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sábado, 4 de febrero de 2012
Ludovic Bourcé - The artist o la vitrina de un juego
Uno de los temas más hermosos de Ludovic Bourcé (el cual dice que se inspiró en Debussy y Ravel, entre otros, para las composiciones) para la celebrada banda sonora de 'The artist' (2011), de Michael H, la cual es de prever se lleve el oscar a la mejor banda sonora (permitaseme preferir las que compuso Desplat para 'El árbol de la vida' o 'Los idus de marzo' o la última de Harry Potter, la de Mychael Danna para 'Moneyball', Reznor y Ross para 'Millenium', Shore para 'Un método peligroso', y, esta sí, nominada, la de Iglesias para 'El topo'). Eso sí, sería gracioso que tras ganar el año pasado 'El discurso de rey, sobre un monarca que supera su tartamudeo en público, este año ganara una película en la que un actor de cine mudo logra, tras pasar su particular via crucis que le lleva al intento de suicidio por mantenerse obcecado en seguir actuando en el cine mudo lo que le lleva al fracaso, consigue al final el feliz tránsito al cine sonoro a golpe ( o taconazo) de baile (habrá que analizar las implicaciones simbólicas de este aprecio por películas livianas con buen rollito mientras se ignoran películas más asperas e incómodas, véase este año las de Eastwood o Clooney). Porque 'The artist', como el año pasado la de Hooper (aunque esta no tuvo el aprecio crítico,quitando la interpretación de Firth, sino más bien de la industria), son dos obras que sí no hubieran adquirido esa desmedida notoriedad (acorde a sus limitados méritos), las podría apreciar comos dos agradables, pero inocuas y discretas obras que se olvidan prontamente tras verlas. Que se haya convertido 'The artist' en tal fenómeno no deja de sumirme en la perplejidad. Ya no sólo porque sea un sucedaneo de cine mudo, que no va más allá de que es 'muda', porque visualmente es una revisitación caligrafíca de lo más convencional (de patrones más televisivos; nada más lejano de la inventiva visual y narrativa de las grndes obras mudas) y escasa en inventiva, o porque recicle como tardío ejemplo de aquellas obras de lo posmoderno que asoló el cine de los ochenta con juegos genéricos y citas y homenajes y referencias, sobre todo reutilizando el esquema 'Ha nacido una estrella', desde la secuencia inicial de ambas en un teatro a la decadencia de una estrella masculina y el ascenso de una femenina. Es que quitando alguna secuencia con cierta gracia, como cuando el protagonista sufre una situación de pesadilla ( que es lo que es) cuando empieza a escuhar sonidos ( y amplificados) menos su voz, línea que podía haberse aprovechado, y haber transitado senderos menos convencionales en el posterior segmento de su caida en desgracia ( y escenas simbólicas poco afortunadas como la secuencia que cierra la película muda que dirige, pese a la llegada el sonoro, con él siendo engullido por unas arenas movedizas), sin sacar partido de personajes secundarios (su modo de desaprovechar a John Goodman, como el productor, y aún más grave al personaje de la pareja del protagonista que encarna Penelope Ann Miller). Misterios que de repente aquello que antes se abominaba (sobre todo por las nueves generaciones que calificaban a todo lo realizado antes de los 70 de cine clásico, antiguo o aburrido, es decir, que ya era objeto de desprecio cual objeto arqueológico a visitar en una catacumba), la película en blanco y negro, y más si es muda, ahora se convierta en fenómeno de moda, y encima calificado por algunos de original esta sopa de fideos de reciclajes varios. Una película que mira al pasado con mirada desenfocada, anque relmente no mira al pasado, ni al presente, sino a su ombligo donde tiene la cuerda cual muñeco.
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