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domingo, 15 de diciembre de 2013
La Seine a recontré Paris
El río Sena ríe como un gato cuando alguien dice que es un río cualquiera, como se dice en uno de los versos de Jacques Prevert, recitados por Serge Reggiani, que acompañan, o se conjugan con, la narración que es fluir de 'La Seine a recontré Paris' (1957), de Joris Ivens, que recibió la Cámara de oro al mejor cortometraje en el Festival de Cannes. El río Sena, fluye, crece, como una persona. Elrío Sena atraviesa París. El Sena es como un espejo, un reflejo, es lo mismo, presencia constante, firme, llueva, arrecie tormenta o brille el sol, y es distinta, reflejo, pantalla, telón de fondo, banda sonora, aroma, variada signficancio, sea para el trabajador cubierto de polvo que lanza los tres ladrillos al otro trabajador que forma parte de una cadena, o para quien acaricia el cabello del que ama mientras contempla la luz del sol cimbreándose en el vaivén del agua. Sea para los hombres que rastrillan piedras o para el hombre que mira con la expresión ida, mira sin mirar, como si rastrillara en su interior, como si no existiera lo que tiene delante, sino las lanzas herrumbrosas del pasado, las luces borrosas del futuro. Sea para quien comparte las migas de su pan con los gorriones, o para el buzo que se converte en estrella por unos minutos, rodeado de niños, tras emerger de las profundida des del río con la bicicleta de uno de ellos.
Una pareja dormita, apoyados contra un tronco, envueltos en la hojarasca, que les cubre como el remanso de su expresión refleja cómo se han envuelto tersamente con caricias el uno al otro. Un hombre extrae arena con su grúa, y una niña esparce la arena del contenedor como si fuera confetti. Para un hombre que se desplaza con su remolcador, la corriente del Sena es un trance de peligros, es la pantalla de los avatares de lo insólito. Un hombre dormita, con la cabeza bamboleándose sobre su pecho, sin dejar de sostener la caña de pescar, viaja en la quietud, en el tiempo que se ha replegado en sueños. Un hombre limpia su coche, otro su perro, y una mujer ropa. Una vasija flota en el agua a la espera de unas manos que la conviertan en inesperado tesoro, un hombre duerme, boca abajo, como una alfombra que espera que la recojan.
Una mujer lee de rodillas el periódico,dando la espalda a la corriente. Un perro salta a la corriente en busca de la pelota que ha lanzado su compañero de juegos humano.Ivens también nos lanza una pelota, como una narración que es trampolín para la imaginación. Rostros surcan la narración, rostros con sus sueños, con sus pesadumbres, rostros que vivieron sus historias, o que vivieron pensando en qué historias podrían haber vivido o aún vivir. La narración respira, y la imaginación, que se despereza en un canto de evocadora marea. Piensas en qué sería de aquellos rostros, cuáles aún descansan, pasean, o miran el horizonte, en la orilla de un río que atraviesa la ciudad como espejo de aliento de vida. Hubo una vez el Sena, apostillan las palabras de Prevert, hubo una vez el amor, hubo una vez el infortunio, hubo una vez el olvido del tiempo, hubo una vez la vida.
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