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lunes, 12 de junio de 2023

Remorques

Remorques (1941), de Jean Gremillon, dispuso de un accidentado proceso de producción. Previamente, en 1935, no había convencido la adaptación de la homónima novela de Roger Vercel (autor también de Capitán Conan, adaptada al cine por Betrand Tavernier en 1997), realizada por Charles Spaak, ni la reescritura de André Cayette. Cuando fue reactivado el proyecto por el productor Joseph Lucachevitch, se consiguió, gracias a la intervención de Jean Gabin, que Jacques Prevert fuera contratado para reescribir el guion. El rodaje comenzó en julio de 1939, pero fue interrumpido en septiembre al entrar en guerra Francia con Alemania. Se retomaría en mayo de 1940, pero de nuevo se interrumpiría en junio cuando fue tomada París por los alemanes. Por fin, se completaría, ya durante la ocupación alemana, en 1941, aunque sus dos actores principales se habían trasladado a Estados Unidos, por lo que varias escenas previstas no pudieron rodarse. La obra empieza con una boda, la de uno de los marineros del remolcador Cyclone que capitanea André (Jean Gabin), quien anuncia cómo las ilusiones pueden ser quebradas en cualquier momento, ya que la celebración se interrumpe cuando son requeridos para rescatar a un navío, el Mirva: Una larga secuencia, de vibrante tensión narrativa, dominada por la nocturnidad, en la que no sólo ruge la tormenta que zarandea los barcos, sino la colisión entre dos actitudes (que se puede ampliar a la de la navegación de la vida ): la integridad de André contra la falta de escrúpulos del capitán del otro navío, Marc (Jean Marchat), alguien sólo interesado por el dinero del seguro (por lo que decidirá romper el cabo que une al Mirva con el Cyclon tras que haya sido salvado por éste, y tras una rotura previa accidental). Precisamente, de Marc, junto a otros marineros del navío, huye en plena tormenta (rompiendo los cabos) su esposa, Catherine (Michele Morgan), porque está cansada del odio acumulado en los dos años de relación. Cabos que se rompen accidentalmente, cabos que se rompen intencionalmente.

En Remorques (Remordimientos) convive la intensidad poética con la inmediatez de ciertas secuencias que describen un modo de vida sobre el que pende la amenaza del desastre, como al fin y al cabo en la incertidumbre de los oleajes, ciclones y tormentas de las emociones de los personajes. Yvonne (Madeleine Renaud), esposa de André desde hace diez años, teme que, en cualquiera de esos salvamentos, él pierda la vida por lo que insiste en que abandone ese labor y disfruten de su amor con un modo de vida con apariencia de estabilidad. La vida de Yvonne, precisamente, peligra dada su enfermedad, que André no cree que sea tan grave, sino que más bien la utiliza como chantaje emocional. La irrupción de Catherine, quien disgustada por cómo ha sido su vida, preferiría que André la llamara de otro modo, Aimee, como si así el escenario de realidad fuera otro, determina que también se modifique la relación de André con la realidad. Su amor se apuntala en los inciertos y variables contornos del territorio de una playa. Los primeros planos de su paseo encuadran su pasos en la arena, detalle que anticipa la fugacidad de su relación. Si Yvonne ansía que dispongan por fin de un hogar, en vez de vivir en un hotel, en una casa vacía, junto a la orilla del mar, por lo tanto potencial hogar, será donde André y Catherine/Aimee hagan su primer acercamiento, su primera declaración de amor. Pero como un naufragio que demanda ser atendido, el requerimiento de André para que acuda al lecho de una agonizante Yvonne también determinará la imposibilidad de esa nueva singladura amorosa.

¿Qué siente André?¿Por qué actúa o reacciona de un modo y no de otro en el escenario sentimental? En cierto momento, recomienda a uno de sus marineros que tome una decisión drástica con su esposa porque está convencido de que ella le engaña con otro. Pero más adelante se dará cuenta de que quizá su percepción no era precisa. ¿Veía en esa relación lo que quizá sentía que fallaba en la propia aunque le costara asumirlo? ¿A quién o a qué se abraza? André se ve zarandeado por las emociones, y por los maridajes de unas circunstancias que condicionan sus decisiones. En esta maravillosa obra de Jean Gremillon (un cineasta de escasa obra a redescubrir: por ejemplo, las excelentes Geule d'amour, 1937, su primer éxito, protagonizada por Jean Gabin, El extraño señor Víctor, 1938, El cielo os pertenece, 1944, o El amor de una mujer, 1953, entre otras), con dirección artística de Alexandre Trauner, hay que destacar, como en el cine de Marcel Carné, la presencia en el guión, sobre todo por sus poéticos diálogos, que podrían llegar a ser agudos aforismos, de Jacques Prevert. Como muestra un soberano ejemplo de exquisito dialogo:

Catherine: ¿Qué le pasa?
André: Nada
Catherine: ¿No puede decir lo que piensa? Es tan fácil...Yo digo todo lo que pienso.
André: Yo no le pido nada, y estoy harto. Francamente, ¿Qué pinto aquí con usted? Míreme, ¿Parezco un hombre que corre detrás de las mujeres?
Catherine: No
André: ¿Entonces? ¿Le divierte tanto un hombre que no sabe lo que dice, que farfulla? Porque me doy cuenta. Conmigo pierde el tiempo. No me gustan estos juegos. Soy un hombre sencillo.
Catherine: Los hombres sencillos no hacen tanto ruido para esconder sus pensamientos ni sienten vergüenza de sus deseos. En realidad, usted es igual que los demás. Rebosa de escrúpulos, delicadezas y no deja de pensar. Ahora mismo, está pensando en cosas que nadie conoce, que le impiden hablar. Aunque quisiese ser sincero no podría, diría cualquier cosa y lo escondería todo.
André:¿Por qué dice eso? ¿Por qué le intereso tanto? ¿Qué espera? Venga, hable, ya que usted lo expresa todo ¿Qué quiere de mí?
Catherine; ¿Y usted qué quiere?
André: A usted
Catherine: Cállese. Béseme...Béseme.

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