Durante un tiempo se percibió de modo
equívoco Río Bravo (1959), de Howard Hawks, por cuanto se
consideraba, ante todo, una explícita respuesta a Solo ante el
peligro (1952), de Fred Zinnemann. Hawks cuestionaba que el
sheriff, interpretado por Gary Cooper, requiriera, insistentemente,
ayuda a los ciudadanos ante la inminente llegada de unos forajidos
que amenazaban su vida, y que al final fuera decisiva la intervención
de su misma esposa, encarnada por Grace Kelly. Por lo que se
interpretó, por contraposición, que Río Bravo se centraba
en quien, como era el caso del sheriff John T Chance (John Wayne),
realiza su labor sin necesidad de apoyo, como ejemplo de virilidad
resolutiva. Nada más lejos de la realidad. El héroe es múltiple,
la vida del héroe peligra sin los otros, sea cual sea su condición.
De hecho, en cierta secuencia, Feathers (Angie Dickinson) señala que
como se puede ayudar a quien no quiere que se le ayude. Así como es
cuestionado por otros por su actitud en exceso exigente, tozudo, poco
considerado o en ocasiones rozando lo inflexible. Rio Bravo,
con guion de Jules Furthman y Leigh Brackett, es la
quintaesencia del western (o quizá de la vida). El hombre enfrentado
a su circunstancia. El arquetipo llevado a su depuración, tanto la
peripecia u odisea, como los personajes, las figuras del héroe y del
bufón, se conjugan en una vibrante (puro impulso de acción) y aguda
reflexión sobre el dominio de la circunstancia por parte del hombre.
La determinación es primordial, pero el ser humano necesita de los
otros. La tarea del héroe está engarzada con la colaboración. El
héroe no debe interponer distancia, no debe aislarse, sino que debe
disponer de la capacidad, aun por aprendizaje, de saber ponerse en la
piel de los otros, de los que forcejean con sus carencias,
impedimentos y heridas. Esa es su primera tarea, antes que la del
enfrentamiento con la amenaza enemiga. El héroe comprenderá, por
tanto, que todos lo son en potencia, pues cualquiera, en cualquier
momento o cualquier circunstancia, puede ser resuelto e incluso
determinante. Chance, a lo largo del relato, aun sin pedirlo, verá
como una situación de peligro, en la que se verá envuelto, será
solventada por quien le presta en ese momento ayuda. Las
intervenciones de otros, de quienes incluso ha podido cuestionar su
capacidad, serán decisivas.
En una de las más poderosas
introducciones realizadas en una obra cinematográfica, ya se plantea
ese contraste entre la virilidad potente, y sin fisuras, de Chance y
su contrapunto o sombra, la quebrada y patética virilidad
de Dude. Héroe y bufón. Unas secuencias sin diálogo, definidas y
moduladas por las acciones y gestos. Porque son las acciones las
elocuentes, las que definen a los personajes, no las apariencias,
concepción en la que abundará la narración.
Dude (Dean Martin) entra por la puerta
trasera de un bar, indeciso, como si fuera un proscrito, y temiera
que le echaran, paseándose como un espectro casi invisible entre los
parroquianos. Se aprecia que está ansioso, no dejando de restregarse
de cuando en cuando su boca. Quiere tomar un trago, pero su aspecto
desastrado indica que no tiene un centavo. Alguien lo advierte, Joe
Burdette (Claude Akins). Este le hace un gesto con la botella,
mientras sonríe maliciosamente, ante lo que Dude asiente pensando
que le va a ofrecer una copa, pero Joe no le invita a un trago sino
que lanza una moneda en la escupidera. Dude se agacha para cogerla, y
una pierna entra en el encuadre, golpeando la escupidera. Es Chance
(John Wayne), quien, encuadrado en elocuente contrapicado, le mira
reprobadoramente, como diciendo qué bajo has caído. Se dirige a
Joe, pero Dude se incorpora y golpea con un palo a Chance, quien cae
inconsciente, y se dispone a hacer lo mismo con Joe, pero compañeros
de éste lo reducen, y Joe le golpea repetidamente, hasta que otro
vaquero le para el brazo. Joe se vuelve y dispara sobre él,
abandonando a continuación el saloon. Ya en la calle, Joe aparta con
desprecio la manta que cubre la cabeza de una mujer, para ver si es
de su gusto, y entra en otro bar. Ahi aparece Chance tras él, pero
amigos de Joe le apuntan a su espalda, aunque a su a vez a la espalda
de éstos aparece Dude. Chance golpea a Joe y lo detiene.
Ya está, por un lado, planteada, o
impulsada, la trama de acontecimientos que vendrán después. Y que
se concretará en la conversación de la escena siguiente entre
Chance y Wheeler (Ward Bond), el cual llega con la caravana de sus
mercancías, y se sorprende de las medidas de seguridad. Chance le
hace saber que, mientras espera la llegada del marshall para llevarse
al detenido, tienen que enfrentarse a la posibilidad de que el rico
hacendado hermano de Joe, Burdette (John Russell), intente liberar a
éste. Se encuentran, por tanto, en estado de sitio. Aislados,
cercados. Como en El Alamo (Así se llama también el hotel). Y sólo
dispone Chance de dos ayudantes, Dude, al que apodan 'Borrachón',
abismado en el alcohol desde hace dos años atrás por una decepción
amorosa (la vulnerabilidad o limitación emocional), y Stumpy,
un cojo anciano (la vulnerabilidad o limitación física).
Voluntariosos, pero como señala Wheeler, no parecen la mejor ayuda
ante la jauría de Burdette (no destilan imagen de virilidad capaz
según la convención).
