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viernes, 8 de julio de 2022

Benediction

 

Benediction (2021) es un relato sobre un hombre, el poeta británico Siegfried Sassoon (1886-1967), quien desde la muerte del hombre que amaba, acontecida durante la contienda de la I guerra mundial, se sintió como un hombre mutilado, como si hubiera perdido la capacidad de desplazarse en la vida, aunque viviera, sufriera, otras relaciones sentimentales en los años posteriores como si fueran otro tipo de contiendas. En las secuencias iniciales predominan las imágenes documentales relacionadas con el campo de batalla, imágenes en blanco y negro de destrucción y cuerpos desfigurados o descompuestos que contrastan con el recitado de las poesías de Sassoon. Lo que no pudo ser y lo que irremisiblemente fue. En cierta secuencia, la imagen en color de un anciano Sassoon (Peter Capaldi), de gesto amargo y contraído, se superpone sobre las imágenes en blanco y negro de los residuos de muerte y destrucción del campo de batalla. Un hombre anclado en el tiempo, como si no hubiera abandonado aquel periodo de su vida, décadas atrás. Su vida desde entonces, en especial sus relaciones sentimentales, más bien parecía asemejarse a una sucesión de representaciones escénicas, de ahí que el tratamiento formal, por las elaboradas (y estáticas) composiciones, e interpretativo, como si intercambiaran diálogos como protagonistas de una obra teatral, remarque ese componente escénico. Parecen más intervenciones de personajes que emociones. En la hermosa secuencia final, el Sassoon anciano se sienta en un banco. Un encadenado le convierte en un joven Sassoon (Jack Lowden) con el uniforme militar. Contempla a un hombre sin piernas, en silla de ruedas. Su imagen se combina con las de unos jóvenes que caminan por el bosque, mientras en off se escucha un poema de Wilfred Owen (Matthew Tennyson), el hombre que amó como a ningún otro. El rostro de Siegfred se descompone en una mueca de lamento y desolación. La imagen se funde en negro como el soplo de una tumba.

Sassoon escribió en 1917 la Declaración del soldado con la que cuestionaba el absurdo y desatino de la guerra, lo que suscitó las reacciones airadas de aquellos para los que la guerra meramente representaba un abstracto escenario de afirmación patriótica. Los hombres no eran cuerpos sino emblemas. Sassoon fue condenado, como reprimenda, a una reclusión en un hospital psiquiátrico, en donde conocería a Owen, de quien se enamoraría. Pero a Owen le ordenarían retornar al campo de batalla, donde sería abatido. Una bella manera de reflejar, y condensar, su unión y qué absurdo les separó: la cámara se desplaza en un vacío campo de tenis sobre la red que separa a ambos contendientes; un encadenado, cenital, encuadra a los cuerpos de ambos desplazándose desde distintas direcciones hasta enlazarse, en el interior del agua. Su unión fue quebrada por las absurdas reglas que rigen las decisiones de los seres humanos como las que rigen la guerra a través de los reglamentos militares. Las emociones compartimentadas en las grotescas cuadrículas de las abstracciones (y sus categorizaciones y normas). El desarrollo de la narración es el aplazamiento de una pesadumbre a través de otra serie de contiendas o <<lances tenísticos sentimentales>> (en los que los intercambios de palabras, o ingenios, parecieran un intercambio de pelotas con filo) con otros hombres, en particular con el actor Ivor Novello (Jeremy Irvine) y el aristócrata Stephen Tennant (Calam Lynch), en cuya respectiva vanidad pareciera buscar el refugio enmascarado de la vulnerabilidad, y cuyas relaciones concluyeron con la traición y con el repentino abandono.

Un refugio también pareciera su decisión, ya en su ancianidad, de convertirse al catolicismo, otra forma de encontrar ilusión de inmunidad, como también refleja su amargura por no haber recibido el reconocimiento, con premios o títulos, como sí otros coetáneos como T.S Elliot. Es significativo que la primera secuencia que le muestre en su ancianidad sea en una iglesia, en la que su hijo cuestiona su tardía conversión. Quizá otra desesperada forma de ocultarse como antes en las diversas relaciones sentimentales con bellos hombres o después en su matrimonio con una mujer. Su ancianidad parece la de un cuerpo tan momificado como la de sus emociones corroídas por el resentimiento, como su negativa a perdonar a quien le abandonó, caso de Tennant, cuando retorna treinta años después con la esperanza, a su vez, de mitigar la soledad de su vejez con la recuperación de una relación que abandonó, cuando así le convenía, décadas atrás. Conveniencias y vanidades. El joven Sassoon que pareció esconderse de la consciencia de la muerte con aquellas relaciones con hombres de remarcada belleza, que parecían negar así la muerte, o con su decisión, como concesión que no era sino conveniencia, de casarse con una mujer, Hester (Kate Philips), a quien treinta años después trata como un mueble o como un ruido que perturba su intento de escuchar un programa de radio. Sassoon convirtió su vida en un escenario infectado por la teatralización de conveniencias y vanidades que intentaban ocultar la desolación de una mutilación emocional que nunca logró realmente superar. Su llanto silencioso se extendió durante décadas pese a que intentara disimularlo, en su juventud, con sus romances con bellas efigies con forma humana, y en su ancianidad, con el avinagrado semblante de un hombre vaciado.

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