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domingo, 16 de mayo de 2010

Claude Rains, el arte de la ambivalencia

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El gran actor británico Claude Rains era magistral en interpretar personajes ambivalentes. Aunque se pueda decir que pareció especializado en 'villanos', pocos son de perfidia unidimensional. Con sus personajes el juicio quedaba preso de las arenas movedizas. Su agente nazi de 'Encadenados'(1946), de Alfred Hitchcock, dejaba entrever su vulnerabilidad, y resultar menos antípático que el supuesto héroe, el encarnado por Cary Grant. Resultaba más terrible el siniestro cinismo pragmático del estratega diplomático británico de 'Lawrence de Arabia' (1962), de David Lean. No dejaba de simpático el corrupto policía francés de la excesivamente mitificada 'Casablanca' (1942), de Michael Curtiz, como entreverse calidez en la rigidez del marido de la protagonista en la extraordinaria 'Passionate friends' (1949), de David Lean. Y pocos personajes sufren ese debate interno de inclinaciones opuestas como una de sus grandes creaciones (el poso de la integridad pasada en un corrupto), el político de 'Caballero sin espada' (1939), de Frank Capra. Por eso, no es de extrañar que interpretara a dos figuras del terror dominadas por la contradicción, en 'El hombre invisible' (1933) y 'El fantasma de la opera' (1943), de Arthur Lubin. Hay ecos de la segunda en su espléndido trabajo en 'El expreso de París' (1952), de Harold French. Cuando su villanía era más acusada poseía el inquietante sesgo de la tenebrosa inteligencia refinada, como en las excelentes 'Juarez' (1939) y 'Soga de arena' (1949), ambas de William Dieterle, o en la fallida 'Robin Hood' (1938), de William Keighley y Michael Curtiz, o en dos obras de cine negro, 'Dónde el peligro habita' (1950), de John Farrow, y 'The unsuspected' (1947), de Michael Curtiz. Fue el padre de 'El hombre lobo' en la versión de 1943 de George Waggener, o el ángel en la versión de 'El cielo puede esperar' de 1941, de Alexander Hall. Otras grandes creaciones en el terreno de la ambivalencia son en la esplendida 'El halcón del mar' (1940), de Michael Curtiz, como un diplomático español, o en 'El príncipe y el mendigo' (1937), de William Keighley.

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