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viernes, 8 de abril de 2022

París, distrito 13


El espacio que ocupaba, no llenaba el vacío, dice Camille (Makita Samba), en cierta secuencia de París, Distrito 13 (Les Olympiades, distrit 13, 2021), de Jaques Audiard. La emoción como espacio o habitación, el amor como ajuste o vacío habitado. El deseo de amor y los desajustes con los distintos inquilinos (sentimentales), los espejismos y las ofuscaciones. En la primera secuencia de Asuntos privados en lugares públicos (Coeurs, 2006), de Alain Resnais, la cámara volaba, o flotaba, sobre la ciudad hasta acercarse a una fachada. Lo primero que se veía de los personajes en su interior eran sus labios o bocas. El contraste entre lo que se dice (incluso a uno mismo) y lo que los actos expresan. No es el interior de un hogar, sino un espacio aún a convertir en hogar. Thierry (Andre Dussollier), agente inmobiliario, se lo está mostrando a Nicole (Laura Morante). Espacios que aún no se han convertido en espacio habitado, espacios áun inciertos, por definir, como las emociones de los personajes. ¿Qué hay tras las fachadas? Emociones que no se definen, volubles o desorientadas. En la primera secuencia de París, distrito 13, la cámara sobrevuela los altos edificios del barrio Les Olympiades, distrito 13, en París. Encuadra distintas ventanas, distintas pantallas o películas de vidas. Se centra en una. Dos cuerpos desnudos, pero ¿su desnudez se corresponde con su desnudez emocional, con lo que sienten o creen que sienten, o contrasta con un equipaje de máscaras y corazas que utilizan quizá de modo inconsciente? Los cuerpos desnudos corresponden a Emilie (Lucie Zhong) y Camille. Un pasaje de su relación que, durante la narración, vivirá diversos estados y altibajos, separaciones y reencuentros. La narración retrocede tras esa primera secuencia al momento en que se conocieron, propiciado por una confusión. Ella no esperaba que Camille fuera un hombre, porque buscaba una compañera de piso. Pero la aparente sintonia, conexión o atracción determina tanto que sea su nuevo compañero de piso como que inicien una intensa relación sexual que elle esperaba que también fuera sentimental. Pero él, abruptamente, corta el fluido, que provoca un cortocircuito en su relación, incluso como compañeros de piso.

La narración también toma otra dirección, que luego será intersección. También una confusión determinará un encuentro imprevisto. Nora (Noemi Merlant), que fue agente inmobiliaria, reinicia su carrera universitaria, pero un disfraz que utiliza para una fiesta genera la desacertada percepción, por parte de unos compañeros, de que es el atuendo que utiliza para su servicio sexual en el espacio virtual. Y la confusión también genera un cortocircuito cuando esa desatinada percepción se convierte en irrisión y humillación (las pantallas de los moviles se convierten, en el aula, en una cadena de luces que insemina oscuridad pues se gesta en la ceguera de la arrogancia). Nora da otro nuevo giro a su vida y decide recuperar su labor como agente inmobiliaria, lo que determina que su trayectoria se cruce con la de Camille que ha tomado cargo, pese a su inexperiencia, y a que más bien sea profesor, de una agencia inmobiliaria que había perdido rumbo, como la vida sentimental o sexual de Camille más bien parecía a la deriva, a salto de mata de diversas relaciones, como quien más bien es un cuerpo errático. Piensa, de hecho, que se siente atraído por Nora, pero también es quien se decide a retomar la relación, al menos como amiga, con Emilie, pese a que él le dijera que no estaba enamorado como si ella de él.

Los imprevistos cursos de las atracciones, no exentos de ironía. Nora establece una relación con quien era la imagen que otros pensaron que era ella. Establece una relación virtual con Amber Sweet (Jenny Beth), como si su desorientación, como emoción que parecía arrastrada, encontrara en su imagen equívoca el enfoque de su emoción verdadera, esa que tampoco lograba precisar en su relación con Camille, como si fuera otra más de esas relaciones que son más bien ensayos o tanteos en otros cuerpos de una emoción que no se ajusta al inquilino, porque la atracción está más bien proyectada por el anhelo de una idea o una abstracción, más que fundamentada en la consistente o ajustada sintonía. Como también será el caso, de Camille (aunque tardará algo más en comprenderlo), no llena por completo el vacío del anhelo, sino solo una porción, que al de un tiempo se percibe insuficiente. En el reflejo de su imagen equívoca encuentra el cuerpo que habitar como inquilina (sentimental), a la vez la inquilina (sentimental) de su propio vacío. El cuerpo que iba a la deriva, que parecía tenerlo todo claro, como es el de Camille, se confronta con su ofuscación consustancial cuando toma consciencia de que realmente amaba a Emilie, aquella de la que creía que no estaba enamorado, o que era otro más de esos cuerpos en los que desplazarse, que no era sino esconderse, en distintos pisos o cuerpos, como un agente inmobiliario que no sabía cuál era su piso ni cuál el inquilino adecuado para habitarlo. 

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