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viernes, 19 de febrero de 2016

Sidney

En 'Sidney' (Hard eight, 1996), un mago, cual Merlín, Sidney (Philip Baker Hall) surge de la nada, y se ofrece a ayudar a un joven extraviado, John (John C Reilly), que necesita 6.000 dolares para pagar el funeral de su madre. En la tierra de las falsas promesas se recibe con recelo la generosidad sin condiciones. Pero la enseñanza de una buena artimaña para sacar dinero a un casino resulta convincente para un joven que seguirá tendiendo al extravío más que a convertirse en un sagaz aprendiz. Y eso que ese enigmático mago generoso se esfuerza, incluso, en realizar las sutiles maniobras pertinentes para que pueda materializar su amor deseado con una chica con nombre de memorable personaje de película, Clementine (Gwyneth Paltrow). Y aún más, en limpiar sus torpezas cuando se compliquen tontamente la vida y deba sacar a relucir su expeditivo dominio del arte de solventar problemas, o eliminar interferencias perjudiciales, haciendo uso, sin pestañear, de una pistola con silenciador. 'El difícil ocho' es una jugada de los dados en que salen dos cuatros. Sidney no tiene suerte cuando apuesta a que salga en la mesa de juego, y en la realidad es difícil que esa combinación se realice. Siempre surge algún inconveniente: en general, las inconsistencias o mezquindades humanas.
Paul Thomas Anderson, con su opera prima, ya dio claras muestras de su singular y excepcional talento. Hay quien le asoció con Tarantino por el uso de sus diálogos, o de largas secuencias orquestadas por el intercambio de frases cortas, o excursos en relatos (la presencia de Samuel L Jackson también ayudaba), y el simétrico cuidado en las composiciones del encuadre. Aunque Tarantino haya tendido hacia cierto estéril ensimismamiento, y en cambio Anderson ha abundado en una complejidad cada vez más escurridiza y sutil, empapada de una extrañeza que ya se palpa en esta obra de desconcertante curso. A Anderson le interesan las derivas, los excursos y alteraciones del curso del relato: Hay que esperar casi al último tramo para averiguar que el 'mago' había sido quien asesinó al padre del extraviado aprendiz. El relato adquiere otra perspectiva, y otra dimensión, y la línea de puntos del sentido se configura de modo más definido, o ya no como unas arenas movedizas que tenían algo de encantamiento. ¿De dónde había surgido ese hombre de adusto gesto y expresión cansada? ¿Es un fantasma, una sombra, un reflejo que libera de la intemperie de la indefensión a quien se siente perdido? Sí desde luego porta sombras, aunque agazapadas, o como restos de un naufragio que ya superó.
Anderson traza un memorable personaje al que dota de cuerpo Philip Baker Hall. Anderson le eligió por su interpretación de Nixon en el monólogo de 'Secret honor' (1984), de Robert Altman. En un momento dado, Jimmy (Samuel L Jackson) menciona que conoce a dos amigos de Sidney, Floyd Gondoli y Jimmy Gator. Esos serán los nombres de sus personajes, respectivamente, en 'Boogie nights' (1997) y 'Magnolia' (1999), en la que compone otra admirable interpretación, sobrecogedora en sus últimos pasajes. En 'Sidney' crea un fascinante personaje que es enigma y fisura. Impone, transmite sabiduria, e insinúa el reguero de una herida. Su condición escurridiza se corporeiza en ese serpenteante movimiento de cámara que le sigue en la sala de juegos del casino, una figura que es parte de tal ámbito, y a la vez transmite la sensación de ser un rey exiliado, de poseer una distinción que no posee el resto (como el estridente y arrogante jugador que encarna Philip Seymour Hoffman en una fugaz aparición como jugador: es la encarnación de la vulgaridad en contraposición a la serena elegancia de Sidney: es quien lanza los dados que frustra su apuesta: la vulgaridad domina la vida). Ese movimiento de cámara, de resonancias scorsesianas, también es característico del estilo de Anderson, sobre todo en sus tres primeras obras. Una digresión musical que revela y abre una interrogante, como si se desplegara un personaje y abriera ángulos que invitan a un más amplio discernimiento.
Sidney es un caballero que se desliza por la vida, en parte como fantasma. Su pasado permanecerá nebuloso, pero sus gestos y forma de actuar son firmes y elocuentes. No acepta palabras desconsideradas hacia las mujeres, como cuando reprende a Jimmy. Sus párpados parecen acoger el cansancio acumulado en una mirada que parece haber visto demasiado, incluso de sí mismo. Pero su templanza es también el temple del acero. No vacila ni tiembla cuando debe actuar de modo expeditivo. Sus gestos son rotundos, como el impulso que toma para rematar con sus disparos el cuerpo yacente de Jimmy, como una dentellada silenciosa que no quiere permitir el más leve fleco suelto. El mago corrige sus errores pasados, el daño que infligió, proporcionando una vida con dirección a dos jóvenes extraviados que no dejan de colisionarse, por su torpeza e inconstancia, con la vida. Los auténticos magos saben cuál es la materia de la luz, las heridas de las sombras que yacen ya en sus párpados. Extraordinaria banda sonora de Jon Brion y Michael Penn

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