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sábado, 14 de diciembre de 2013

Wings of hope

Un cambio de itinerario, y estás vivo, no muerto. Werner Herzog inicia 'Wings of hope' (2000) con una pesadilla, una incrustación ficcional en un documental, porque más que de Julianne Koepcke quizás sea la suya, ya que él pudo haber viajado en aquel avión que se estrelló, a causa del impacto de un rayo, en la selva del Perú, accidente del que sólo sobrevivió, de los 92 pasajeros, Julianne, de 17 años, quien recorrió durante diez días tres kilómetros de selva con una herida abierta en el brazo infestada de gusanos (alrededor de cuarenta). Esos maniquíes desfigurados, abrasados, que contempla en la calle Julianne en la calle inicial más allá de reflejar los residuos de una quemadura que tardó en cicatriz en el interior de Julianne, son el reflejo del propio cuerpo de Herzog, del cuerpo desfigurado en el que podría haberse convertido.. Herzog le dice a Julianne, en el aeropuerto, que quizá la rozara con su codo aquel día. Recrear la travesía y odisea de Julianne es recrear la que él pudiera haber vivido, si hubiera sobrevivido. El cineasta alemán se encontraba en aquellos días en Perú rastreando localizaciones para el rodaje de 'Aguirre, la colera de Diós' (1972), y canceló el billete de aquel avión porque cambió el itinerario. Mientras Herzog rodaba la película, Julianne vivía su 'película', su peripecia, a escasa distancia del lugar de rodaje, como una línea o narración paralela.
Herzog realiza 27 años después un documental sobre la única superviviente de un accidente en el que él podría haber perecido, tras años de intentar infructuosamente contactar con ella, ya que Julianne había preferido rehuir todo contacto con los medios de comunicación, sumiéndose en la espesura del anonimato. Incluso, entonces se realizó una película sobre su peripecia, I miracoli accadono ancora (1974), de Giuseppe Maria Scotese. En el documental se contrasta las notorias diferencias entre la vivencia de Julianne y la representación. En la actriz no hay magulladoras ni heridas visibles, como otra herida abierta en la pantorrilla de la que no brotaba sangre, y menos su herida en el brazo. La actriz parecía casi salida de un camerino, y se enfrentaba en cada recodo de su trayecto con una amenaza, un cocodrilo, un jaguar, una tarántula o una serpiente, ante las que profería el correspondiente grito de pánico, antes de tropezarse con alguna raíz visible de un árbol. Julianne, que se dejaba llevar por la corriente del río, sabía que por debajo suyo se encontraban los cocodrilos, pero sabía que no suelen atacar a los seres humanos, más bien se precipitan en el agua como huida al advertir su presencia. Julianne se enfrenta a aquella vivencia en el lugar donde acaeció, y Herzog a lo que él pudiera haber vivido, o más bien en donde pudiera haber perecido.
Documentar esa confrontación es retratar una gesta, otra superación ante la situación más adversa, es retratar el impulso de vida. Julianne se sienta en el avión en el asiento con el mismo número donde se encontraba en aquel accidente, junto a su madre, y un hombre gordo que despertó poco antes del accidente. Relata cómo se precipitó en el vacío atada a su asiento, pero sola. Cómo despertó malherida al día siguiente, con un ojo hinchado, y otro casi como una ranura con la que dificilmente podía ver, y vestida con un escueto vestido corto. Herzog se admira de cómo se muestra imperturbable ante la nube de mosquitos que se aposenta en sus brazos. Es una mujer que se había educado con una relación próxima con la naturaleza. Su padre era biólogo, con lo cual sabía cuáles eran los recursos que podía utilizar para sobrevivir, de qué plantas extraer agua, o cuál comer. De hecho, ella se ha convertido en bióloga, especializada en los murciélagos, como su esposo en las avispas. Julianne rastrea en su pasado con el gesto distanciado de una científica, rastrea entre los numerosos restos que aún están esparcidos en la selva, parte del fuselaje, una pequeña cartera o un tacón. Julianne recorre de nuevo el riachuelo ('el afluente que miente', de recorrido más sinuoso, menos transitado que la corriente principal), la selva en la que para avanzar quizá se tarda cuatro horas a golpe de machetazo en recorrer trescientos metros ( por tres veces intentó Herzog alcanzar la zona donde tuvo lugar el accidente), esa selva que desde las alturas parece un tupido reguero de brocolíes.
Alas de esperanza (wings of hope) es la inscripción que destaca en una escultura de yeso realizada como recordatorio de la gesta de Julianne, del recorrido que realizó, sola, con una herida abierta, en un entorno hostil, en unas circunstancias adversas. Herzog incrusta otras pesadillas, un pasillo lleno de cajetines que contienen mariposas disecadas, un almacén con esqueletos, cornamentas, y más animales disecados. Se imagina a Julianne aislada en la selva, sin poder salir, un punto indiscernible en la tupida selva cuánto más asciende la cámara. Herzog no sólo quizás evoca, o imagina, a través de Julianne, una realidad o narración paralela en la que pudo dejar de ser, así como un reflejo de su repulsión a las vidas disecadas, cosificadas, que se dejan convertir en puntos indiscernibles en la selva de la vida. También nos recuerda lo que podemos ser, lo que podemos realizar.

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