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viernes, 27 de abril de 2018

Comando de la muerte

Como el oficial que encarnará John Wayne en 'Misión de audaces' (1959), de John Ford, ingeniero ferroviario en su vida civil que en tiempo de guerra se ve impelido a destruir lo que antes se dedicaba a construir, vías férreas, el capitán Talcott (esplendido Michael Craig), en la excelente 'Comando de la muerte' (Sea of sand, 1958), de Guy Green, era un arquitecto, alguien, por tanto, que también ha reemplazado la construcción por la destrucción. Como el personaje de Wayne, en su caso el doctor que encarnaba William Holden, también Talcott tiene su contrapunto, el capitán Williams (John Gregson), de mentalidad más cuadriculada, quien siente aprecio por la vida militar, y aprecia y respeta las ordenanzas. Al contrario que el grupo de comando (Long range desert group) al que se une, para quienes la guerra es otro trabajo que realizar ( aun con más dosis de peligro) para el que han sido 'contratados' , y que, además, son más 'relajados' tanto con el aspecto, con cómo portan el uniforme, como con la observación de los reglamentos.
Por otro lado, entre ambos personajes, no es tan marcada la tensión como la que tiene lugar entre los de Wayne y Holden, como no se convierten de modo tan manifiesto en representantes de actitudes contrapuestas, como las de los personajes de Richard Burton y Curt Jurgens en otra obra centrada en un comando que opera en el Norte de áfrica durante la II guerra mundial, la excelsa 'Bitter victory' (1958), de Nicholas Ray. Son reflejos de unos contrastes, con los que se perfilan, con sustancioso relieve, los personajes sin que se enquisten en el cliché (es un cine que muestra más que demuestra).Otro brillante detalle de contraste entre Talcott y Williams: Este está felizmente casado, con un hijo; En la secuencia que se conocen Williams encuentra bajo la cama del primero la foto rota de una mujer. Más adelante, cuando el acercamiento entre ambos haya ya quebrado las rigideces de Williams, compartirá con él cómo ella no supo, o no quiso esperarle, y encontró a otro hombre.
Esa caracterización matizada se aprecia en otros personajes, por ejemplo, en el caso del joven Mathieson (Barry Foster), de 21 años, que acaba de ser padre por primera vez hace un mes, que no se sorprende de tener miedo en su primer combate pero sí de que sus compañeros lo reconozcan, lo que le hace sentir mejor y más cerca a ellos, y que más adelante desesperará, cuando las circunstancias se hayan complicado mucho, al ver cómo cae abatido un compañero que tiene cuatro hijos. O en el jovial y deslenguado Brody (Richard Attenborough), que no tiene miramientos en hablar a un oficial sin respetar las normas, o de rellenar con coñac su petaca cuando tiene que realizar su misión (irónicamente, su incorrección posibilita que se salven de ser matados cuando lanza una rociada de coñac a un soldado alemán que les ha sorprendido; lo que no evitará que sea puesto bajo arresto).
'El comando de la muerte' es una producción de Robert S Baker y Monty Berman, que me parece muy superior a otras, dentro del género de terror, que han sido reivindicadas en los últimos años, caso de las discretas 'La marca del vampiro' (1958), de Henry Cass y 'Jack the ripper' (1959), de los mismos Baker y Berman. Por otro lado, esta esplendida obra es otro ejemplo de la estimulante, y también muy desconocida, producción británica de los 40 y 50. En la misma obra de Green, que previamente fue director de fotografía (con trabajos magníficos para David Lean en 'Cadenas rotas', 1946, u 'Oliver Twist', 1948) podemos encontrar obras excelentes como 'Hombre marcado' (1961), notables como 'Amargo silencio' (1959) o 'La máscara submarina' o apreciables como 'Lost' (1956) o 'Un retazo de azul' (1965). Green narra con un modélico músculo narrativo, que combina con brillantez el relato de un trance de acciones, con expeditiva fisicidad, y la precisión del trazo de las relaciones de los personajes. La misión que tienen que cumplir este comando (como otros cuatro, con objetivos similares) es destruir el suministro de petroleo de las Africas Korps (estamos en 1942, con la decisiva victoria británica en El Alamein en ciernes; el control por parte de los británicos del suministro de petroleo en este frente fue un paso decisivo para la derrota alemana).
Son esplendidas las secuencias que narran el primer encuentro de combate con una tanqueta alemana o la secuencia en la que realizan la incursión nocturna en la base alemana, tanto cuando Williams tiene que desactivar unas minas como el asalto posterior que realiza Talcott con tres hombres para poner la bombas. Pero lo mejor tiene lugar en su segunda parte, la que narra el trasegado retorno, perseguidos por varias tanquetas alemanas, ya que durante el trayecto han avistado algo no previsto, como ocurrirá en la posterior 'Comando en el Mar de la China' (1970), de Robert Aldrich, obra con la que coincide en varios aspectos ( aunque sin llegar a ser tan descarnada y mordazmente turbia). Estos pasajes son los que ratifican el por qué en el título original se resalta la fisicidad del entorno, 'Sea of sand' (Mar de arena). No sólo el grupo será diezmado en sus enfrentamientos con los alemanes, sino que tendrá que enfrentarse a las adversas condiciones, el desierto que tienen que recorrer a pie, poniendo a prueba su resistencia y su firmeza. Hasta momentos que se han convertido en cierto cliché dentro del género, como el soldado al que tienen que abandonar herido, Green lo transciende creando un par de intensos momentos (la despedida, con un afinado uso del travelling de alejamiento) y el enfrentamiento con los alemanes (con otro eficaz uso emotivo de la música que escucha y la foto de su esposa e hijos). Una añoranza del hogar que rasga a todos los personajes, y que brota como puntuales fisuras en la narración. Refleja su ansía de que finalice esa pesadilla que es la guerra, y brilla, como manifiesta posibilidad, en los ojos de Brody en el plano final cuando escucha los bombardeos en la batalla de El Alamein.

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