Alaska, tierra de oro ( North to Alaska,1960) es una comedia en el paisaje del western, una exuberante celebración vital y un periplo de aprendizaje, el de Sam (John Wayne). Quien ayuda (con la concepción más simple de cómo debe ser esa ayuda) resulta ser quien más ayuda necesita. En su presentación le vemos cobrando el dinero del oro que ha encontrado en su mina tras tres años de trabajo (encuadrado tras los barrotes que le separa del cajero), en compañía de su socio George (Stewart Granger) y el hermano de éste, Billy (Fabian). En la última secuencia declara su amor en plena calle a Michelle (Capucine), delante de todo el mundo, un amor que se ha ganado porque ha dejado atrás los barrotes de su orgullo, y su reticencia a dejarse llevar por los sentimientos que encubría bajo un escepticismo teñido de marcado recelo hacia las mujeres. Más que un fierecillo domado ha dejado de lado sus furias, su fiera, para asumir que dejarse llevar por los sentimientos, y expresarlos abiertamente, no es dejarse domar sino entrega cómplice. O unos y otras de barro estamos hechos. Después de esa primera secuencia citada tiene lugar una pelea general del mismo modo que hay otra previa a esa declaración final, esta última entre rebozamientos en el barro, ambas orquestadas a ritmo de comedia de slapstick ( incluidos gags sonoros); de hecho, de ambas debió tomar cumplida nota Blake Edwards para La gran carrera (1965).
La producción se puso en marcha el mismo año, 1959, en que Alaska fue declarado el 49 estado de Estados Unidos. Alaska, tierra de oro dispuso de otros títulos originales antes del definitivo, The alaskians y Go north. Wayne aceptó el proyecto sin leer el guion (adaptación de una obra de Ladislao Fodor) de John Lee Mahin y Martin Rackin, autores del guion de una excelente película que acababa de protagonizar, Misión de audaces (1959), de John Ford. El proyecto fue ofrecido a Richard Fleischer que aceptó porque quería trabajar con Wayne pero no le satisfacía el guion, por lo que decidió desentenderse, justificado en que no quería trabajar con Capucine, pareja en ese momento del agente Charles Feldman (agente también del productor Buddy Adler, quien fallecería durante la producción). Hathaway se unió al proyecto pero decidió cambiar un guion que le parecía rebosante de clichés. Optó por desarrollar más las caracterizaciones y por dotar a la narración de un enfoque de comedia, por eso hubiera preferido que el título fuera otro, como The blonde rush, y no uno que podía hacer creer que era más bien una película de aventuras.
Alaska, tierra de oro es una comedia en un paisaje de western que ironiza sobre el infantilismo de ciertas actitudes, empezando por Sam. Toda mentalidad rígida dominada por los prejuicios es puesta en cuestión. Es una comedia, como la citada obra de Shakespeare, La fierecilla domada, en la que es puesta en cuestión la obcecación de todo orgullo que impida la expresión de los sentimientos, y determine que el juego amoroso se convierta en absurdo y enmarañado pulso. Sam viaja a Seattle para traer a la amada de su amigo George pero se encuentra con que la citada señorita no había sabido esperar esos tres años como él y se había casado (aunque se desesperará al saber que George se ha convertido en millonario). La solución que busca Sam es encontrar a una chica que tome el lugar de la amada para consolar la decepción de George ( al fin y al cabo para Sam no hay distingo entre unas y otras), y la elegida es Michelle, quien trabaja de chica de alterne, con el nombre profesional de Angel, en un Salón. Ironías, más bien complicará las situaciones, o dejará en evidencia que él tiene cuestiones que reparar en su forma de lidiar con los sentimientos ( o las relaciones con las mujeres). Primero, no cuenta con que ella se enamore de él, y segundo que piense que la propuesta de ir a Alaska sea para ir con él ( no con su amigo). Por añadidura, el propio Sam empezará a negarse a aceptar lo que realmente siente.
La narración juega con habilidad con las apariencias y los equívocos, en un juego en el que entra Frankie (Ernie Kovacks), aquel que quiere quedarse con su oro (para lo que recurrirá a la artimaña de utilizar a quien se asentó primero en aquel lugar) y que por añadirá mantuvo una relación en el pasado con Michelle, lo que ayuda a que Sam se empecine en su obcecado recelo, el mismo que primara cuando George y Michelle se confabulen en una representación para provocarle dándole celos (cuando el primero haga creer a Sam que acepta sin rechistar el regalo). El aparente dominio de la autosuficiente virilidad de Sam (vencedor en cualquier lid competitiva, como ascendiendo y bajando un árbol en el menos tiempo posible) no deja de encubrir una inmadurez hecha de recelo victimista ( de lo que es ejemplo su relato de agravios con respecto otras mujeres en el pasado) y un no saber lidiar con sus emociones porque se siente expuesto ( o verde como señala Fabian cuando le ve hervir de celos, como una olla a presión, escuchando las risas de George y Michelle, sin saber que es una escenificación). En ese sentido, George juega muy bien como contrapunto de figura masculina, ya que es capaz, primero, de esperar tres años para unirse con la mujer que ama, y después, tras sufrir la decepción, es capaz de sobreponerse, y sin hacer victimismo, ayudar a que su amigo entre en razón y declare sus sentimientos a Michelle. Su ayuda es más consecuente. Hathaway despliega su impecable dominio de la narrativa y de la composición espacial (con el formato panorámico) en esta deliciosa comedia en escenario westerniano, tan jubilosa como corrosiva en su ironía, no lejana de ciertas comedias de Hawks, en la que un personaje masculino ve sacudido su rígido escenario por la irrupción de una mujer, o dicho de otro modo, del sentimiento.
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