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martes, 27 de octubre de 2015
Spectre
¿Qué ocurriría si James Bond se enfrentará al hombre que había matado a todas las mujeres de su vida? Se estaría enfrentando a su espectro, se estaría enfrentando a sí mismo, a su reflejo, se estaría enfrentando a la maquina en la que se había convertido, un cuerpo que era función, pieza en un engranaje,cuerpo que ejecutaba y cumplía ordenes, y eliminaba otros cuerpos, otros objetos,meras representaciones, en el escenario establecido en el que él cumplía la función adjudicada. Aunque él piense que cumplía la función que debe cumplir, porque no tiene otra opción. Eso piensa. El resorte piensa que no tiene otra opción. Como resorte que es, considera que el engranaje tiene su fundamento. Cuando quizá no sea sino una cometa zarandeada por el viento. ¿Y si un día el mecanismo se detuviera? Bond no lo sabe. O eso dice. Porque la interrogante la plantea una mujer. En ese momento, sentiría. Y ahí entra la vulneración del sentimiento. Y ahí entran las mujeres. Se sentiría vulnerable. Porque los resortes no viven, ejecutan. Las funciones se desmantelarían, y desestabilizarían. Los sentimientos y las emociones proyectan un escenario bien distinto, generalmente más incierto. Es otro lado del puente. La circulación de lo real es distinta. Quizá no necesite balas. Desde luego, no se programa. En 'Skyfall' el doble o sombra se desprendía de la creadora o madre, la generadora del monstruo, M (Judi Dench). Su reflejo en el espejo, Silva (Javier Bardem), el reflejo de su resentimiento y frustración que aún le comprimía, pero no liberaba. La decepción de sentirse pieza, función, y por tanto componente prescindible. La familia del orden institucional (ese que configura los escenarios de patria u otras configuraciones grupales en pequeña escala), se revelaba como escenario agujereado, por lo tanto voluble, arenas movedizas, un escenario desde luego no fiable (eres ante todo representación, no cuerpo o singularidad; eres un número).
En 'Spectre' (2015), de Sam Mendes, el doble o sombra se desprende del escenario. En 'Skyfall' ya había sufrido un atentado, una vulneración, la antigua sede del MI6. Se anuncia su demolición por su irreversible deterioro (ya sustituida su función por el edificio que representa los nuevos tiempos: el orden mundial a través del control por las no visibles redes de vigilancias, que ya no necesitan de agentes ejecutores), pero se hará de modo efectivo a través del doble o la sombra de Bond. Otro reflejo en el espejo, pero ese reflejo que integra todos los reflejos, los antagonistas de las tres anteriores obras, la figura femenina que le creó, y la figura femenina que vulneró el mecanismo y le recuperó como cuerpo que siente, Vesper Lynd (Eva Green), y que luego perdió, en 'Casino Royale'. Ese reflejo revelará que tiene un ojo ciego y una herida. Es el otro Orden en las sombras, que se había gestado en los sótanos del Orden, el escenario que configuró y recluyó a Bond en su dramaturgia. Porque Bond mismo es su espectro. Y debe desprenderse de ese espectro para optar por otro escenario en el que ya no sea mecanismo o función sino cuerpo que siente. Debe asumir su herida y su ceguera, o la herida de su ceguera que le imposibilita como ser vivo y atora en su condición de mecanismo o resorte. En la conclusión de 'Casino Royale', el mecanismo se había afirmado en esa condición de resorte insensible, como una costra, tras sufrir la perdida de la mujer que amaba (una vida que se construía se ahogaba como ella en un edificio que se hunde): Bond optaba por la destrucción, la ejecución de la violencia, como un resorte sin conciencia: en la clausura hería con consciente crueldad a Mr White (Jesper Christensen) el hombre que podía revelarle quién era el responsable último de la pérdida de quien amaba. En 'Spectre' a través de ese personaje conocerá a quien le restituirá de nuevo como ser emocional, su hija. Madeleine (Lea Seydoux). Por eso, también será el enlace con su espectro, será quien le posibilite que se confronte con su reflejo siniestro en el espejo, con la herida de su ojo ciego, Blofeld (Christopher Waltz)
El final de 'Skyfall' le conectaba con sus raíces, con su origen, el hogar de su infancia. Pero aún quedaban ángulos por conocer: en las raíces, se encontraba ya la podredumbre. Su reflejo en las sombras es el hijo del hombre que le acogió tras la muerte de sus padres: el reflejo siniestro que mató a su padre porque prefería al otro hijo, al hijo que no era de su sangre. La familia del orden natural (ese que está constituido de lazos sanguíneos pero que no implica real afinidad ni afecto) revela la condición básica de bestia del ser humano. El instinto del reptil que se gesta en el desierto de nuestra naturaleza (donde se despliega nuestra condición espectral), y que se mueve por resortes de emociones básicas, necesidad de sentirse el centro de los escenarios, por ejemplo los del afecto. Ahí se gesta la rivalidad. Porque ese resorte básico necesita del dominio de los escenarios. El control de todas las pantallas y todas las miradas. Si necesitas dominar la realidad u a otros (su mirada, su reconocimiento, su complacencia), despliegas al reptil (la figura del dragón ya aparecía en 'Skyfall', en el espacio de sombras y reflejos de Shanghai; aquí en su despertar en el territorio de la bestia, un desierto, el otro espacio en el espejo, la guarida de Spectre, tras ser capturado, lo primero que ve es un reptil). Por lo tanto, puede disparar al reflejo, pero realmente se estaría disparando a sí mismo. Ese otro lado es una herida que no ve. En los sótanos de su mente. En los sótanos de un edificio que lo apresó como función y convirtió en mecanismo recluso. Si quiere ver debe detenerse, y mirar en, y a través de, los ojos de quien no quiere saber de balas, y seguramente sea una mujer.
Sin dejar de ofrecer un espectáculo de exultante dinamismo (desde su asombroso plano secuencia de apertura), Mendes ha desentrañado con su díptico una saga, y un icono de virilidad, lo ha enfrentado a su reflejo en el espejo, lo ha desnudado, y ha reconstituido su mirada, como si despertara a un durmiente. Ha puesto en cuestión la inconsistencia del ser humano como ser institucional (social) y natural (familiar). Y de paso ha desvelado la falacia de un orden establecido, el que genera los monstruos (Skyfall), y los conflictos (Spectre), para su conveniencia: el caos controlado por un poder financiero en las sombras, que a su vez utiliza los gestores institucionales como otra retícula de su red, esa red que no deja resquicio o ángulo ciego que no sea controlado, porque el poder está en la información, en permanecer invisible mientras se visibiliza cualquier mínimo ángulo que queda expuesto, y por lo tanto subordinado: la realidad es un escenario o pantalla, un encuadre en el que no existe el fuera de campo (porque es desde donde se controla la pantalla o escenario). Un poder en las sombras, y la sombra de esa figura visible que corre y forcejea como un mecanismo al que dan cuerda. En la secuencia de apertura de 'Skyfall', Bond es una sombra. En la de 'Spectre' porta la máscara de una calavera. La primera aparición, en 'Spectre', de su reflejo, es en sombras. La película se abre con un letrero que dice Los muertos, para añadir después están vivos. Bond se ha enfrentado a sus sombras (para hacerse visible a sí mismo y hacerse cuerpo: un muerto que resucita), y como todo cuerpo que se enfrenta a su condición de función descubre que sí tiene otras opciones. Y si tiene opciones, puede optar por negar un escenario. Y abandonar la función. Y así dejar de ser un espectro.
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