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viernes, 24 de junio de 2011

En rodaje: Fritz Lang, Randolph Scott y Robert Young. Espíritu de conquista, el mito y la mirada del descubrimiento

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Fritz Lang dando instrucciones a Randolph Scott y Robert Young durante el rodaje de 'Espíritu de conquista' (Western Union, 1941). Hay en esta notable obra, quizá inmerecidamente no tan reconocida como otros westerns del cineasta alemán ( 'La venganza de Frank James' (1940) y, sobre todo, 'Encubridora'), una singular combinación de retratar los patrones más arquetípicos del género con la sensación de estar contemplándolos por primera vez, la familiaridad ( o el goce de un reencuentro) con la mirada del extrañamiento y el descubrimiento. Condensado en esa inicial secuencia del cowboy (el arquetipo que ya evoca un espacio, un unverso), Shaw ( Randolph Scott), contemplando, admirado, a un rebaño de bisontes (como si se contemplara algo inusitado que es puro asombro). El mito y la mirada que interroga. Porque nada es lo que parece, constante en una obra tramada sobre las falsas apariencias (o realidad huidiza, incierta)y el descubrimiento, en la que se narra la construcción de la primera línea de telégrafo, Wester Union. Hombres pioneros que construían un futuro, pero a los que perseguía el pasado, como a Shaw, a quien persigue un grupo de jinetes, representantes de la ley. El azar, o el destino, pone en su camino a un malherido Creighton (Dean Jagger), el ingeniero de la linea de Western Union, que revela que Shaw puede ser un forajido ante al que hay que replantear la mirada ( ya que en vez de huir se detiene y oculta para atender al herido Creighton y llevarle con él). En la obra es recurrente el empleo expresivo de panorámicas y del fuera de campo, tanto relacionado con la construcción de la línea ( planos que asocian el tendido con la aparición o irrupción de los indios; el territorio desconocido que se acota) como en el singular cortejo que realizan tanto Shaw como Blake (Robert Young), el hombre del este, sobre la hermana de Creighton. En dos secuencias uno de ellos la visita en la oficina, y la cámara con la panorámica descubre que está el otro en otra silla (un ingenioso uso del ritornello). Equívocas apariencias: Hay indios que no lo son, sino secesionistas disfrazados, y su cabecilla es el hermano de Shaw ( el pasado que abrasa, con el que se intenta conciliar; no por nada un incendio será crucial en las secuencias finales, como que las manos de Shaw queden lastimadas por el fuego). Blake, en principio, parece el típico ( o convencional) petimetre del Este, que tiene una visión distorsionada del universo del oeste ( su primera aparición con un ridiculo vestuario de atavío con flecos),pero rápidamente demostRará que no hay que fiarse de las apariencias, por cómo domina el caballo salvaje que le 'endosan'. Hay algo en esta dualidad, de Shaw y Blake, que adelanta la de los personajes de Wayne y Stewart en la magnífica 'El hombre que mató a Liberty Valance' (1962), un relato que tiene mucho de cuento de fantasmas, de mito al que se levanta el polvo y homenajea. En la obra de Lang, el hombre del oeste, el que representa un pasado, el de los fueras de la ley y los enfrentamientos violentos ( la guerra civil) también desaparece (hermosisimo el plano de su mano vendada por las quemaduras que cae del alfeizar tras ser abatido; su rostro, su figura, ya queda definitivamente fuera de campo; como lo que contemplaba en la secuencia inicial, los bisontes que casi fueron extinguidos, criaturas de un pasado), para dejar paso a la civilización y sus posibles progresos de comunicación, o, sencillamente, al ánimo transformador del pionero. Aún había posibilidad de confiar en la construcción de un futuro (armonioso).

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