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miércoles, 7 de junio de 2023

Un tipo serio

 

El principio de la incertidumbre. ¿Hay algún sentido o no lo hay? ¿Lo que nos ocurre acontece acorde a una trama de sentido o es pura aleatoriedad? ¿Existen los dibbuks, fantasmas de muertos que nos supondrán una maldición, o dicho de otro modo, siempre habrá algo o alguien que nos rompa los esquemas de la vida, en forma de accidente de coche, tornado, pareja que nos abandona porque somos unos mustios, familiar garrapata que sólo nos da problemas (como una incrustación en tu hogar o como perturbación al ser detenido por la policía), compañeros, alumnos o jefes de trabajo que nos complican la existencia, trastornos orgánicos, vecinos fachoides amantes de la caza (que disponen de otra noción de la territorialización de la realidad, como reflejan con la porción de jardín que cortan y que quizá no se ajuste a la concepción de su vecino con respecto a cuáles son los límites territoriales), vecinas que toman el sol desnudas que fuman marihuana y que trastornan los sentidos mientras se intenta colocar adecuadamente la antena para que el pesado del hijo pueda ver el canal digital que es el centro de su existencia y por el que te llama incluso para que lo arregles cuando se está dilucidando con un abogado las condiciones de tu divorcio? Estas y otras preguntas no serán contestadas en Un hombre serio (A serious man, 2009), otra de las obras maestras de los Hermanos Coen, porque todo está regido por el principio de incertidumbre, y por mucho que le busques sentido a la ecuación nunca sabrás si el gato está muerto o está vivo, porque de hecho, está muerto y está vivo. La vida potencialmente puede ser cualquier cosa. En cada circunstancia hay un potencial de posibilidades. Un tipo serio comienza con una frase que indica que hay que recibir los acontecimientos de la vida con la adecuada templanza, sean como sean. No podemos controlar el curso de los acontecimientos de acuerdo a nuestra voluntad pero sí afinar nuestra actitud. Porque la vida es imprevisible, y no sabes cuándo llegarán las buenas noticias o las malas. No se puede pretender que se ajusten a un guion o esquema de vida predeterminado, a lo que uno desearía.

Un tipo serio es una asombrosa odisea en busca del sentido que no podrá dilucidarse, porque siempre será incierta nuestra percepción de la realidad como el lograr discernir la trama de ésta. La narración comienza en un conducto auditivo que escucha música durante una clase que, por lo tanto, no escucha, y se alterna con un examen médico de oído y vista. ¿Cómo percibimos la realidad? ¿De acuerdo a qué o con qué filtros? Larry Gopnick (Michael Stulhbarg) es un profesor de matemáticas que intenta ser un hombre serio, esto es, alguien que se ajusta a la estructura establecida de una realidad, a una ecuación de vida, de modo aplicado, pero la vida no es una pizarra en la que las ecuaciones se resuelven. La vida es más bien una trama deshilachada con muchos puntos suspensivos, y no sabes a qué pueden conducir, como cuando retornas a tu hogar y tu estructura de vida se tambalea porque tu esposa te anuncia que se quiere separar de ti porque quiere a otro hombre. Tu vida se reestructura, aunque más bien parezca que se despedaza. Pierdes la conexión, como tu antena no parece encontrar de modo ya rutinario la emisión. Y los demás, alrededor, están con sus propias películas, las cuales pueden ejercer de interferencia o perturbación, como el alumno que deja un sobre con dinero en tu despacho porque quiere que le apruebe, o tu hijo está solo preocupado por sus particulares dramas, como la antena que no funciona y no permite que pueda ver el programa que quiere ver. En la vida no siempre puedes ver los programas que quisieras ver, como ya tu relación marital no era como creías que era, y ya no será además nunca de esa manera. Pero también ese otro proyecto de vida puede no funcionar para la que era tu esposa porque el hombre con el que quería reestructurar su vida muere en un imprevisto accidente de coche. La vida está repleta de imprevistos accidentes.

Larry busca respuestas y visita a varios rabinos, pero por mucho que usen metáforas o relatos no logra encontrar sentido a lo que le ocurre. No entiende por qué de repente la vida se convierte en una sucesión de contrariedades. Tu vida no estaba constituida con los límites que creías, sino que otros pueden reconfigurarlos de acuerdo a su voluntad o capricho, como el vecino que ama la caza y corta el jardín de acuerdo a los límites que él cree que separan sus mutuos jardines. Su hermano, Arthur (Richard Kind), carece de su propio hogar y vive en el suyo, como una incrustación perturbadora. Quisiera que su espacio de vida fuera como quisiera que fuera, pero no puede evitar las interferencias, las cuales no son solo interferencias, sino que sufren sus propias carencias y frustraciones. Los otros no son solo funciones que perturban o se acoplan de modo armónico o complaciente, sino que acarrean su propio equipaje de expectativas y amarguras, y pueden entrar en colisión con las propias, como una colisión de vehículos. Y puede ser del modo más inoportuno o repentino, cuando piensas que encauzas tu vida en otra dirección de vida que parece ajustarse a tus anhelos y aspiraciones. En un momento, alguien te indica que consigues el puesto que parece afianzar tu posición laboral, y al siguiente un factura exorbitante determina, dadas tus carencias financieras, que sí te decidas por una opción que implica corrupción al aceptar un dinero por modificar la nota de un alumno. Y al siguiente, quizás aparezca un tornado que arrase con todo y ponga en evidencia que todos los pequeños dramas que se viven como grandes dramas no son sino nada. Porque la realidad es así de aleatoria, el gato está pero no está. Y todo es incierto e imprevisible. La vida no es una ecuación en una pizarra sino un tornado potencial que no sabes si aparecerá en tu horizonte y si es así cuándo y cómo. 

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