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miércoles, 7 de noviembre de 2012

Solo ante el peligro - Imágenes de un rodaje. Zinemann, Daves, Sturges: Tres formas de esperar un tren

Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket Photobucket Fred Zinnemann, Gary Cooper, Grace Kelly, Katy Jurado, Thomas Mitchell, Lloyd Bridges, Lon Chaney jr, Otto Kruger, Maria ( la hija de Cooper, de 13 años), entre otros, durante el rodaje de 'High Noon' (1952). La espera del tren anunciado, la espera que es tensión y confrontación entre fuerzas, representaciones y actitudes opuestas. La llegada del tren es la materialización del duelo anunciado, su resolución. Civilización y barbarie, ley y justicia, orden y caos, progreso y primitivismo se dirimen durante el tiempo de espera. Algunos renombrados o destacados westerns centraron su trama en esa espera de un tren que dilucida con su llegada un conflicto. El más afamado, y popular, es 'Solo ante el peligro' (High noon, 1952), de Fred Zinneman. Pero hay otros dos, que no han ingresado en la icónica mítica del género, y que considero netamente superiores, como son 'El tren de las 3'10 (1957), de Delmer Daves, y 'El último tren de Guh Hill' (1959), de John Sturges. Dos poderosas obras que merecen reseñarse en cualquier antología del wetern, y que se constituyen, además, en epítome de la década dorada del mismo. Photobucket Photobucket 'Solo ante el peligro' se diferencia, de entrada, en un matiz con respecto a los otros dos. El tren que se espera llegue al mediodia (high noon) trae a unos forajidos que pretenden ajustar cuentas con el sheriff Kane (Gary Cooper). Si este representa la ley y orden cabal, aquellos son el emblema de la imposición de la ley del más fuerte. Aspecto en el que coincide con 'El último tren de Gun Hill', en la que el sheriff Morgan (Kirk Douglas) llega a Gun Hill para detener a los violadores y asesinos de su esposa. La casualidad es que uno de los dos asesinos es hijo de un antiguo amigo suyo, Belden (Anthony Quinn), próspero ranchero latifundista, y ante todo, cacique. El impone su ley. El mismo representante del orden del pueblo se lavará las manos, no implicándose en la detención. Morgan, como Kane, se enfrentarán no sólo ante esos representantes de la barbarie y detentadores de la ley del más fuerte, sino tambien a la casi unanime indiferencia o temor del pueblo, los cuáles prefieren plegarse al tirano que unirse en nombre de la justicia y la civilización. Photobucket Photobucket Aspecto que pone en evidencia los claroscuros del progreso, y de la supuesta civilización, y cómo es el empuje disidente y resistente de unos pocos, los que pueden potenciar un progreso real, firme y digno. El colectivo se revela como una masa sin personalidad que se deja zarandear por las fuerzas que establecen su dominio. Barbarie y civilización ven cómo sus fronteras son muy difusas. Además, hay otro elemento añadido en esta ecuación en la cinta de Sturges. La esposa asesinada de Morgan era india. Se amplifica el concepto de civilización contra barbarie. Aspecto en el que coincide con otra obra de Sturges, ya comentada, 'Conspiración de silencio' (1955), un western moderno en el que un forastero se baja del tren en un pueblo perdido en el desierto en el cuál ese tren no se había detenido en años. Y destapa las miserias de otro caciquismo que llegó a asesinar a otro habitante del pueblo, un japonés, por considerársele un enemigo, mientras su hijo combatía con las tropas estadounidenses. La ironía es que el protagonista venía a dar a su padre la medalla al valor que le concedieron antes de morir. El racismo es parte de la barbarie. Photobucket Photobucket Lo que se dirime en 'El tren de las 3 10' posee otras resonancias, que, por no haber dejado de ser actuales, quizá por ello ha propiciado el reciente remake realizado por James Mangold. ¿De qué es capaz uno para progresar y superar las precariadedades? ¿Seguir la vía fácil que es la de la depredación, tomar lo que se quiere sin contamplaciones, o afirmarse en la honestidad, en la espera de la recompensa por el trabajo realizado, sin dejarse tentar por la corrupción, por desesperada que sea su situación?. En sutileza es en una de las cuálidades en las que la obra de Daves supera a la de Zinneman, como en su más afinada modulación narrativa, cómo va cargando de tensión el relato, alcanzando su culminación en las modélicas secuencias de la habitación del hotel, entre Wade y Evans, en las que el primero tienta, casi con éxito, al segundo para que se retire, y más cuando se va quedando solo, abandonado por los demás, y acepte el cuántioso dinero que le ofrece. Evans como Kane tienen sus momentos de duda. Ambos ven cómo algunos niegan el apoyo, por conveniencia, mezquindad hipócrita o miedo, o se van retirando cuando ven que el éxito de la misión cada vez parece menos posible, al verse en desventaja númerica. En el rostro trasegado de Evans se delinea claramente cuán dificil le está resultando el no ceder a la tentadora oferta del artero Wade. Photobucket Photobucket Daves sabe cómo crear tensión con la planificación, o a través del montaje interno del encuadre. y rehuye el énfasis. Zinneman, por contra, busca recargar la tensión con recurrentes planos de relojes que van señalizando el paso del tiempo. Daves tambien los realiza, pero son los justos. En 'Solo ante el peligro' llegan a saturar. Y ponen en evidencia cómo no sabe crear esa tensión a través del montaje y de la planificación, demasiado escénica. O demasiado dependiente de guión. Escenifica más que secuencializa.Quitando algunos instantes, como aquellos que contrastan dentro del encuadre, o a través del montaje alterno, las figuras de Kane y su ayudante, el cual se debate entre el orgullo de no verse reconocido por Kane y la pulsión de sentirse cobarde a ojos de los demás, o aquel retórico, pero eficaz, plano en picado con grua que sitúa a Kane solo en mitad de la calle desierta, el conjunto de la narración avanza pesadamente, acartonada. Demasiado dependiente de la carpintería del discurso. Al contrario que en la obra de Daves, todo parece demasiado inferido, demostrativo. Photobucket Photobucket Kane tambien duda, y está a punto de ceder y abandonar su puesto, pero esta cualidad de heroe más matizado o vacilante, con contrastes, colisiona en demasía con un relato demasiado mécanico trazado por los diversos episodios que reflejan su confrontamiento con los otros habitantes del pueblo que le explican sus razones de por qué no le apoyan, y cómo incluso aceptarían que los forajidos retomaran el poder, para así evitar un conflicto violento que deterioraría la imagen del pueblo, ahora que está adquiriendo una prosperidad, que se necesita seguir alimentando para que progrese el enriquecimiento. La conveniencia es parte medular de los sótanos de la civilización. Lástima que las rugosidades de su discurso (con referencias a su vez a las inquisidoras y oscurantistas actividades del comite de McCarthy que se sufría en la industria del cine en aquellos años de persecución al que fuera, o pareciera, comunista, por sus ideas progesistas) no encuentre correspondencia en una narración desvitalizada, que avanza a trompicones.

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