Entre otras múltiples cualidades, la opresiva tensión, acorde a la asfixia moral que transpira el ambiente corrupto o no corrupto de los representantes de la ley, que crea la esquiva narración es uno de los más admirables logros de 'El príncipe de la ciudad' (1979), una de las obras maestras de Sidney Lumet, y que la banda sonora de Paul Chihara hace palpable con sus acordes.
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