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lunes, 24 de julio de 2023

Encuentro en la noche

 

Las primeras imágenes de Encuentro en la noche (Clash by night, 1951), de Fritz Lang, nos muestra la agitación del oleaje en una playa, y a continuación la calma de las aguas en el puerto, como la de las focas y aves, hasta que la agitación las domina porque llegan los barcos pesqueros al puerto. La calma es también un estado de expectativa, un ansia latente. También vuelve a su pueblo natal, tras diez años, Mae (extraordinaria Barbara Stanwyck). Parece que asume su derrota, la derrota de sus sueños y planes, cuando su hermano le pregunta por qué ha vuelto, y contesta 'Grandes ideas, pequeños resultados'. Su hambre de vida, de algo diferente, en vez de acabar como tantos otros en una vida en conserva. En una fábrica de conservas trabaja Peggy, el personaje de Marilyn Monroe, la joven, novia de Joe, encarnado por Keith Andes, su hermano; Peggy tiene las mismas aspiraciones que tuvo ella, y tampoco quiere convertirse en la extensión en forma de lata de un hombre. Mae buscaba un hombre que le diera confianza, que sintiera su permanente apoyo ante la ventiscas e inundaciones de la vida, pero murió, y sólo ha encontrado hombres que o son pajarillos nerviosos u osos enfermos de control. Como las imágenes iniciales, es difícil encontrar ese equilibrio, en una relación, entre la serenidad de intimidades conciliadas y la agitación de la pasión exuberante (o quizás sea de la insatisfacción, la resaca de las carencias). En Jerry (Paul Douglas) y Earl (Robert Ryan) encuentra la encarnación de ambas especies en forma de hombres, pero también otras variantes de osos enfermos de control e inquietos pajarillos.

Jerry es pescador, hombre tranquilo que tiene la rara cualidad de no tener pensamientos mezquinos, un hombre de plácidas costumbres que ofrece el lugar donde descansar. Es un hombre que no hace lo que quisiera hacer sino lo se supone que tiene que hacer, ser como sus antepasados, pescador. Jerry vive en una cinta corredera de rutinas y costumbres como quien se ajusta a una posición asignada en el engranaje. Jerry no cuestiona su modo de vida, se integra como si no hubiera otra opción. Earl es un proyeccionista de cine, la encarnación de las insatisfechas ilusiones, de la avidez de querer más, de romper con la inercia cotidiana que es dieta de emociones. Rezuma la amargura de quien no es protagonista de la película de la vida, y aún más, la de quien ha sufrido la decepción de una relación sentimental truncada. Siente que el rollo de la película se ha atrancado o salido del rodillo. Ambos encarnan un debate interior en Mae en el que es difícil encontrar el equilibrio. Uno proyecta calma, pero también suscita el miedo de las aguas estancas, y el otro la inquietud de la ruptura de toda pantalla de inercia, pero también la posibilidad de quedar atrapada en las marejadas de las emociones que pueden desbocarse por una crónica insatisfacción, por el hambre de la novedad. Y esta es la grandeza de la modernidad de esta obra no sólo adelantada a su tiempo, por lo que quizá haya permanecido invisible frente a otras obras suyas que han tenido más reconocimiento, sino que además, en su hiriente desnudez, refleja nuestros constantes debates interiores para sentir que habitamos la vida, y cuál es nuestro lugar, y qué difícil es realizar las elecciones que apuesten por la emoción verdadera, sobre todo cuando eres un espíritu que aspira a algo más que a la plácida inercia de una vida en conserva donde todo parece en su sitio.

En un obra pródiga en grandes obras (pocas filmografías mantienen un nivel tan elevado), Encuentro en la noche me parece una de las películas más admirables de Fritz Lang, y una de las menos reconocidas, quizá por no estar inscrita en un género preciso como sus grandes obras del cine negro, o no disponer visualmente de esas señas expresionistas de otras de sus mejores obras ( aunque el trabajo con los grises del gran Nicholas Musuraca es formidable; hace palpable esa cotidianeidad y a la vez sus sombras retenidas que parece que están a punto de rebosar de insatisfacción). Es un viciado aire documental, como sus primeras imágenes, o los diversos planos de la naturaleza, de nubes u oleajes o movimientos de animales, aves y focas, que puntúan las transiciones de secuencias; o el de las mismas calles de ese pueblo costero. Contiene además algunos de los más lúcidos y afilados diálogos de la historia del cine, cortesía de la obra teatral de Clifford Odets (estrenada en 1941) que adapta el excelente guionista Alfred Hayes, adaptación que se desmarca en bastantes aspectos de la obra de base ( Mae en la obra teatral ya está casada al comienzo, como no se daba la relevancia que tiene en el film a la figura de la sala de proyección, donde tiene lugar ese enfrentamiento violento entre Earl y Jerry, en consonancia con el forcejeo con dos diferentes películas de vida; dos diferentes ilusiones, más que, quizá, reales conexiones). A diferencia de una adaptación del mismo año, más afamada también, Un tranvía llamado deseo, de Elia Kazan, Lang elude la afectación y la artificiosidad, para crear una obra de realismo emponzoñado, en la que sientes que las expresiones extremas provienen de la necesidad de no morirse de soledad, y las decisiones arrebatadas de no saber convivir con el miedo o el aburrimiento. La ilusión del amor, sea en forma de serenidad o fragor, quizá provenga del oleaje de una insatisfacción o falta. Encuentro en la noche se define por una visión de la condición humana, o de su naturaleza, de una agudeza descarnada que duele.

1 comentario:

  1. Tu texto contiene las cualidades de un perceptivo análisis de la película de Lang al que poco o nada puedo añadir. La adaptación sui géneris de la obra teatral de Clifford Odets no es necesariamente un "pecado" porque imagino que el guionista solo la utilizó como mero punto de apoyo. Se trataba de hacer un producto con cierta dureza pero digerible, procurando extirpar las connotaciones sociales (el asunto se desarrollaba en un contexto de depresión económica y paro laboral) para dejarlo, como digo, en un sólido y, por momentos, impac­tante drama pasional del que Lang al parecer se sentía muy satisfecho. La fuerza y precisión de sus imágenes, las soberbias composiciones del trío protagonista y la electrizante presencia de Marilyn Monroe (prestada por la Fox y por primera vez en un papel importan­te), contribuyeron a que nosotros, los espectadores, compartamos el entusiasmo de su realizador por este film.
    Un saludo.

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