Wheeler no ve más allá de la apariencia. En esa introducción, de
hecho, ya ha quedado expuesto, o evidenciado, que aquel que se
considera que necesita ayuda, porque incluso se degrada, como es el
caso de Dude (a quien Chance intenta dar una oportunidad de
que no se abisme aún más en el pozo sin fondo de la degradación,
interviniendo para evitar que meta la mano en la escupidera), puede
salvar la vida de quien ejerce de salvador, Chance, cuando después
su intervención es determinante para que la situación se torne
favorable y sí pueda efectuar la detención de Joe, que se había
complicado para él por la intervención de unos cómplices de Joe.
El desarrollo de Rio Bravo demostrará sutilmente que no basta con
ser el Hombre, determinado y convencido de sus fuerzas. En diversos
momentos de la película, Chance (no por nada Chance significa azar u
oportunidad) verá salvada la situación, e incluso su vida, por la
intervención, no sólo, otra vez, de Dude, sino de Stumpy, el joven
Colorado (Ricky Nelson), o la jugadora de cartas, Feather. Es decir
de aquellos que parece ( o se supone), según la convención, que no
tienen la misma capacidad de resolución de un Hombre. Pero da igual,
si tienes una incapacidad física, si eres anciano, si tienes un
handicap emocional, y has perdido pie, y te sientes demasiado frágil
e impotente. Y no por ser joven no vas a ser menos sensato y
resolutivo, ni, por su puesto, por ser mujer. No hay nadie que sea
menos que nadie, y no hay como la colaboración para vencer a las
furias.
Son abundantes las secuencias a destacar de esta prodigiosa obra. Pero resaltaré dos en las que Dude Son abundantes las secuencias a
destacar en esta prodigiosa obra. Pero resaltaré dos en las que Dude
restituye la confianza en sí mismo. Aquella en la que entra en el
saloon donde están los hombres de Burdette, buscando a un hombre
herido que ha huido tras un enfrentamiento con él y Chance; cuando
parece que está perdiendo el dominio de la situación advierte las
gotas de sangre que caen desde arriba sobre un vaso de whisky, y
dispara sobre el hombre apostado en las alturas. Y, por otro lado, la
portentosa secuencia en la que esta punto de venirse abajo y
abandonar (por haber sido sorprendido, y golpeado, por unos hombres
de Burdette, y por la falta de confianza que siente en Chance, quien
traspasa en diversos el umbral de la inflexibilidad, actitud por la
que no deja de ser cuestionado por Stumpy). Dude pide una botella de
whisky (rompiendo su promesa de que ya no bebería), pero al escuchar
la canción de deguello, que ha ordenado Burdette que toquen (es la
canción que sonó día y noche durante el asedio a El Alamo), Dude
devuelve el whisky del vaso a la botella sin derramar una sola gota.
Hawks en su obra, tanto en sus celebres
comedias (La fiera de mi niña, La novia era él, Su
juego favorito o Me siento rejuvenecer), como en los
westerns (Rio Rojo, Eldorado o Rio de Sangre),
había dinamitado la definición convencional de los géneros, y en
concreto, de la virilidad o masculinidad. Aunque más que efectuando
un mero proceso de desvirilización (de borrar los signos viriles
desvirtuando su imagen), más bien, reajustando el concepto y las
relaciones entre géneros. Con ese replanteamiento evidencia cómo el
campo de dominio no es tan claro por parte de ninguno de los
géneros (masculino y femenino), así como nos enfrenta a los
vaivenes de los pulsos de voluntades, las contradicciones, los
desbocados impulsos, y los requiebros, a veces no tan controlados,
del tablero de ajedrez de estratagemas e intenciones camufladas sobre
el que se plantean. Ante todo, la imagen de dominio se quiebra, y
descubre su lado vulnerable y frágil, o irrisorio, que no patético,
es un saber reirse de sí mismo, y de botón de muestra, los
personajes interpretados por Cary Grant en sus comedias: vestido con
un salto de cama y fuera de quicio por cómo se complican sus
circunstancias en La fiera de mi niña, con una peluca
imposible tomada de una crin de caballo, para poder pasar por mujer
en La novia era él o transformado en adolescente o niño en
Me siento rejuvenecer). Y todo ello, sin perder el talante
vital, y sin que, pese al centrifugado al que somete a sus personajes
desvelando su lado risible, se desfigure su relieve
emocional.
Esta mirada burlona, que desvela el
lado cómico de las relaciones sentimentales, lo podemos apreciar en
uno de los primeros encuentros en Rio Bravo entre Chance (John
Wayne) y Feathers (Angie Dickinson), cuando ella le sorprende como
maniquí sobre el que el dueño del hotel prueba la ropa
interior que ha comprado para su esposa. La dinámica de la relación
contrastará ambos talantes, la jugadora que apuesta, y el hombre que
parece una empalizada emocional. No deja de ser una variante del
asedio que sufren en la cárcel por las huestes de Burdette. En este
caso, la persistencia de Feathers busca abrir la fisura en la
contención emocional de quien parece replegarse en la coraza de su
condición de figura institucional, o mente cabal, recta y estricta,
como si todo él fuera una estrella invulnerable (lo opuesto a la
vulnerabilidad expuesta y demolida de Dude). Feathers se contorsiona
frente a esa imperturbabilidad de Chance, por eso, se sume en el
desconcierto cuando él muestra, intermitentemente, unos gestos
afectuosos o atentos. Feathers se expone en sus acciones, como
resulta expansiva en su expresión, hasta que logra encontrar el
resquicio en la fortaleza de Chance que evidencia, aun con su parca
expresividad, la correspondencia de sentimientos.
La excepcional banda sonora de Dimitri Tiomkin
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