En Irma, la dulce (Irma la douce, 1963), de Billy Wilder, quien, junto a su colaborador IAL Diamond, adaptan el musical teatral de Alexandre Breffort, Nestor (Jack Lemmon) es un hombre subordinado, un estricto e ingenuo gendarme cumplidor de la ley y confiado en la publicidad moral del sistema, al cual representa como dócil esbirro, ignorante de que se rige por la ley del mercado (de suministros, mujeres, sobornos, valores y normas). Cuando comienza su jornada de trabajo como gendarme en el barrio de Les Halles, en París, no sabe cómo funciona el sistema. Desde su perspectiva, aquella que acata el cumplimiento de la ley, la actividad de prostitución debe ser sancionada. No comprende que los representantes de la ley permiten la actividad, incluso disfrutando como cliente de la misma, o aceptando los correspondientes sobornos. Ironías, aquel que interviene para sancionar una infracción cometerá la infracción de acatar fielmente la ley. Y paradojas de la vida: Por azar, tras enfrentarse al proxeneta que se aprovecha sin escrúpulos de ella, pasará a ser el chulo o representante del cuerpo de su amada, Irma (Shirley MacLaine). Deberá aceptar que es el mantenido, y ella la suministradora de dinero y sustentadora del hogar, así como asumir su actividad sexual con otros hombres, los clientes. Algo que entra en colisión con sus valores convencionales de lo que debe ser y aceptar un hombre. No es alguien que se aprovecha del trabajo de otra persona, sino alguien que se siente mantenido y que, al sentir algo por ello, no puede encajar la separación entre vivencia íntima y actividad laboral. Por lo que, como recurso, se inventa un disfraz, la identidad de un cliente exclusivo, Lord X, un lord británico con parche en el ojo ( cual Polifemo celoso) que la paga cuantiosa suma por no hacer otra cosa que jugar a solitarios. Y, por añadidura, otra paradoja, trabajará, exhaustivamente, en el mercado de alimentos de modo clandestino para ganar el suficiente dinero con el que controlar y evitar el otro mercado. Más paradojas: Para encontrar la lucidez y aprender a amar, sin afanes de control, deberá sufrir el vía crucis de ser acusado de asesinar a su propia creación (el personaje que había creado por celos), e incluso considerado culpable, con el consiguiente ingreso en prisión. Deberá montar la representación de su resurrección para evitar que sea de nuevo detenido, a la par que celebra la boda con la mujer que ama, embarazada, de nuevo irónicamente, de él (cuando actuaba con su disfraz de los celos)
Si en El apartamento (1960), CC Baxter (Jack Lemmon) cede ocasionalmente su espacio propio, su apartamento (cual delegación de servicio de ocio de los ejecutivos de su empresa), en el que incluso, la mujer que ama hace el amor con otro hombre (o más bien tratada como objetual fuente de placer), es decir, él prostituye su espacio propio, y ella es tratada como tal, cual prostituta o proveedora de placer como amante (sin consideración alguna con sus sentimientos), en Irma la dulce, Nestor se encontrará ante la tesitura de carecer de espacio propio y de no tener en exclusiva el cuerpo de la mujer que ama (con la que vive en el espacio propio de ella). Su identidad y posición inicial sufrirá una transformación o tránsito radical. De ser un hombre funcional, cual peón, e integrado en la legitimada Normalidad según los patrones convencionales (es decir, según su normativa de lo que debe ser), tras ser despedido (por un equívoco; el dinero que habían dejado los proxenetas en su gorra como dejaban a los anteriores gendarmes corruptos), pasará a habitar el otro lado, el considerado ilegal y moralmente reprobable por las convenciones, y a habitar el espacio perteneciente a Irma, su hogar y las reglas del mundo de ésta (en el que se constata sus diferencias, en su relación con el cuerpo y el pudor y las apariencias: ella duerme desnuda, con solo antifaz, y él incluso con calcetines; a ella no le importan que la vean desde el exterior, pero él tapa las ventanas con periódicos). Irónicamente, ha sido despedido por querer aplicar la letra de la ley. Pero quienes la representan necesitan ese doble juego (o doble moral hipócrita). El sistema, la ciudad mercado, necesita cierta delincuencia funcional para sus intereses clandestinos (equiparable a la doble moral de los ejecutivos de la empresa en El apartamento).
Por tanto, en el nuevo mundo que se encuentra habitando Nestor, se invierten irónicamente, las posiciones e identidades con respecto a la convención. Es el mantenido (aun cuando en la jerarquía de posiciones de ese específico escenario normativo sea el detentador de poder y abuso parasitario), y ella expresa el deseo de ver reflejado en sus trajes y gastos diversos el dinero que ella gana con la prostitución, como transferencia significante de su posición social (ser de la élite de las prostitutas, demostración de poder adquisitivo). Además de subordinarse a esas reglas del nuevo escenario y la configuración de su rol, Nestor se convierte en un hombre que debe aceptar y asumir la vida sexual de su pareja, fuera de su relación. No sólo pretérita sino presente, desechando los modelos o estereotipos de distribución de identidades y conductas del hombre y de la mujer. Ella es la productora de ingresos monetarios, la sustentadora del espacio a habitar. Se invierten para Nestor los valores hasta ahora contemplados y asumidos como naturales (procedentes de la moral restrictiva y convencional a la que pertenecía). Con lo cual su proceso de adaptación implica romper amarras y replantearse de un modo sustancial a sí mismo. Y debe hacerlo en función de una necesidad económica (la mera supervivencia), unas nuevas identidades y normas tribales (el mundo de las prostitutas y proxenetas) y por el amor y respeto a a voluntad, ideas, sentimientos y necesidades de la mujer que ama.
Pero Nestor no puede adaptarse a esa nueva posición de un modo natural. No se siente integrado, y el remanente de su anterior identidad tanto genérica (masculina) como social y moral (no es un honrado productivo trabajador) se convierte en una inflexible quemazón. Sobre todo, que ella se acueste con otros, aunque sea por una necesidad económica (es su trabajo). No le basta su amor. Eso le lleva a tomar una determinación. Se inventa un disfraz, la identidad de un cliente exclusivo, Lord X, que interpreta para Irma. De este modo pretende conseguir que ella mantenga la ilusión de que es quien provee los ingresos para el hogar. Y sólo tendrá una fuente suministradora, Nestor bajo ese disfraz, con lo que éste detenta la exclusiva del cuerpo de Irma. De alguna manera, sin uniforme, aplica a su relación una identidad y conducta policial. El problema surge cuando Nestor necesita un permanente suministro de dinero para pagar a Irma. Deberá fingir doblemente. No sólo bajo el disfraz de Lord X, sino que tendrá que ocultar a Irma que trabaja en el mercado, acarreando y cargando hasta la extenuación. Dinero de mercado para controlar y evitar otro mercado. Comparte la manifiesta identidad y función social de mantenido ocioso como proxeneta (su imagen social) y la de sufrido trabajador legítimo (según los valores convencionales) como vida clandestina y paralela). Una cáustica inversión de su identidad y valores anteriores. Claro que hay aspectos que no prevee: No sólo que Irma, por su escasa disposición afectiva, dado que vuelve exhausto del mercado, crea que tiene alguna relación con otra mujer, sino que creerán que él ha asesinado a su disfraz (Lord X). Es decir, el presunto asesinato por celos de un personaje ficticio que había creado precisamente por celos. Paradoja que se vuelve contra él como espejo aleccionador, y sancionador de sus motivaciones posesivas y simbólicamente policiales (su necesidad de mantener el control de su relación, del cuerpo de la mujer que ama y de la circulación de dinero).
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