrencia que no se mostraran imágenes de Kevin Costner, quien encarnaba a Alex, ni se utilizaran imágenes de una cena de los amigos quince años atrás. Cada uno tenía su propia imagen de Alex y de su pasado, o cada uno forcejea con la imagen de lo que fue y de lo que es cada uno.
Harold (Kevin Kline) se ha integrado en el sistema como otra pieza que encaja en la sociedad. Creó un negocio tan exitoso que va a ser comprada por una importante empresa. No hay amarguras en su mirada hacia atrás sino la satisfacción con la realidad construida, su matrimonio con Sarah (Glenn Close), y su hijo, su hogar, en el que se reúnen todos los amigos tras el funeral durante un fin de semana; el reverso de aquellas reuniones de sus tiempos universitarios: aquel hogar transitorio, de proyectos e ilusiones, ahora es un hogar firme, transposición de la misma sociedad, emblema de su integración en la comunidad, de su convivencia conforme con la lay establecida y un estado de cosas. Michael (Jeff Goldblum) representa la integración cínica en el sistema. Es quien afirma que no es el sexo lo que más se necesita sino la justificación. '¿Has podido pasar una semana sin justificarte por algo?'. En este sentido, es el opuesto al fallecido Alex: todo vale para justificar cualquier acto, para intentar materializar un deseo.
Sam (Tom Berenger) es un emblema de la pantalla del imaginario colectivo, es un actor que protagoniza una célebre serie, un detective seductor, un hombre de acción, JT Lancer. Su vida íntima no es satisfactoria, separado, como tampoco lo es la de quien le gustaba quince años atrás, Karen (Jobeth Williams), aunque esté casada con Richard (Don Galloway). Este en la noche previa a marcharse apunta la raíz de la herida que es también picor. 'Nadie dijo que ser adulto iba a ser divertido'. Es la voz del adulto integrado (tendrá diez años más que ellos) que recuerda de qué sombras está hecha la realidad a los que aún están en proceso porque todavía no se han confrontado del todo con lo que querían ser, con los que aún no se han desprendido del todo del picor de la frustración, de quienes aún no han asumido del todo que se pueden tropezar y caer en cualquier momento. Meg (Mary Kay Place) lo ha constatado tanto en su trabajo como abogada, porque no es esa defensora de los derechos sociales que imaginaba ser ante todo, como en sus decepcionantes relaciones sentimentales (por eso, ya que siente el deseo de ser madre, decide que sea uno de sus amigos quien el correspondiente 'donante').
Su primera elección es Nick (William Hurt), pero este carece de deseo sexual, como de ilusiones. Es quien arrastra de modo más manifiesto el malestar de esa sensación de fracaso, una impotencia y decepción que ha optado por entumecer y aturdir con el consumo de drogas. Nick es un psicólogo que considera que su labor realmente no sirve para nada, no logra suministrar real ayuda, como cuando presentaba un programa radio. Curiosamente, Chloe le confesará que le pidió consejo en cierta ocasión y que le resultó de efectiva ayuda. Curiosamente, 'con cierta simetría', como alguien apunta, será quien tome el relevo de Alex al establecer una relación con Chloe. ¿Un contrapunto? ¿La recuperación de una ilusión al dotar de cuerpo a un fantasma, a un 'negativo'? En cambio, Sam y Karen materializarán un encuentro sexual soñado pero que no modificará su realidad. Ese encuentro, como el interludio de ese fin de semana, como si fuera un espacio temporal entre el entonces y el ahora, ha sido un pliegue sin continuidad en el tiempo, una confrontación con lo que fueron y soñaron y con lo que son o pueden ser. Meg encontrará el 'donador' en Harold, propiciado por Meg, también acción en la que se puede discernir 'cierta simetría', como si conjurara su pasado, ya que años atrás ella y Alex mantuvieron una fugaz relación que Harold encajó y aceptó.
Esa confrontación con la imagen de lo que fueron y son en el presente encuentra un ingenioso contrapunto en las grabaciones que realizan con la cámara de Harold, y que luego contemplan en el televisor (en especial Nick, ya que es quien aporta la interrogante más dolorosa en ese contraste entre imágenes) como también alguna película en blanco y negro de los cincuenta en las que se enfrentan a un pulpo gigante, con ocho tentáculos, como ellos eran o son ocho (sea contando a Alex, o sea contando a Chloe), También ellos se enfrentan a un monstruo, ese abismo en el que Alex se precipitó, la confrontación entre los sueños y la realidad, entre la ilusión y la decepción o la adaptación e integración. Pocas películas como 'Reencuentro' han integrado las canciones de modo tan dinámico e inventivo, como expresión de un grupo y una camaradería (expresada con una autenticidad pocas veces vista: los actores vivieron juntos las tres semanas previas al rodaje), aunque sea un recurso sobre todo aplaudido en otros directores como Scorsese, Tarantino o Paul Thomas Anderson. Quizá equiparable a su utilización en el cine de Terence Davies. Pocas películas desde entonces superan la inventiva y agudeza de sus diálogos, ya manifiesta en su excelente opera prima, 'Fuego en el cuerpo' (1981), equiparables a los de Preston Sturges.
No es la primera que se aplicó este molde de reunión de personajes años después, punto de partida para obras previas de John Sayles (The return of the seacus) o Jason Miller ('Cuando fuimos campeones'), pero sí la más lograda, de evidente influencia en la posterior 'Los amigos de Peter' (1992), de Kenneth Brannagh, más autocomplaciente y carente de sus complejas aristas, y tantas obras posteriores como, entre otras, la discreta 'Beautiful girls' (1996), de Ted Demme. El cine de Kasdan no alcanzó especial reconocimiento, quizá con la excepción de otras dos de sus grandes obras, 'El turista accidental' (1988), y con menos consenso, 'Grand Cannyon'. Particularmente, incluiría entre ellos a 'French Kiss' (1995), una de las comedias que mejor ha recuperado, en el erial que es la comedia estadounidense en las cuatro últimas décadas, el talante vital y el ingenio de la screwball comedy. Además, 'Silverado' (1985), 'Wyatt Earp' (1993) y 'Mumford' (1999), me parecen obras notables, como también 'Te amaré hasta que te mate', una comedia con magníficas secuencias desternillantes. En este siglo sólo ha realizado dos películas, la vapuleada 'El cazador de sueños' (2003), que me parece cuando menos estimable, y su obra más discreta, ¡Por fin solos! (2012), no carente de aspectos interesantes, en especial si se contempla, en cierta media, como el futuro treinta años después de algunos de los personajes de la excepcional 'Reencuentro'.
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