El final de El colegial (1927),
de James W Horne, era un alarde de corrosiva construcción elíptica.
Toda una vida condensada en tres planos, a su vez mordaz ironía con
respecto a lo narrado anteriormente. Tras asistir durante una hora a
los denodados esfuerzos de Ronald (Buster Keaton), en lo que puede
denominarse fase de cortejo, para demostrar a su amada, Mary (Anne
Cornwall) que es digno de su amor (y que es capaz de hacer lo que sea
por complacerla, esto es, no ser como es, un eficaz estudiante, sino
lo que se valora en su joven entorno social, un atleta), la película
finaliza con tres breves planos, uno de ambos ya casados con sus
retoños, otro de ambos ancianos, y un tercero de las lápidas bajo
las que yacen en el cementerio. Es decir la vida pasa en un suspiro,
sin que haya mucho más acontecimiento, tras haberse roto el espinazo
en ese absurdo teatrillo de pruebas y alardes de la fase del cortejo;
lo que se presupone el aperitivo para disfrutar la película de la
vida no es más que la película que nos montamos para lo que
luego puede ser sino una sucesión de tramites sin mayor historia. El
inicio de Siete ocasiones (Seven chances, 1925), de Keaton,
rodado en un primario technicolor, es otro alarde de corrosiva
construcción elíptica, que condensa cómo de absurdamente podemos
llegar a dilatar los previos (el cortejo, el tanteo), o sea,
cómo podemos llegar a enredarnos en infranqueables indecisiones (por
incapacidad de articular los sentimientos): Cuatro situaciones
similares, Jimmy (Buster Keaton) conversando con la mujer que ama,
Mary (Ruth Dwyer) en la cancela (umbral a cruzar) de su casa,
cada una de las cuáles señala el inicio de una nueva estación
(mientras en cada caso, a medida que discurre el año, el perro que
les acompaña crece), sin que, como señalan los intertítulos, en
ninguna de las ocasiones, o estaciones, Jimmy haya sido capaz de
declararse, de expresar que la ama. Todo un año sin decidirse a
expresar lo que siente.
Cuando recibe la notificación de una
herencia, según la cual puede cobrar siete millones de dólares pero
con la condición de que esté casado antes de las siete de la tarde
del día que cumpla veintisiete años, o sea, justo ese mismo día,
tal urgencia puede ser el acicate que necesitaba para declararse.
Claro que ¿cómo la mujer que amas, que no sabe que llevas un año
debatiéndote contigo mismo para lograr decirle que la quieres, va a
estar segura de lo que sientes cuando le explicas que la razón para
que se casen, sorprendentemente, con tal urgencia, antes de la siete,
es porque tiene que estar casado antes de esa hora para cobrar una
herencia, con lo cual es fácil que piense que ella es una opción
como puede serlo cualquier otra mujer? Keaton despliega una brillante
idea de elipsis: Jimmy entra en su coche, en la casa de Mary (frente
a la cancela), para ir al club, pero sólo varía el fondo del
encuadre, como si el coche no se moviera, y sólo lo hiciera el
decorado (la casa de Mary, el club). Una ingeniosa manera de reflejar
la carencia de avance en el intento (como con la construcción
elíptica inicial del mismo encuadre durante cuatro estaciones).
Equívocos, azares. Absurdos. Mary le
escucha por teléfono cómo no quiere casarse aunque eso implique
perder la herencia, y manda a un sirviente con una nota para aceptar
la propuesta de matrimonio, claro que el sirviente monta un jamelgo
que avanza más lento que el desarrollo de una berza. Y al mismo
tiempo, el amigo y socio, de Jimmy, Billy (T Roy Barnes) le convence
que se case, aunque Jimmy no quiera, por su amigo, ya que la empresa
de ambos está en bancarrota. Y le plantea que se declare a siete
mujeres que conoce (siete ocasiones que son más bien opciones).
Secuencias que evidencian el dominio de los recursos cinematográficos
de Keaton para crear gags: Contraplano: el de los comensales que ríen
acompasados a la carcajada de la primera mujer que rechaza a Jimmy
(un uso del plano contraplano que parece antecedente de aquel de
Tú y yo (1957), de McCarey cuando los personajes de Grant y Kerr
no saben que los otros comensales se ríen de ellos porque están
sentados espalda contra espalda sin darse cuenta de la presencia del
otro). Profundidad de campo o montaje interno: Jimmy se arrodilla
ante otra mujer para declararse, y tras ellos aparecen unos jugadores
de golf y su sequito que se acercan a ellos al darse cuenta del
hecho, riéndose de Jimmy que sale con pies en polvorosa. Fuera de
campo: Jimmy lanza un papel que contiene una propuesta de matrimonio
a una chica que está en el piso de arriba; sobre él cae el papel
roto en mil pedazos: Fuera de campo y montaje interno: Jimmy se
introduce en una cabina tras una chica; a través del cristal
esmerilado se aprecia como ella le rechaza haciendo un gesto negativo
con la cabeza. Entra en un teatro para declararse a quien cree es una actriz que se anuncia en la entrada, y sale con ojo morado y el sombrero roto, porque no había advertido en la parte de abajo del cartel, antes oculta, que era un hombre que se traviste). Las apariencias engañosas: En una peluquería alude a quien cree que es una mujer, cubierta con capa, pero no es sino la cabeza de un maniquí: coge la de una mujer pensando que también es falsa; se agacha para mirar la hora en el reloj que lleva una chica en el tobillo y ella le golpea porque piensa que su intención es otra.
El amigo, Billy, decide que la mejor
idea es poner un anuncio en el periodico con el que convocar a
cualquier mujer dispuesta a casarse con quien va a cobrar siete
millones. Jimmy, exhausto, llega el primero a la iglesia, pero se
queda dormido en uno de los primeros bancos. Cuando despierte tomará
consciencia, gradualmente, de que tras él hay centenares de mujeres.
Todo el segundo tramo de la película, que narra la desaforada
persecución de las aspirantes a novia tras Jimmy, es un auténtico
prodigio, rebosante de hallazgos ingeniosos: La marabunta de novias
arrasando a un equipo de rugby, cuyos componentes quedan maltrechos
sobre el campo, un cultivo de maizales y unas colmenas de abejas;
cogen todos los ladrillos de la pared de una casa que un albañil
está erigiendo (cuando las mujeres abandonan el encuadre se aprecia
el vacío que es lo que era antes un pequeño muro; sacando del
tranvia al conductor y al interventor, que quedan sentados sobre el
pavimento con expresión perpleja; Jimmy saliendo del agua con una
tortuga colgada de su corbata; sa carrera ladera abajo sorteando
piedras de los más diversos tamaños. Una de las novias que le
agarra de la levita cae en una zanja, Keaton no cambia el encuadre,
plano general: Jimmy se para y mira atrás: de la zanja salen varios
obreros corriendo. Ejemplos
diversos de la inventiva no solo de situaciones sino de recursos de
puesta en escena, así como esta obra destacaca por su asombrosa
capacidad sintética (la película dura 56 minutos; pura concisión).
Al final, tras sufrir el via crucis, que pareciera una cáustica
lección/sanción para su indecisión con la mujer que ama (una serie
de mujeres la rechazan, y después es perseguido por un batallón de
aspirantes a novias que parece se reproducen por esporas), logra su
propósito de casarse con la mujer amada, aunque el beso se lo lleva
antes el perro, que es más natural, y más decidido.
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