Translate

sábado, 30 de abril de 2011

Distrito quinto

Photobucket
Seis personajes en espera de una 'Salida'. Seis personajes en espera del quinto hombre, aquel que debe traer el botín del atraco que acaban realizar. 'Distrito quinto' (1957), de Julio Coll, comienza con una frase admonitoria que viene a decir que los mejores 'instrumentos' que ha interpuesto Dios con el crimen son la conciencia y la religión (particularmente, no creo que sea necesaria la segunda para tener la primera; o, dicho de otro modo, si en algo creo, como necesario, es en la empatía;y, desde luego, la película en su desarrollo no deja de poner en evidencia el forzado 'pegote' de esa sentenciosa frase). Toda la acción de la obra transcurre en el piso en el que los personajes esperan la llega del 'ausente' (porque es la conciencia lo que está ausente en ellos), y la narración se construirá a través de largos flashbacks, con puntuales vueltas al presente, en el que iremos conociendo al 'quinto hombre', Juan (Alberto Closas), primero enigma, objeto de sospecha. ya que ha habido un crimen, y su conducta intriga a los habitantes, inquilinos que alquilan habitaciones dadas sus carencias materiales, porque parece que conociera a la mujer que ocupaba antes la habitación, y relacionada indirectamente con el crimen ¿¿Qué busca en la maleta que dejó la chica antes de 'desaparecer'?). Progresivamente, se irá descubriendo quién es, alguien que participó de un mismo pasado de delincuencia ( timador), y ahora arrepentido del mismo, se ha convertido en 'voz de la conciencia'.
Photobucket
Como digo el resto de personajes buscan una 'Salida' a su vida de carencias. Unos como Gerardo (Arturo Fernández) y Marta (Montserrat Salvador),timadores de oficio, ansían el lujo (un coche, buenas ropas etc), y no tienen escrúpulos en aprovecharse de lo que ansía otro de los inquilinos, Andrés (Carlos Mendy), una Mujer o el Amor, manipulándole porque saben que ama a Marta haciéndole creer que ésta corresponde (lección moral de Juan: en un momento dado se declara a Marta, y esta reconoce que también le corresponde, hasta que Juan le confiesa que era estratagema de 'timador', para que sufriera en carne propia lo que hacen con Andrés). Miguel (Pedro de Córdoba) anhela poder vivir de la danza, pero ante sus penurias económicas, él y su compañera, Tina (Linda Chacón), se ven obligados a alquilar habitaciones de su piso (aunque ella es la única que realmente se 'conformaría' con lo poco que tienen, no cegada como Miguel por los 'sueños'). Y, por último, Jesús, el personaje más pusilánime, de quien los otros, sobre todo Gerardo,se aprovechan, quisiera vivir de su poesía (un metáforico modo de señalar cómo la poesía se degrada en la vida por las necesidades a ras de sueño o las obcecadas ansías de sueños elevados).
Photobucket
Lo más destacado de esta sugerente obra está en el afinado trabajo de puesta en escena de Coll. El trabajo sobre los espacios: el primer plano encuadra a los cuatro atracadores que llegan desde la calle, desde el interior del portal,que asemeja, por su forma abovedada, a un túnel (ese interior en el que están atrapados), o esa pared de otro edificio casi pegada a la ventana de la habitación de Juan, que acentúa esa sensación de 'prisión moral', de opresión ( de 'No hay salida'). La modulación temporal unida al movimiento escénico: la tensión latente en la espera en las secuencias iniciales, los desplazamientos de los personajes, coreografiados como el exasperado paso del tiempo; el uso de la profundidad de campo,con un personaje en primer término y otro al fondo, mirándose, y que hace sentir la 'distancia' entre ambos, como un espacio embalsamado, inmovilizado (como si fueran criaturas atrapadas en ámbar; pero no sólo el que ellos se han podido crear, sino, de modo indirecto, el 'cepo' de la sórdida circunstancia social que se vivía entonces, y de la que esta obre es implacable reflejo). Concreción y abstracción, circunstancia y alegoría, se conjugan de modo modélico, en este incisivo relato sobre la prisión de la falta de conciencia.

‎'Distrito quinto' (1957), es una excelente obra de Julio Coll, que tuvo que pasar su vía crucis para realizarse, ya que reflejaba 'un ambiente de asfixia moral', y hubo que amortiguar sus aristas (aparentemente; en su sutileza está una de sus grandes virtudes). Coll, con José Germán Huici, Luís José Comerón y Jorge Illa, adaptan la novela de Josep María Espinás. Con su sentido del montaje, de la modulación, logra evitar la teatralidad de la puesta en escena ( aunque incidiendo en la 'teatralidad',en cuanto escenficaciones y manipulaciones, de las relaciones). La dirección de fotografía de Salvador Torres Garriga amplica la sensación de opresión, de falta de 'aire moral' y de cautiverio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario