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miércoles, 24 de abril de 2019

Vengadores: Endgame

La consciencia de nuestra pequeñez. Vengadores: Endgame (2019), de Anthony y Joe Russo, además de proseguir el continuará con el que concluía Vengadores: Infinity war (2018), comienza con la circunstancia con la que se iniciaba la serie The leftovers (2014-2017). La desaparición de parte de la humanidad. En la serie se restringía al 2%. Aquí subieron la apuesta al 50 %. En la serie se producía de modo inexplicable, como si evidenciara nuestra dependencia de lo fortuito, como la misma entraña de la existencia, quizá sostenida sobre lo aleatorio, o quizá no, o al menos se esfuerzan en esa ilusión los relatos que urdimos, en general de índole religiosa, que intentan dotar de sentido, o continuidad a esta película ya iniciada a la que somos lanzados, y de la que desaparecemos sin saber si simplemente nos apagamos como hacemos nosotros con un ordenador. Pero en esos relatos con los que intentamos conjurar nuestro desvalimiento y nuestra ignorancia, hay una estructura, un por qué, somos parte de un relato, aunque haya sido establecido por otro u otros, a los que denominamos, en general, dioses (con variadas caracterizaciones según las culturas y las épocas). En Vengadores: Infinity war, sí se sabía quién era el causante de esa supresión de la mitad de la humanidad. Un titán, Thanos, una de esas criaturas entre lo humano y lo divino que hemos creado en otro tipo de relato que sabemos que lo es, los superhéroes. El Titán adoptaba la posición de dios que decide sobre nosotros. Su propósito era instaurar un equilibrio, anular las desigualdades, la pobreza. Su potencia destructiva se fundamentaba en la compasión. Quienes no sean eliminados, disfrutarán de una vida armónica, sin carencias ni temor por la precariedad. No hay límite en los medios para conseguirlo, incluso el sacrificio de quien más se pueda amar, como en su caso una de sus hijas. Nada de priorizar la particular necesidad, sino la general.
Este titan no dejaba de ser el reflejo siniestro de la búsqueda de equilibrio que se supone también es el propósito de los Vengadores, como si, a través de su reflejo distorsionado, evidenciara sus propias inconsistencias y contradicciones, como la sombra de la desunión, en especial, representadas la opuestas actitudes o perspectivas de Iron man (Robert Downey Jr) y Capitán América (Chris Evans). Iron man, al fin y al cabo, representaba esa actitud que puede priorizar sus propios intereses sobre el general, a la inversa del Capitán América, uno de esos seres para quien lo primero es la Idea o Abstracción. En Vengadores: Endgame, se pone en cuestión la intransigencia, es decir, las sombras, de ambos posicionamientos. Ese aspecto sacrificial que planteaba Thanos, de modo extremo, evidenciaba las carencias de uno (preocuparse de la propia parcela de vida puede implicar indiferencia hacia los males generales, o de los otros) pero también los excesos del otro (la entrega a una abstracción puede determinar desperdiciar la propia vida, los propios deseos). También la figura de Thanos exponía, como reflejo, sus limitaciones, como amortiguador de suficiencias: cómo quien más potente se siente en el dominio de la realidad (como un dios) también puede sufrir en algún momento la derrota, o sentirse incapaz, por los propios conflictos, de la necesaria competencia, como era el caso de Thor, en lo que se ahonda, a través de la distorsión de lo grotesco y patético, en Vengadores: Endgame (como quien se siente Todo puede sentirse nada, todo es cuestión de actitud: puede dominarte el exceso de suficiencia, o el lamento que implica apatía, autoindulgencia y abandono). En suma, la figura de Thanos ponía en cuestión las irresoluciones o indefiniciones, que no dejan de ser las nuestras (a través del reflejo de esas figuras sublimadas de los superhéroes): ¿qué es lo que se prioriza? ¿qué visión es la que se establece como actitud vital que no sólo mire a uno mismo?. Aunque, ¿a cuántos de los cuantiosos fanáticos de estos personajes, o sagas, les preocupan este tipo de cuestiones más allá del superficial cotilleo de patio interior sobre los vínculos entre personajes, series, películas, comics? ¿No predomina con respecto al enfoque sobre estas películas la vertiente salsa rosa pero en temática superhéroe? De la misma manera que los hay que desprecian, de antemano, este tipo de película como emblema de la inanidad, no sé cuantos de los entusiastas se preocupan del substrato de reflexiones que (algunas) pueden plantear.
Resulta significativo que de ese cortocircuito, el de la impotencia y falibilidad, en el que se sienten atrapados, unos más, otros menos, los que se consideraban que dominaban la realidad con sus superpoderes, sea la asunción de la propia pequeñez (nuestra fragilidad y vulnerabilidad constitutiva, nuestra condición de seres falibles o insuficientes), representada de modo simbólico en el protagonismo que adquiere Ant man (Paul Rudd), la que les descongestione para recuperar su capacidad de impulso de acción. La narrativa de la vida puede ser otra. Por eso, la naturaleza del tiempo es fundamental. Según cómo actuemos o no actuemos el curso de la vida puede tomar una dirección u otra. En el trayecto de la vida dejamos, como piel muerta, posibles narrativas, otras líneas temporales que no seguimos. Podemos quedar atascados en el pasado también, como si no avanzáramos hacia ningún lado. A veces el futuro puede ser otro según la reconsideración del pasado. Piel viva, o piel muerta. O quizá tarde nos demos cuenta de cómo descuidamos en nuestro pasado ciertas relaciones, cómo no dijimos o no expresamos lo que deberíamos hacer dicho o expresado. Varios de los personajes se confrontarán con esas circunstancias, en algún caso, a través de relaciones sentimentales que subordinaron a las abstracciones, aunque sobre todo abundan las relaciones paterno o materno filiales en cuyo reflejo afinen cierta consciencia de sí mismos, de sus descuidos o qué fácilmente nos podemos dejar devorar, sugestionar, por los modelos.
Los primeros pasajes, los más notables, los que más conectan con la serie The leftovers, desarrollan esa sensación de extravío e impotencia, de cortocircuito emocional, por la confrontación con la pérdida, que unos han asimilado con más templanza que otros. Unos prosiguen como si, dentro de una escala menor, pudieran ser aún útiles, o su vida ser útil, tener capacidad de efecto y beneficio en los demás, de resolución de conflictos (pero los fenómenos naturales no son algo que se puedan controlar, tenemos nuestras limitaciones). Otros se han abandonado, como si nada fuera posible, como si se haga lo que se haga, el fracaso fuera el ineluctable resultado. Por eso, si se desfigura la ilusión, la sensación de control, por qué no desfigurar el propio cuerpo. Los hay que han optado por el desquite, como quien se deja dominar por la sombra de la desesperación y la reconvierte en furia avasalladora. Y también los hay que han optado por centrarse en su pequeña parcela vital, su felicidad en pequeña escala, sin preocuparse de esa escala general que implica a la sociedad. La narración, en estos pasajes, se despliega de modo pausado, dando espacio a las emociones o conflictos de los personajes. No faltan apuntes cómicos, aunque en principio más intermitentes, y de cariz irónico.
The leftovers también planteaba, además de la dificultad de la asunción de la pérdida, la necesidad de la conexión como nutriente esencial. En Vengadores: Endgame será fundamental la consolidación del sentimiento de grupo, la cohesión que se había evidenciado tiempo atrás insuficiente, que en Vengadores: Infinity war se reflejaba en la fractura narrativa, o la diversidad de subtramas, o diferentes trayectos y escenarios dramáticos, relacionados con las cuatro piedras que restaban en juego, y que dividía en grupos a los integrantes de los vengadores, en diferentes escenarios (tanto en la Tierra como en otros planetas). Era el reflejo narrativo de esa desunión o deterioro de la cohesión, evidenciada en la aparatosa Capitán América: guerra civil, entre los integrantes de los vengadores, reflejo, a su vez, de nuestra sociedad insolidaria. Las piedras adquieren de nuevo relevancia en relación a las posibles narrativas temporales que pueden reconfigurar el escenario predominante. En este caso hay una conjunción que se divide como distribución de tareas. O piezas que puedan reconstituir un puzzle.
La narración fluye armónicamente, con leves altibajos, durante sus tres horas, con puntuales momentos dramáticos efectivos (algunos no carentes de potencia emotiva, en especial, en su conclusión) e intermitentes apuntes cómicos ingeniosos (aunque los haya que resulten forzados o sean poco sutiles), sin priorizar la pirotecnia, lo que se agradece, aunque en su conjunto no resulte tan inspirada como Vengadores:Infinity war, la mejor, con diferencia, de esta serie, sobre todo por la presencia dominante, y vertebradora, de Thanos, pieza fundamental en la consecución de una armonía entre las partes, meritoria dada su estructura fractal, mientras que en esta hay sugerentes ideas o líneas dramáticas que quedan en esbozo o más diluidas, y en cambio cobra más relevancia, de la que carecía en la anterior, el personaje más insulso de los Vengadores, el Capitán América. Vengadores: Infinity war concluía con un provisional cierre con una poderosa carga resonante sobre nuestra relación con la realidad (con la sociedad que generamos): ¿De qué somos capaces para conseguir el equilibrio?¿Cómo se logra si se suele tender a priorizar el equilibrio de nuestra particular parcela, suma de ensimismamientos que sigue generando esa desigualdad, o equilibrio perverso y siniestro, de un sistema que apuntala privilegios a la par que multiplica los desechos prescindibles? Por eso, ¿Thanos era el héroe o el villano?¿O simplemente ponía en cuestión la difusa separación entre la actitud ecuánime o compasiva y la pragmática o discriminatoria? En Vengadores: Endgame se responde con la recomposición de la unión que implica asunción de la pequeñez, así como el arrojo de exponerse sin priorizar la propia parcela de vida (de ahí la relevancia de la confrontación como reflejos de Thanos y Iron man), que puede generar la necesaria solidaridad que transforme la sociedad en un escenario que no se construya sobre privilegiados y prescindibles, ni sobre discriminación alguna. Unos no se diferencian de otros. Eso sí, puede resultar necesario cierto sacrificio, pero tampoco hay que sacrificar las propias ilusiones, la realización íntima, por unas abstracciones.

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