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miércoles, 3 de abril de 2019
Identidad borrada
La vida moldeada por los otros. Joel Edgerton señaló que uno de los aspectos que le resultó más sugerente para decidirse a adaptar al cine Boy erased: a memoir, de Garrald Conley, fue que se centraba en personajes que lograban reexaminar sus perspectivas o enfoques. En tiempos de posicionamientos rígidos que bordean el fundamentalismo resulta una actitud a remarcar la capacidad de reevaluar los propios enfoques. No le interesaba acentuar el victimismo, el padecimiento sufrido por Conley, ni le interesaban los maximalismos, sino lograr reflejar el convencimiento de cada perspectiva de los que intentaban modelar al adolescente cuyas inclinaciones no se ajustaban a lo que consideraban natural, inconscientes del daño que infligían porque se sustentaban en un propósito que consideraban beneficioso para todos. Y, especialmente, le interesaba reflejar cómo si hubo quienes fueron capaces de modificar su enfoque o perspectiva.
En el 2004 en Arkansas, Garrard, Jared (Lucas Hedges) en Identidad borrada (Boy erased, 2018), de Edgerton, participó durante dos semanas en un programa de conversión de homosexuales, dirigido por el terapeuta Jon Smid, en la película Victor Sykes (Joel Edgerton). Para el padre de Jared, el pastor baptista y vendedor de coches Marshall (Russell Crowe), era una condición innegociable si Jared deseaba seguir viviendo en su hogar. Para él la homosexualidad es una enfermedad adquirida que puede ser curada. La madre, Nancy (Nicole Kidman), acepta la decisión, aunque en su gesto se puede apreciar que no comparte la misma convicción. Como reconocerá más adelante, se ajustó al guión establecido en el que interpretaba el papel de esposa que corrobora las decisiones de su esposo.
Jared se pliega a la voluntad de su padre, por un lado, porque lo contrario implica la estigmatización, el rechazo que supone exclusión social, pero también por sus mismas dudas. Aún brega, como adolescente, con su definición sexual, con la conciliación con su propio deseo. La inercia determinó que, en un principio, tuviera novia, pero su deseo entró en colisión con el guión predeterminado. Y las vacilaciones no propiciaban que expresara de modo desapegado la excitación que le suscitaban los hombres, como refleja la relación sexual fugaz con su compañero Henry (Joe Alwyn), porque ambos no se desenvuelven con naturalidad con sus deseos sexuales, y la expresión es brusca o aprensiva. Pero cualquier duda e inseguridad que sintiera Jared se tornará en afirmación en la propia voluntad y el propio deseo cuando padezca un programa que siente como anulación o borrado (boy erased se traduce como chico borrado). Bajo una apariencia cordial siente que ese programa que dirige Sykes camufla una vertiente siniestra, como una prisión que fuerza a ser como quieren que seas. Aprecia el sufrimiento y desvalimiento de otros, o las estrategias de adaptación como mera superviviencia, sea el que se niega a cualquier contacto y adopta un comportamiento enajenado que aplica los mandamientos de conversión, o sea el que adopta la actitud complaciente mientras dure el programa para poder ya expresar la sexualidad libremente cuando finalice. Jared optará por enfrentarse directamente con quienes pretenden imponer su voluntad, con quienes pretenden programar cómo tiene que sentir, a quién tiene que desear.
En su notable obra previa, El regalo (2015), Edgerton construía su narración sobre las equívocas apariencias. Quien parecía la perturbación no era realmente quien estaba perturbado. La aparente figura intrusa, que él mismo encarnaba, que irrumpía en la vida de la pareja que conformaban Rebecca Hall y Jason Bateman, parecía en principio amenazante, una amistad del pasado que parecía querer desestabilizar una armonía, pero el decurso narrativo más bien desvelaba el pasado siniestro del marido, una faceta oculta que le revelaba bajo un prisma más sombrío. El aparente orden se sostiene sobre las apariencias convenientes y una infección siniestra camuflada. En Identidad borrada, no juega tanto con lo equívoco, pero sí para los otros personajes, e incluso para sí mismo en principio, la perturbación, la infección o anomalía, es Jared, se hará evidente, en especial para sí mismo, pero también para quien tenía sus dudas, su madre, que la infección o perturbación reside en la mirada de quienes presuntamente representan el orden establecido, quienes creen detentar el modelo de vida y pensamiento puro y ejemplar. El desquiciamiento reside en su intransigencia, esa que convierte a los demás en representaciones que deben ajustarse al molde rígido de su perspectiva, de lo que es deseable o no, natural o no, ejemplar o pernicioso. Jared, incluso, luchará para que, al menos, aunque no varíe esa rígida mentalidad, su padre sea capaz de leer el texto que publicó, esto es, que sepa cuál es su perspectiva, y que acepte que es otra, otra que no se ajusta a su modelo de vida. Y que no porque sea otra que no se ajusta a ese molde, no por ello debe interferir en el afecto que se profesan. Puede no ser como cree que debe ser, pero debe aprender a amar a quien no es como quisiera que fuera.
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